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A propósito de 'Soltadas uno', de Victoriano Santana Sanjurjo

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Ya sabemos aquello que dijo Borges de que se enorgullecía, no de los libros que había escrito, sino de los que llevaba leídos. Quizás por eso fue capaz de imaginar el mundo como una extraordinaria Biblioteca de Babel. Y quizás, también, por todo lo leído, el creador de El Aleph es tan excepcional escritor. Y es que, según yo lo entiendo, escribir y leer componen un binomio que andan juntos de la mano o que se complementan como la imagen y su reflejo en el espejo. En la base de un buen escritor siempre subyace un buen lector. Algunos de esos escritores hacen que sus lecturas fecunden su escritura. Bien de forma subyacente, como un caudal recóndito de aguas vivificadoras de la creación literaria. O bien, asimismo, de manera explícita, dejando que los textos leídos sean protagonistas y objetivo de la disposición de las palabras. La crítica y el ensayo forman parte de ese segundo supuesto.

Valga lo hasta aquí expuesto a manera de pórtico para acercarnos a Soltadas Uno (Mercurio Editorial, Madrid, 2021), la reciente entrega de Victoriano Santana Sanjurjo donde reúne una colección de textos de crítica y ensayo literario, además de otras cuestiones de variado cariz. Y señalo esto último porque no en vano el volumen lleva el subtítulo de “[de literatura y…]”. Detrás de esos puntos suspensivos aguardan diferentes y estimulantes propuestas. Política, religión, educación, redes sociales, ética, memoria… mezclan sus caminos con los de lo estrictamente literario, pero siempre desde una unívoca conciencia crítica, haciendo buena aquella afirmación de Ortega acerca del ejercicio de la crítica como un acto de pasión. Algo que se cumple sobradamente y con intensidad en este volumen del profesor Santana Sanjurjo.

Apuntaban Barthes y compañía la suerte final del autor desapareciendo en pro de la preponderancia del texto como referente absoluto. Lo que ocurre, y sin ánimo de reiterar debates pasados, es que aquí el texto es el autor y viceversa. Alguien dijo que el crítico es el único escritor que no puede decir ''yo'', apuntando, así, a la supuesta o, más bien, pretendida, objetividad frente a las hipotéticas desviaciones de sentido o significación implícitas en el desarrollo de lo subjetivo. La escritura de Santana Sanjurjo es muchas cosas, pero no aséptica, distante, o inocua. Como quería Neruda cuando reivindicaba una poesía “impura” desde las páginas de la mítica revista madrileña Caballo Verde para la Poesía, la voz de nuestro autor está impregnada de múltiples resonancias y reverberaciones que le otorgan una honda autenticidad y una profunda vinculación con su propia manera de concebir el ser y estar.

Y ello es así porque Soltadas Uno es una muestra bien vívida de la implicación indisoluble entre lectura, escritura y vida. Esa etérea, pero significativa trilogía, se alía en la labor reflexiva de Santana Sanjurjo. Y por eso sus textos están surcados y marcados por aspectos referidos a su memoria, a su biografía, a los paisajes, escenarios e historia insulares, a personas y personajes reconocibles y, como no podía ser de otra manera, a los libros que han dejado huella en su saber y conocimiento que, dicho sea de paso, son extensos, bien fundamentados y siempre rigurosos.

Ciertamente, Canarias y sus derivaciones literarias ocupan buena parte del volumen. El continuo y exhaustivo quehacer de Santana Sanjurjo como espectador y actor destacado del devenir cultural isleño le facultan para esa tarea que conoce y también protagoniza bien de cerca y desde diferentes niveles de alcance. Pero, como ha quedado apuntado, el ámbito de su escritura y, con ella, de su mirada crítica, abarca muchos otros niveles de la realidad cotidiana, del universo cultural y educacional o del acontecer sociopolítico, más allá de las fronteras isleñas. Pero siempre, e importa señalarlo, desde una clara y decidida conciencia ética.

Y junto a esa conciencia ética que informa su visión crítica hay que destacar la originalidad y rigor con que aborda los temas que le ocupan. Victoriano Santana Sanjurjo es, ciertamente, un crítico que, al contrario de esa antes aludida concepción supuestamente objetiva que lleva a la abolición del yo, es, digo, un crítico que piensa y escribe desde la más rotunda subjetividad. Una subjetividad que no soslaya el conocimiento, el saber acumulado, la interrelación entre diferentes disciplinas, la discrepancia, o la íntima confesión. Por eso su voz se nos presenta con el aval de la autenticidad. A citar también, como notas que configuran por momentos el trazado de su escritura, el uso del humor y la ironía, la parodia o la intertextualidad, entre otros diversos recursos del estilo. Y a citar, igualmente, el exquisito trabajo de lenguaje, su escrupuloso tratamiento de las palabras, su cuidadoso transitar por los territorios del verbo como un orfebre del idioma.  

Quien piense que en Soltadas Uno va a encontrarse con un ejercicio de crítica y ensayo al uso, se equivoca. La colección de artículos que conforman el volumen es toda una experiencia de descubrimientos, ya sea en el enfoque con que el autor aborda los temas a tratar, ya sea por la exploración de sentidos que despliega en su escritura, ya sea por el íntimo desvelamiento de complicidades y devociones –Cervantes, García Márquez y Saramago es su trío referencial-, o ya por el despliegue de argumentos estilísticos.

Ciertamente, trátese de lo que se trate, los textos que componen el volumen dejan una impronta que propicia una estela reflexiva en el lector prolongándose más allá de la inmediatez de la lectura. Pero no solo en lo referido a la enjundia de los temas que se afrontan. La sorprendente singularidad del tratamiento verbal de varios de ellos incide en ese espíritu. Pienso, por ejemplo, en esa suerte de “callejero vital” con que Santana Sanjurjo transita por su biografía y las calles en que vivió y, al cabo, se transforma en experiencia literaria. O esa extraordinaria muestra de parodia e impostación que, sin renunciar a la pulsión reflexiva sobre la monarquía, encierra el discurso titulado “Felípica” compuesto a semejanza de los mensajes del jefe del Estado en Nochebuena. 

Los ejemplos podrían multiplicarse y no harían sino incidir en aquello que quedó apuntado desde el inicio. En Victoriano Santana Sanjurjo la crítica es un extraordinario ejercicio de pasión. Y es, especialmente, un ejemplo sobresaliente de la implicación entre lectura, escritura y vida. De ahí su hondura. De ahí su autenticidad.      

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