'Luzia', el inspirador viaje a México a través de la luz y la lluvia que trae el Circo del Sol

Una mujer despliega las alas de mariposa en Luzia, el espectáculo del Circo del Sol que llega este verano a Gran Canaria.

Jennifer Jiménez

Londres —

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Un campo de 5.000 flores de cempasúchil en tonos anaranjados, especies que guardan grandes lazos con México y la muerte, adorna la primera escena del imponente escenario en el que se desarrolla la trama de Luzia, el espectáculo del Circo del Sol que emplea el agua (principalmente en forma de lluvia) y la luz como elementos protagonistas de la creación. En ese campo de flores aterriza un viajero después de que se escuche el fuerte sonido de un avión. En realidad, es el aviso de que el espectador se adentra desde ese momento en un viaje en el que le esperan un sinfín de sorpresas. El Royal Albert Hall, en Londres, está siendo testigo estas semanas de la belleza y armonía que se funden en esta oda acrobática de la que se podrá disfrutar este verano en Gran Canaria.

En Luzia se respira México. Los sonidos evocan a este país con cumbias y canciones en español a las que los acordeones, la guitarra o la percusión impregnan de dramatismo cuando la escena lo precisa, pero también de alegría, especialmente cuando se acerca el fin de la obra. La majestuosa voz de Majo Cornejo se impone sobre el escenario transportándonos a ese viaje como si de un sueño se tratara. El color también representa un papel importante donde participan todas las gamas en perfecta armonía gracias a la intermediación del juego de luces que aportan una misma tonalidad a cada escena. Sin embargo, si hay un ingrediente que convierte a esta obra en única es el agua, ese elemento conductor que transporta al espectador a regiones impensables y a escenas, que aunque son imaginarias, están cargadas de una fuerte expresividad que la convierte en realista. En total, en cada función de Luzia se emplean unos 10.000 litros, gracias a un sistema diseñado para que el espectáculo pueda recorrer Europa, pero que se reutiliza para cada función.

Es el realismo mágico lo que permite mostrar un México tan imaginario y a la vez tan real. Muchos de los artistas con los que cuenta Luzia proceden de ese país y manifiestan la manera tan “decorosa” con la que se construye, sin caer en tópicos y respetando la esencia. Así lo explica, por ejemplo, Gerardo Ballester Franzoni solo unas horas antes del espectáculo. Tiene un papel fundamental en la obra ya que es el maestro de los títeres, grandes protagonistas del entramado. En especial, destaca la figura del caballo gigante metálico, que hace alusión a un tren que avanza, y que marca el comienzo de la travesía del viajero. Pero el favorito de este reconocido titiritero es el jaguar. De hecho, este animal representa una de las escenas que mayor sentimiento puede despertar entre el público. En ella, un hombre trata de ganarse la confianza del felino, representado por un títere de gran tamaño que se mueve y se comporta igual que este animal. “No vamos a ver a un animal humanizado, y eso es bastante interesante”, explica, ya que el títere se comporta “con el carácter de ese animal”. La escena además tiene una fuerte carga onírica, que se consigue gracias a la presencia de una piscina de la que emerge el agua.

Los cambios de escenario se realizan a una velocidad de vértigo y de una manera en la que pasan desapercibidos los movimientos ante los ojos del público. En esos momentos cobra vida también el humor, evocado en figuras como la del payaso playero con el que se viven momentos de gran diversión, interactuando con las personas asistentes al espectáculo, pero también por parte de otras figuras como los cactus, seña de identidad del país que se construye en Luzia.

Acróbatas que desafían la gravedad

El espectáculo no tendría el nivel y el estatus del que goza si no fuera por la calidad artística de sus integrantes. Se trata de acróbatas que interpretan escenas que se vuelven cada vez más difíciles, casi imposibles, en las que la concentración, la fuerza y el equilibrio se convierten en elementos que sustentan la obra. “Amar lo que haces, para mí es de lo más importante porque, si no, no tendría motor para hacerlo”, detalla una de estas reconocidas acróbatas antes de la función. Diana Rosas Ham empezó a entrenarse desde muy pequeña y reconoce que llegar hasta Luzia es un sueño después de tantos años de esfuerzos en los que se ha curtido como artista en diferentes ámbitos, desde el teatro de calle hasta musicales o televisión. Admite que el trabajo de un artista de circo siempre implica un riesgo, y por ello es fundamental la preparación diaria: “entrenar, practicar los movimientos que hacemos en el show muchas veces, comer bien, tratar de dormir bien y estar contentos y divertirse, porque no todo es trabajar”, señala la acróbata.

La artista considera, al igual que Ballester, que una de las claves de Luzia es que todos los integrantes se tratan como a una gran familia y se respira hermanamiento. Además, afirma que, como mexicana, la obra le ha hecho apreciar aspectos de su país de los que antes no se había percatado y que encuentra nuevos significados sobre México cuando la sigue apreciando. “La gente que hizo esto de verdad era una máquina creativa increíble”.

Durante el espectáculo, el público contempla desde impresionantes saltos, al manejo de los aros con enorme agilidad y velocidad. En uno de los episodios, siete acróbatas vestidos de colibríes brincan por aros de apenas 75 centímetros de diámetro, a veces con los pies por delante, otras de espaldas, y en ocasiones doblados. En otro acto, tres hombres lanzan a una voladora por encima de sus cabezas donde realiza sus complicadas volteretas.

El rol de las mujeres, cargado de fuerza

Mujeres y hombres se reparten protagonismo por igual en este espectáculo del Circo del Sol rompiendo estereotipos de género en muchas de las escenas. Ellas destacan por papeles protagonistas donde brillan por su agilidad, por las formas que crean o la suspensión en el aire gracias al manejo de las cuerdas. Una de las principales protagonistas despliega sus alas de mariposa, simbolizando a la migración anual de la mariposa monarca desde el sur de Canadá hasta el centro de México.

Las mujeres también están representadas en otros planos que no ocupan tradicionalmente en otros espectáculos y mostrando la misma capacidad que los hombres en esas destrezas. Por ejemplo, la escena en la que se interpreta un duelo de habilidades en el fútbol. En un primer momento, un hombre y una mujer miden su capacidad de control del balón, haciendo botar, rodar y girar la pelota, usando para ello sus rodillas, pies, suelas y nuca. En la escena aparecen otros hombres y mujeres que dominan la misma destreza. Los protagonistas rinden así tributo a un deporte que destaca en México y no se detienen ni siquiera cuando comienza a llover.

No es el único deporte que se escenifica. También se homenajea a la famosa lucha libre del país. Un hombre ataviado con la popular máscara e indumentaria se cuelga sobre un altísimo columpio con el que es capaz de girar hasta dar vueltas al completo. El ritmo de los malabares, que envuelve a los espectadores en un juego rápido de manos no falta tampoco, así como la espectacular contorsión, donde un hombre es capaz de tocar su pelvis con la nuca. Los impresionantes saltos de acróbatas de un columpio otro lanzando a sus compañeros y compañeras hasta a diez metros en el aire y la fiesta final llena de alegría, movimiento y color ponen el broche de oro a esta experiencia.

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