Espacio de opinión de Canarias Ahora
Es el petróleo, estúpido
Si algún día pretendió hacerse entender por los ciudadanos de Canarias, a la compañía Repsol le ha salido un pésimo aliado en la figura del ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria. Se veía venir desde hace más de dos años, desde que el ministro empezó a comportarse como si fuera siete pasos por delante de la propia petrolera en la apología de los sondeos, que en términos de imagen pública siempre se ha manejado con más prudencia y sentido de la mesura por parte de Repsol que por el ministro proponente. Sin embargo, ese efecto óptico se ha agigantado después de que, en un alarde de diplomacia y de respeto a la sensibilidad de los ciudadanos, el Gobierno de Mariano Rajoy aprobara la declaración de impacto ambiental (DIA) preceptiva para dar luz verde a los sondeos petrolíferos justo cuatro días después de las elecciones europeas, pero no un jueves cualquiera, sino en la víspera del Día de Canarias. Y sobre todo a la vista de que, en un inaudito episodio de enfrentamiento abierto con quien representa, lo quiera él o no, a la Comunidad Autónoma de Canarias, el ministro haya arremetido contra el presidente del Gobierno y los partidos que lo sustentan con la acusación de que practican una política “parroquial” e “inepta”.
Es una desgracia como otra cualquiera. Pero con los sondeos, como con otros debates importantísimos para dirimir el futuro de la economía de Canarias y que ésta pueda levantar cabeza y sacar del infierno del paro a los 276.000 isleños que oficialmente lo soportan, va a pasar lo mismo que con otros argumentos para la reflexión: enferma de cortoplacismo y endogamia, la política tradicional y sus protagonistas harán de ellos pírricos instrumentos de combate, desvestirán los argumentos hasta convertirlos solo en pretexto para el ataque y despreciarán a los ciudadanos por la vía de convertirlos en meros rehenes y testigos a la fuerza de una batalla campal cuyo único horizonte inmediato son las autonómicas de 2015. Como si un 32 por ciento de paro no mereciera otra cosa que esta reiterada, obsesiva y asfixiante exhibición de desencuentros y esta exasperante escalada de bombardeos dialécticos.
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