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De la tristeza al enfado

Lidia Rodríguez

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Quedan horas para el estreno de la Casa de Papel en Netflix. No llevamos ni un mes encerrados y los ánimos en redes sociales pasan de la tristeza al enfado. Nos enfadamos por la portada de ABC, por VOX, por la prensa españolita de ‘bien’. Nos enfadamos por las caceroladas de la extrema derecha contra Pedro Sánchez. Nos enfadamos por la falta de recursos y por los tertulianos de Telecinco. Nos enfadamos mientras entonamos el ‘Bella Ciao’ o ‘Resistiré’.

La tristeza de hace unos días, cuando el presidente del gobierno de Canarias dijo eso de que nos teníamos que ir “mentalizando” para seguir confinados por lo menos hasta mayo, se ha ido disipando. Intento desconectar, seguir con la rutina, hacer muchas clases de Yoga. Me paso el día intentando huir de la hostilidad, pero, también, del discurso vacío lleno de sensibilidad con ‘Resistiré’ de fondo. Me paso la semana intentando huir de los mensajes de WhatsApp, de las cadenas de Instagram, de los directos, de las fotos que me mandan y no quiero tener en mi teléfono, de los bulos y del clickbait. Intento huir, pero reconozco que también caigo.

Vivir hiperconectados/as tiene muchas cosas buenas, como las videollamadas con amigas a las 23:00 de la noche para hablar de cómo celebraremos los cumpleaños que tenemos pendientes. Pero esa hiperconectividad que nos genera la necesidad de saber lo que está pasando a cada instante, también, tiene cosas malas como; que nos lleguen mensajes que no nos apetece contestar, familiares que nos mandan bulos o fake news o muchas exclusivas y noticias de ‘última hora’ que nos generan ansiedad. En esos dos márgenes nos movemos estos días, entre los optimistas que comparten canciones y los que se quejan mucho, de forma excesiva, por todo lo que pueden.

Debemos saber distinguir entre la crítica justificada y la intencionada. Y, sobre todo, debemos pararnos a reflexionar y no creer que todo lo que se plasma en redes sociales es real. Si en situaciones normales es difícil controlar toda la información que nos llega y saber reaccionar de forma cívica, en estado de confinamiento se vuelve más complicado autogestionar las emociones. Estos días en los que la intensidad se ha convertido en la norma, mientras la información fluctúa entre las críticas justificadas al gobierno y las que genera la extrema derecha para debilitarlo, debemos aprender a relativizar. Debemos pararnos a respirar.

Así que voy a dedicar este espacio para dar un consejo que una periodista nunca debería dar. Desconecta. Apaga la televisión. Respira. Haz ejercicio. Habla con tu grupo de amigos. Haz planes mientras comes algo de fruta. Disfruta del desayuno. Si estás sano/a y no tienes a ningún familiar enfermo/a, vive y celebra que lo estás, porque es muy posible que durante los próximos 15 días repitas el patrón y pases, otra vez, de la tristeza al enfado.

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