Sergio Gil inaugura en Gáldar ‘Makaronesia: Serie Cardones’, calor y color de raíces insulares propias
Los monumentos vegetales atlánticos siempre han sido para el artista grancanario Sergio Gil un estímulo. Son monumentos, de eso no hay duda, y a ellos rinde tributo casi permanentemente: cuando la ocasión lo permite, en formato de escultura, el resto de las veces plasmándolos sobre lienzo. Y ahí lo hace también monumentalmente, como podrá apreciarse desde este viernes en la Casa-Museo Antonio Padrón, de Gáldar, donde queda colgada hasta el 31 de agosto su exposición Makaronesia: Serie cardones.
Se trata de una muestra repleta de alma, color y raíces insulares, una ventana abierta al universo creativo de un autor que se mira y también se reconoce en el Atlántico y en sus orillas. Canarias, su simbología y su naturaleza se encuentran además en la puerta de entrada de este mundo prodigioso.
La muestra se inaugura este viernes, 6 de julio, a las 20.30 horas, en la Casa-Museo Antonio Padrón. Centro de Arte Indigenista, espacio del Cabildo de Gran Canaria en Gáldar, e incluye un total de dieciocho obras en técnica mixta. La iniciativa supone además un regreso sentimental del artista al municipio de su familia paterna y de sus antepasados.
“Para mí es un honor exponer en Gáldar y en este museo”, confirma el pintor y escultor grancanario, que estará acompañado en el acto de inauguración por Fernando Lorenzo, magistrado emérito y ex presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias; el director de la edición digital de Canarias7, Manuel Mederos, y el licenciado en Geografía José Juan Santana Quintana.
La exposición permanecerá abierta hasta el 31 de agosto y se podrá visitar de manera gratuita de martes a domingo, de 10.00 a 19.00 horas, en el citado centro dependiente de la Consejería de Cultura de la corporación insular que dirige Carlos Ruiz.
La muestra cuenta con una hoja de sala con un reflexivo, lleno de matices y sugerente texto del escritor y periodista Santiago Gil que se detiene en varios de los puntos clave de esta propuesta artística. “El estado de ánimo influye más en quien mira el cuadro que en quien lo pinta. Incluso los tonos tenebristas pueden devolvernos la armonía y las ganas de vivir si venimos predispuestos a que nos conquiste la magia de las abstracciones”, apunta.
Santiago Gil agrega que “hay algo atávico, como una pista del tiempo, entre las ramas de un cardón, ni siquiera la sombra sabe detenerse ante su presencia. Los cardones se enredan como si fueran gigantes que estuvieran presos entre sus propios brazos, como si supieran que la felicidad depende de la custodia que haga uno mismo de su cuerpo. Un cardón es un universo que solo se entiende mirando desde lejos, y si es posible desde una perspectiva muy lejana”.
Sobre la inmersión de la obra de Santiago Gil en el océano, el escritor señala: “Atlántico. No concibo otra palabra mejor que ésta para reconocerme y para recordar siempre de dónde vengo y cuál es el camino. Estos cuadros no se concebirían sin la presencia del océano sonoro que vemos desde cualquier montaña lejana de la isla, y también cuando estamos lejos de la isla, en el continente o a miles de kilómetros de nuestras orillas”.
“El arte”, agrega Santiago Gil, “vence al tiempo. Da lo mismo lo que duremos los seres humanos. Cuando nos hayamos ido todos serán las esculturas y las pinturas que dejemos por el mundo las únicas que se terminarán confundiendo con la naturaleza. Incluso en los cataclismos. De alguna manera somos parte de un mismo sueño”.
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