Espacio de opinión de Canarias Ahora
Populismo interesado
En los últimos años, especialmente desde la llegada de la Gran Crisis que azota nuestro mundo más o menos civilizado son muchos los partidos y o formaciones que han aparecido en la arena política, marcadas todas ellas, por el mismo sesgo ideológico.
Sus principales eslóganes tienen como enemigo “a batir” las masas de inmigrantes que se mueven por el globo, similares las bíblicas langostas que asolaron el reino del faraón.
El discurso no es nada nuevo y menos en una Europa donde un partido, el Nacionalsocialista liderado por Adolf Hitler, lo convirtió en una de sus principales enseñas para limpiar Alemania de todo aquel que no respondiera a las exigencias de la raza aria.
Ahora, muchas décadas después, los inmigrantes y todos los males que éstos acarrean vuelven a ser la “víctima propiciatoria” para que una legión de demagogos enarbolen la bandera del nacionalismo patrio en defensa de las señas de identidad de tal o cual nación.
No obstante, detrás del discurso racista y xenófobo se esconde otros intereses que tienen que ver más con el deseo de mantener un determinado estatus de vida, el cual poco o nada tiene que ver con los inmigrantes a los que tanto nombran.
La realidad es que la inmigración nunca ha sido un verdadero problema para el estado finlandés, ni siquiera ahora. Cierto es que tras la ola de atentados integrista que han asolado buena parte del continente, incluyendo los que sacudieron nuestro país en el año 2004, se han endurecido los requisitos para quienes desean quedarse a vivir y trabajar en este país y no sean ciudadanos de la Unión Europea.
Sin embargo, Finlandia tiene en su duro y exigente clima, una de las mejores defensas creadas por la naturaleza para evitar la llegada masiva de personas. Si a eso le sumamos una forma de entender la vida, sobre todo profesionalmente hablando, marcada por el rigor, la exactitud y un alto rendimiento laboral, queda claro que no todo el mundo puede llegar a adaptarse en estas tierras del norte de Europa.
Por ello, lo que de verdad esconde el discurso del partido de los Verdaderos Finlandeses es su deseo de no perder ninguno de los privilegios a los que están acostumbrados los habitantes de este país, privilegios que ellos entienden que se pondrían en peligro si se siguieran destinando enormes cantidades económicas para salvar a países que suelen aparecer retratados como manirrotos o derrochadores.
No hay que perder de vista dos cosas. Primero, que dos países nórdicos, Islandia y Dinamarca, sí sufrieron una dura recesión, el primero por su mala gestión bancaria y económica y el segundo por la crisis de la construcción y ninguno de los dos pidió ayuda a la comunidad. Buscaron soluciones, pusieron restricciones para evitar que la historia se volviera a repetir y ya está.
Y segundo, que los nórdicos suelen escoger los países que ahora necesitan las ayudas, tales como Grecia, Portugal y, sobre todo España ?una vez sí y otra no, en la lista de los futuros merecedores de dichas ayudas- como destino vacacional, razón por la cual conocen algo de su idiosincrasia. No pretendo decir que al finlandés medio le mueven los tópicos a la hora de juzgar un lugar u otro, pero sí que es cierto que hay cosas que, por mucho que se las quiera explicar, no las entienden, sobre todo la laxitud con la que parece que los latinos nos tomamos las cosas.
En realidad, muchos ciudadanos finlandeses, sobre todo aquellos que viven en las grandes ciudades, suelen estar muy atentos a lo que ocurre por el mundo, tanto gracias al rigor de sus informativos, en los cuales se dan noticias de todo el mundo como por los informativos de cadenas como BBC World y CNN.
Gracias a dichas cadenas, los finlandeses se enteraron del esperpento protagonizado por los controladores aéreos españoles, hace tan sólo unos meses. Aquello les pareció, además de marciano, carente de toda lógica, algo que también ocurrió con la reacción de la población helena, una vez se aprobó el paquete de medidas para ayudar a reflotar la economía del país. En aquella ocasión, la respuesta a tales ayudas fue la de declarar una huelga tras otra, en vez de buscar un compromiso que evitara que la situación se repitiera en un futuro.
Y es de eso mismo de lo que se alimentan los líderes del partido de los Verdaderos Finlandeses para estructurar su discurso antieuropeísta y nacionalista. Queda por ver si son capaces de mantener el mismo discurso una vez entren a formar parte del futuro gobierno de la nación, dado que, desde la barrera, se ven las cosas de una forma muy distinta a cuando se está en el ruedo. Es muy fácil criticar cuando se tiene claro que eso es lo único que se puede hacer.
De todas formas, su claro ascenso en un aviso “a navegantes” de los problemas que los desmanes de unos pocos ?los especuladores, los usureros, los avariciosos y todos aquellos descerebrados sin ética ni conciencia social que nos han llevado a la situación en la que estamos inmersos- pueden acarrear a la mayoría.
La realidad es que la misma existencia de un partido como los Verdaderos Finlandeses no es una buena noticia para nuestro mundo, porque demuestra que el ser humano no solamente no ha aprendido casi nada del pasado, sino que parece dispuesto a repetir los mismos errores. Y eso sí que es una mala noticia y no todos los titulares que han llenado los medios de comunicación en los últimos días.
Eduardo Serradilla Sanchis
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