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Casado y otras mentiras

Pablo Casado en la entrada de Moncloa.

José A. Alemán

Debo lamentar y lamento la despiadada relación del colega Ignacio Escolar de los tendenciosos bulos de Pablo Casado acerca de inmigración, inmigrantes y asimilados. Se pasó de rosca el colega pues, aun teniendo razón, no tuvo en cuenta que debió llevarle tiempo al nuevo mandarín del PP prepararse para batir nuevos récords académicos. No está al alcance del común aprobar del zapatazo tropecientas asignaturas, acabar un máster tan esquivo que ni se sabe si existe y ni les cuento de la restauración de la imagen de José Manuel Soria que deja tamañita la del Pórtico de la Gloria compostelano. Claro que Casado no pertenece a ese común como bien demuestra la fulgurante trayectoria que lo aupó a la presidencia del partido que lleva aparejada la diplomatura de enterado de la caja del agua que concedían los antiguos isleños socarrones a quienes se empeñaban en virar las tornas sin saber de los turnos para regar y sus adulamientos. Ese fue el origen de la titulación, por llamarla de alguna manera, que se fue extendiendo a otros ámbitos en los que ni puedo extenderme aquí.

Volviendo a lo que iba, es comprensible que con semejante dispersión se le fuera el baifo a Casado al anunciar su visita a Ceuta y Algeciras “para abrazar a la Guardia Civil y a la Policía Nacional”, lo que dio al perverso periodista mencionado ocasión de sugerirle que aprovechara para fotografiarse con los voluntarios de las ONGs y aclararles que no les reprocha, qué va, su dedicación a salvar vidas de sujetos tan peligrosos como los que huyen de sus países; niños incluidos, pues es fama que acaban creciendo.

Sin embargo, ya ven, poco le duró el desconcierto a Casado porque enseguida pegó a hablar de los trillones de africanos que se agolpan en la frontera para metérsenos dentro al menor descuido a despecho de las afiladas concertinas que para destrozarlos les han puesto caballeros cristianos que han añadido caritativamente gas mostaza con que rociarlos para mayor escarmiento.

Llama la atención, añadiré, que Casado hable en todo momento de “africanos”, seguramente para no decir “negros”. Lo que me recuerda, de mis días en La Laguna, a un compañero guineano al que irritaba que lo describieran como “de color” cuando, decía, de color somos todos: él era negro como los había blancos, amarillos y hasta rojos con sus matices y diversas intensidades y un largo etcétera demostrativo que hablar del color de los seres humanos era grave imprecisión que agrandaba los prolongados tragos de vino de “Tacorongona”, que decía Nijota hermanando los caldos de Tacoronte con los traídos de Tarragona.    

Desconozco, dicho sea para continuar con Casado, la naturaleza de esa venada que no sé si considerar racismo o xenofobia. Aunque tampoco importa mucho porque lo que en verdad conviene tener claro es que todo se reduce al final a la búsqueda de réditos electorales incitando al repudio a los inmigrantes con no pocas mentiras que provoquen desazón e introduzcan la incertidumbre a rentabilizar en las urnas, sobre todo si logra sintonizar y se produce lo que está en el ambiente: el vuelco de la UE en las elecciones del año que viene en que podría instalarse en las instituciones de la Unión el populismo nacionalista y antieuropeo que va engordando. 

En España y donde no es España se califica el fenómeno, sus indicios, de “ola conservadora” de forma harto sospechosa, como si trataran de no alarmar antes de tiempo impidiendo que sea vea que la presunta ola es una marea de aquí te espero. Y no creo que a Casado se le escape de qué va esa marea. Si ya, como indiqué, se señalan paralelismos respecto a la agitación social y bélica de la primera mitad del siglo pasado y a la forma en que condicionó la segunda mitad, no sé si en el caso de España puede hablarse de superación de unas circunstancias que cuatro décadas después de la muerte de Franco generan todavía situaciones relacionadas con la memoria histórica que detestan hasta como enunciado los añorantes de la dictadura de los que no anda falto, precisamente, el PP. Y ahí está la polémica del Valle de los Caídos y los intentos de pasar por obras de arte monumentos levantados en conmemoración de la Victoria en un guerra civil criminal. Pueden señalarse más muestras de lo que hay pero resulta ejercicio cansado y bastante inútil.

Estas consideraciones me llevan directamente a Pablo Casado. Algunos medios lo consideran responsable de un viraje del PP a la derecha y así será sin que acabe de entender que puede sorprender de esos giros si siempre se ha dicho y comprobado que la cabra tira al monte. Y en este sentido ciertas declaraciones de Casado por TV, mucho antes de salir elegido mandarín principal, resultan reveladoras. Fue por los días en que se le preguntó a Rajoy, en no recuerdo qué programa televisivo, por el cumplimiento de la ley de Memoria Histórica. Rajoy no dudó en plantar ante la cámara su mano derecha con las puntas de los dedos pulgar e índice unidas en forma de círculo mientras proclamaba que se había destinado al cumplimiento de esa ley “cero euros”. Lo dijo como si presumiera de un éxito importante de su Gobierno, que eso era para él, a lo que se ve, no cumplir deliberadamente con un mandato parlamentario. En cualquier país de democracia consolidada de verdad le hubiera costado la dimisión pues ahí es nada que todo un presidente de Gobierno considere un mérito semejante incumplimiento. Y ni les cuento de las fuerzas parlamentarias que impulsaron la ley arrumbada malamente y nada dijeron.

Ya en otras ocasiones me he referido a esta “actuación” de Rajoy en la tele. La que no es mera anécdota sino consustancial a la derechona española. Por los mismos días, Rafael Hernando, portavoz parlamentario del PP, se despachó a gusto asegurando que el interés de las familias en recuperar los restos de familiares estaba en la posibilidad de hacerse con algún dinero; como si bajo la dictadura hubiera sido posible no ya recuperar los restos de los familiares asesinados sino saber a ciencia cierta en qué cuneta o fosa común los tiraron los asesinos. 

En cuanto a Pablo Casado, no viene mal recordar su embestida contra los “carcas” de izquierdas que se pasan la vida contando las “batallitas del abuelo” y otras lindezas reveladoras de un pensamiento miserable. No creo que ni el país ni el PP hayan ganado nada con el advenimiento de semejante personaje y de los que siguen su estela.

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