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El P.I.O. de Gran Canaria y la infinita desmesura

Antonio González Viéitez

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Como todos sabemos los Planes Insulares de Ordenación (PIO), incluidas las Revisiones como es el caso, son muy complejos, en cuanto tienen que intentar proponer un modelo que incorpore el “qué hacer” con la totalidad de los recursos naturales, territoriales, económicos, sociales, medioambientales, incluso paisajísticos de toda una Isla, durante un largo periodo de tiempo.

Por eso se presentaban, hasta ahora, en un montón de tomos, infinidad de planos y una muy prolija documentación. Y así, su estudio requería tiempo, dedicación y esfuerzo, amén de cualificación profesional.

Por eso puede parecer extraño que pretenda valorarlo en su conjunto, partiendo de una sola de sus infinitas propuestas. Propuesta que se acaba de exponer por sus responsables en el Cabildo Insular, en el acto de presentación de la apertura del plazo de presentación de alegaciones.

Y la propuesta, el dato a que me refiero, dice lisa y llanamente que el tope asumible de la capacidad máxima de carga del turismo en Gran Canaria es alcanzar las 260.000 plazas turísticas, llegando en la actualidad y según sus datos “solo” a 138.000.

En mi opinión esta categórica propuesta invalida la totalidad del PIO en trámite. Es verdad que alguien podrá argumentar que es un despropósito el rechazar todo un PIO, por la sola y única razón de rechazar una sola de las miles de propuestas que, por definición, contiene todo PIO.

Entremos en materia. Primero, unos cuantos datos, los menos posibles, para quienes no siendo especialistas, puedan tener interés y curiosidad en la materia.

1).- Retengamos que, en los últimos años y en especial en 2014 y por una coyuntura excepcional, se han batido todos los récords. En ese mismo año, la última estimación es que vinieron a Gran Canaria 3.595.552 turistas. Más que nunca en la historia.

2).- El número actual (PIO) de plazas turísticas asciende a 138.000.

3).- De acuerdo con ISTAC-INE, la estancia media de los turistas en Gran Canaria en los últimos años es de 8,02 días por turista.

4).- Partiendo de estos datos, se obtiene que el nivel de ocupación media a lo largo del año de toda la planta alojativa fue del 57,97%.

5).- Comparando este dato con la medición exacta que hizo el ISTAC sobre la ocupación media de toda la planta alojativa de Gran Canaria (56,16%), resulta que las cifras son estadísticamente consistentes.

A mi juicio lo primero a retener es que, en ese mismo año que se baten todos los récords de llegadas de turistas, la ocupación media no llega al 60%. Es cierto que en la temporada alta Noviembre-Marzo, el porcentaje de ocupación llega al 63,49%, mientras que en la baja (Agosto aparte) Abril-Octubre, se queda en el 47,27%. Es decir que, desde el mero punto de vista estadístico, en ningún momento puede plantearse la necesidad de incrementar la oferta alojativa. Pero la realidad es más compleja y, de hecho, una buena parte de esa estructura alojativa está envejecida y no reúne las condiciones adecuadas. Y como pasa con cualquier actividad económica, hay que reinvertir lo que se va amortizando con el uso, con el tiempo y con la obsolescencia de las instalaciones.

Y es en esa tesitura, y debido a las características del uso territorial con que opera el turismo, donde se plantean dos posibilidades diferenciadas de actuación. La primera, construir las nuevas plazas turísticas en territorio no utilizado (a estos efectos el que sea urbano, urbanizable o cualquier similar no tiene relevancia). La segunda, como se hace con cualquier recurso (no mercancía), y todavía más si se trata de recursos naturales no renovables como es el caso del territorio, lo adecuado es renovar su utilización, justo en el mismo sitio en que ha envejecido. De forma que no se ocupe más suelo y aparezcan las demandas de infraestructuras subsiguientes.

Y es aquí, ante esta doble posibilidad, donde la Revisión del PIO apuesta por la primera opción, aportando todo el territorio que demanden los especuladores inmobiliarios. Y, de forma implícita, aceptando el círculo vicioso que esta estrategia provoca. Que no es otro que el uso de los nuevos territorios turísticos construidos que utilicen nuestros visitantes, suponga el olvido y abandono de las viejas instalaciones y vayan convirtiéndose en barrios abandonados, guetos y, en el fondo, tierra quemada. En otras palabras, al adoptar esa estrategia, de forma simultánea, se ocupa más territorio virgen y se genera abandono urbanístico de los espacios sustituidos.

Porque nadie mínimamente sensato puede apostar por doblar el número de plazas turísticas en Gran Canaria. El mundo de “cuanto más, mejor” ya no existe. Por eso puedo hablar de infinita desmesura. Volviendo por un momento a los datos, si con las nuevas plazas turísticas se pretendiera mantener el actual grado medio de ocupación (recordemos el 58%), tendrían que venir a Gran Canaria 7,2 millones de visitantes. Y , además, que la capacidad total propuesta permitiría, en el tope, llegar a cerca de 12 millones de turistas en Gran Canaria.

Como es obvio esta desmesura no procede ni de la ignorancia ni del despiste. Se plantea así, porque va a permitir ocupar mucho más territorio del que hoy está realmente ocupado por el turismo. Y eso sería absolutamente insostenible desde cualquier perspectiva inteligente. En la práctica lo que va a ocurrir en el año tope, es que va a haber una cantidad de plazas turísticas similar a la que hoy existe. Lo que sí ocurrirá es que los turistas de entonces se alojarán en instalaciones nuevas y distintas. Se habrá producido una ruleta rusa infernal, de forma que quienes posean a día de hoy terrenos ya habilitados, pero todavía no ocupados, van a sustituir en el negocio a todos los propietarios de establecimientos turísticos que se vayan quedando viejos, sin las condiciones requeridas en cada momento y en antiguas áreas turísticas en degradación.

En pocas palabras, lo que la Revisión del PIO está proponiendo es una política de deslocalización interna en Gran Canaria. Donde los grandes propietarios de suelo se van a forrar especulando a costa de los empresarios turísticos que no tienen terreno a donde mudarse. ¡Salvo que se lo compren a quienes ya lo tienen!

Si analizamos estas estrategias desde la perspectiva de creación de empleo, nos encontramos con que la demanda de trabajo por el sector de la construcción es menor cuando se trata de obra nueva que en las obras de reforma y modernización. Es evidente que este hecho se trataría de un dato importante a tener en cuenta para cualquier estrategia. Y no es el caso.

Es en este escenario (dato adicional, solo el municipio de Mogán demanda un crecimiento de 32.000 plazas hoteleras) donde cobra todo su sentido la “movida” político-empresarial a la que asistimos en los últimos tiempos. Quejándose que cuando deciden invertir y crear empleo, aparece la burocracia de las Administraciones Públicas y se lo impiden. Cuando quieren construir los NUEVOS hoteles de las famosas 4 estrellas (más baratos), les obligan a construirlos de 5 estrellas. Y se remontan, exigiendo que “como hay tanto paro”, que no les impidan invertir en cualquier cosa. Y que no está el momento para exigir respeto al territorio, ni a la ordenación urbanística ni a zarandajas de ese tipo. Que no les molesten y que los dejen hacer cualquier cosa porque el mercado se gobierna él solito y sin que nadie lo manipule.

Si se recuerda, esta es una vieja salmodia, que llega a apuntar incluso más arriba exigiendo nada menos que la desaparición de la COTMAC. Como si el territorio insular pudiera ordenarse dentro de los límites de cada municipio y sin tener en cuenta para nada el resto.

Nunca pensé que después de más de 30 años de cultura urbanística y territorial, alguien se atreviera a dinamitarla y proponer esta desaparición. Pero en este disparatado mundo que nos toca vivir, resulta que sí. Y nada menos que el PP y CC apuestan ahora por tamaña insensatez.

Pero, a poco que nos demos cuenta de por dónde quieren que vayan las cosas, veremos con claridad sus intenciones. Y es que quieren aprovechar el actual boom turístico para repetir ¡una vez más! el ciclo transitado ya tantas veces. Y es que no saben hacer otra cosa. Solo conocen y se interesan por el corto plazo. Lo que quieren es especular con el territorio y para ello necesitan que desaparezca cualquier regla o Directriz. Necesitan la jungla.

Una última consideración creo que es imprescindible. Por mucho que ustedes pregunten a toda persona cualificada sobre cuáles serían las propuestas estratégicas para el futuro de Canarias. Todo el mundo, sin excepción, coincidiría que es necesario, diría que ineludible, la Diversificación Económica. Sobre todo para poder hacer frente, mejor que ahora, a una de las mayores debilidades estructurales de la economía canaria: su fragilidad. De tal modo que huir del monocultivo como si fuera la peste, es algo aceptado, repito, por todo el mundo.

Pues bien, la estrategia del PIO es justamente la contraria. Es llevar hasta sus últimas posibilidades el monocultivo turístico. Y para ello es necesario desmantelar todo lo que hemos venido construyendo en los últimos 30 años, que tenía y tiene como objetivo evitar la insostenibilidad territorial del modelo canario.

La dirigencia político-económica de Gran Canaria, me atrevería a decir canaria, apuesta una vez más por el turbocrecimiento turístico sin limitación alguna, y este PIO les sirve de perfecta coartada técnica.

Porque saben que, después de este boom, si se revienta otra vez la burbuja inmobiliaria, ellos no tendrán ningún problema. Habrán ganado cantidades indecentes de dinero especulando con el territorio. Porque lo que quieren es ganar dinero y no se consideran obligados a pensar en el largo plazo, y mucho menos a tener en cuenta las consecuencias de todo tipo de sus actividades económicas. Así es nuestra Dirigencia.

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