La llegada de la Segunda República a La Gomera
Tal día como hoy, hace 83 años, las urnas provocaban el fin de la Monarquía y el inicio de la II República española, que duró tan sólo unos pocos años, pues en 1936 se declaró la Guerra Civil Española y el 1 de abril de 1939 se proclamó la victoria definitiva del bando insurgente y el comienzo de una nueva etapa nacional, que duró 40 años, y que dio paso a nuestra actual democracia. Aprovechando la ocasión, recuperamos un texto publicado en 1931 en el diario 'El Progreso' transcrito por el historiador Ricardo Valeriano Rodríguez sobre la llegada de la Segunda República a la isla de La Gomera.
Las primeras versiones
Desde las primeras horas del día catorce circulaban insistentemente rumores del cambio de régimen, viéndose en los alrededores del Centro de Telégrafos nutridos grupos que esperaban noticias del desarrollo de los acontecimientos.
El pueblo presentaba un aspecto movido e interesante, no tardando chispazos da manifestaciones que no tardaron a realizarlas.
La noticia. Júbilo, la manifestación
Al conocerse con seguridad la noticia de la proclamación de la República, trasmitida por telégrafo, con entusiasmo fué desbordante y en medio del júbilo indescriptible diéronse vivas a la República naciente, a España, a Alcalá Zamora y a otras personalidades, disparándose numerosos cohetes entre el contento general, que cristalizó en diversas manifestaciones que recorrieron la población.
Al siguiente día, confirmada oficialmente, se formó alrededor de las cuatro de la tarde una imponente manifestación compuesta por elementos de todas las clases sociales, las que con delirante entusiasmo aclamaba la República, recorriendo las principales calles acompañada de la Banda de música local y presidida por los elementos del Comité republicano.
Organizada en la plaza de la iglesia y marchando a su frente la bandera republicana partió por la antigua calle Central entre disparos de inmensa profusión de cohetes y repique de campanas.
Al pasar frente al domicilio del señor alcalde hizo alto la manifestación que en medio de frenéticos vivas requirió la presencia de aquella autoridad. Al aparecer ésta en el balcón se multiplicaron los vivas y aplausos. Impuesto el silencio, el señor Hernández dirigió la palabra a los manifestantes y en tonos concisos y sugestivos hizo resaltar la importancia que significaba para España el feliz advenimiento de la República y adaptándola a la vida local indicó de paso su abnegado militar en las filas republicanas, y después de un auténtico resumen de los dones civiles que la República venía a traernos, terminó con entusiastas vivas a España, a la república y a la Gomera, que el público contestó preso de la mayor emoción. Entre los aplausos de la multitud pasó la autoridad municipal a presidir la manifestación, engrosando un gran núcleo del sector obrero que al esperaba en los alrededores de la Federación, siguiendo alegremente su trayectoria.
Al llegar frente a la Comandancia de Marina donde ondeaba la bandera republicana, vitoreósele largo rato, aplaudiendo el Delegado del puerto que saludaba desde un balcón a los manifestantes.
Acto continuo la manifestación se dirijió al Casino de San Sebastián, cuya fachada ostentaba asimismo la bandera tricolor, haciendo uso de la palabra desde los balcones de aquel edificio el notable orador Evaristo Lino Armas, que en tonos brillantes y emocionados hizo resaltar primeramente la capital importancia que revestirá la naciente República para nuestra patria, haciendo hincapié en los sanos principios en que ésta se base.
Expresa el singular contento que de veras se produce al ver a su pueblo respondiendo como se merecía a la nota de regeneración que para España significaba la implantación da este régimen democrático.
Veo hoy a mi pueblo—dice—, quizá el más atropellado de todos, resucitar dignamente y al parangonarse en entusiasmo con las mas sensibles regiones españolas dá una nota acabada de conciencia y civismo, que tanto se buscaba en tiempos que lo ha necesitado.
En un arrebato de inspiración y sentimiento con una verbosidad florida e inimitable, concluye indicando la parte por la cual la implantación del nuevo régimen, la Gomera, como pedazo de España, alcanzaba, ya que constituía el triunfo de la soberanía del pueblo y de la moral, que será lumbrera en futuras actuaciones porque el pueblo sabrá imponerla, a trueque del rudo gobierno del cacique en las etapas de su poderío, que sintetizó a grandes rasgos, y que llevó -dice- a nuestra isla, a España entera a la degradación y la vergüenza.
Finaliza dando vivas significativos que son contestados con delirante entusiasmo por la multitud. [...]
Diario El Progreso. Sábado 25 de abril de 1931.