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Carmencita Hernández, Mujer Destacada en Los Llanos de Aridane

Rosario Valcárcel

Dicen los sociólogos que hace más de cien años que empezamos a mirar más hacia nosotros mismos en detrimento del bien común, que las emociones y los afectos se están desvaneciendo, que los seres humanos somos cada día más individualistas. Que tenemos un afán desmedido de resaltar lo particular, y de olvidar el sentimiento de comunidad, que ya no existe el espíritu de colaboración sino el interés por ganar y competir.

Pero quiero pensar que estas afirmaciones no son del todo ciertas, de hecho hoy celebramos la vida de tres mujeres solidarias, tres mujeres incorporadas a la vida pública, tres mujeres reales que están con nosotros, que han luchado para promover el cambio para otras mujeres, que han realizado una importante labor a la sociedad combinándolo con la crianza de sus hijos, la organización del hogar, la huerta. Tres mujeres silenciosas, que abrazan con su existencia el mundo entero, que logran encandilarnos, emocionarnos.

Y este año, el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, a través de la Concejalía de Igualdad y la concejal del área Elena Pais tras analizar las propuestas enviadas a través de la web del Ayuntamiento, deciden distinguir como como Mujer Destacada a la presidenta de la Fundación Solidaridad La Palma, doña Carmen Hernández Barreto y con dos distinciones especiales a doña Juana Brito y doña Marisol Van Baumberghen. También se homenajeó a 28 mujeres propuestas por la ciudadanía. Y desde aquí quiero agradecer que a mí también me hayan propuesto.

Doña Carmencita Hernández Barreto nace en la Carrilla, Los Llanos de Aridane. Es la menor de dos hermanos y en su infancia juega en un barrio alegre, donde los vecinos, con una naturalidad perfecta, salen de una casa a otra como si fuese la suya. En una calle en la que aún Carmencita escucha las risas y los juegos de aquellas niñas con las que jugaba en su infancia, como Piluca, Carmita, sus primas: María del Carmen, Nievitas, Andrea y Maribel. Las escucha entre las voces de su tía y sobre todo de su madre.

-La quería tanto, que siempre deseaba estar a su lado -me confiesa Carmencita- Era inteligente, sabía canciones, cuentos, esos secretos que sólo saben las personas mayores.

Y como no quería estar alejada de ella, estudia en el colegio de las Madres Dominicas. Después recibe clases de mecanografía, taquigrafía, contabilidad y corte y confección de la cual obtiene el título. Más tarde el Ayuntamiento la propone para estudiar Educación y Deporte pero como fue una niña muy protegida, los padres no aceptaron la propuesta.

Quizás, por eso el trance de hacerse mayor lo vive de una manera muy intensa y, sin casi darse cuenta, Carmencita se prepara para entender el infortunio de los demás como su destino y, quizás siguiendo las palabras del escritor Albert Camus “Crea un aprendizaje cuyo primer estadio es la ternura con uno mismo. Apoya al hombre en su gran esfuerzo, que consiste en ocultarse a la certidumbre de morir completamente”.

Y busca la belleza del arte y se siente atraída por doña Magdalena Carballo y doña Marietta de las Casas, escritoras que ejercieron el periodismo y el magisterio entre otras actividades, mujeres educadas en los libros, mujeres que le proporcionan identidad y confianza, destellos apasionantes. Mujeres, que Carmencita las considera sus maestras, tanto que me revela que el tiempo que pasó con ellas comprendió que la vida era una historia y que cada uno de nosotros somos los autores. ¡Entiendes! Y enternecida por el recuerdo, continúo:

-La casa de doña Magdalena fue como el Centro Cultural-Social de Los Llanos de Aridane. Me recuerdo a mí misma escribiendo poemas en pedazos de papel o leyendo a poetas, representando obras de teatro, recortando artículos de los periódicos. Allí aprendí esa manera de ver la vida a través de la lectura, aprendí a descubrir la naturaleza humana, a tantear la vida.

A vivir momentos de aprendizaje y de gozo, experiencias que la forman poco a poco. Y con la ayuda de doña Marietta y la pedagogía y el talento de don Antonio Valcárcel prepara unas oposiciones al Cuerpo de Telégrafos. Recuerda el punto y la raya de las señales telegráficas. Me mira, cierra los ojos y se concentra en aquellas señales del morse, igual que si estuviera escuchando mensajes de otra galaxia.

Pero en seguida recobra el aplomo y me cuenta que tuvo que presentarse dos o tres veces a esa oposición porque al llegar a la eliminatoria final la suspenden por ser mujer. Sííí, no aprobaban sino un 2% de las mujeres.

Lo cierto es que la vida para nosotras ha sido, durante años y años, eso: Humillaciones y renuncia. Sabor a naufragio. A eso se reducía la vida de las mujeres, a una serie de oportunidades perdidas. Pero a Carmencita que fue una buena alumna no le asusta la existencia, sigue trabajando y supera el bachillerato, estudia Magisterio, y ejerce de maestra sustituta en la Escuela Nacional-Parroquial, también durante unos años imparte clases a empleadas de hogar. ¡Y cómo son las cosas de la vida!, en su primer trabajo sustituyó a Doña Magdalena Carballo Fernández por enfermedad.

Pero se siente tan preocupada por la injusticia que arrasa al ser humano que desarrolla su inquietud social con dedicación en proyectos como Unicef, Proyecto Hombre, Cáritas y Médicos sin fronteras. Sin embargo a nivel personal no tiene claro cuál iba a ser su futuro. Desea irse de misionera, desea formar una familia, alcanzar el sol y la tierra, dar forma a ese mundo del espíritu y de fe que, un grupo de seglares que llegaron a la isla le inculcaron.

Así con esos sentimientos contradictorios del corazón, imagina el largo camino que quiere recorrer, las varias vidas que quiere vivir, y de pronto conoce a Luis Afonso Cabrera, se hacen novios y se casan, pero antes ella le explica que quiere seguir sintiéndose humana, seguir colaborando con asociaciones benéficas. Quizás porque Carmencita desde muy joven había comprendido lo que era la ética solidaria. Su marido aceptó.

La llegada de sus cinco hijos le obliga a hacer una pausa, a esperar, a aguardar, -eso que todas las mujeres saben hacer tan bien-, pero su deseo de estar en contacto con otros seres es tan arrollador que desde que los chicos estuvieron medio criados compartió su trabajo doméstico con su otra realidad. Por ningún motivo del mundo quería abandonar a esos seres con rostros o sin ellos, cercanos o lejanos que ella estaba convencida que la necesitaban.

Y en el año 1990 Carmencita, junto con un grupo de amigas, algunas ya no están entre nosotras, como Carmen Rosa, Raquel Martín, Nina Lola, Rosita Brito, Maruja y otras que siguen entre nosotras como Juanita Brito, Angélica, Mela, Finda, Carmen Barrios, Esther Yánez, Mónica… Mujeres, casi todas ellas procedentes de Cáritas, logran hacer malabarismos para compatibilizar esto y lo otro. Intentan estirar el mar y llegar al horizonte para acariciar el sueño de ayudar a esos seres más desfavorecidos dentro o fuera de la isla (Colombia, Kenia, Perú y otros), y lo consiguen unas veces con fondos que obtienen a través de un mercadillo, rifas, cenas otras con donativos etc. Un año más tarde este grupo se legaliza con el nombre de Fundación Canaria Solidaridad La Palma. En el 2015 se funda la Residencia y Centro de Respiro familiar.

Carmencita Hernández Barreto, es una mujer valiosa y coherente con una visión intensa y profunda del mundo y de la sociedad, una mujer dotada de una gran sensibilidad creadora que incluso llega a dirigir y publicar la revista La Plaza que se ha editado mientras ha conseguido ayudas. Una revista en la que tuvimos la suerte de participar tanto León Barreto, como yo misma.

Ha recibido premios, acreditaciones, homenajes. Una gran mujer que ha manifestado a lo largo de su vida su grandeza humana. Gracias Carmencita. Gracias, Marisol, gracias Juanita Brito.

En próximas publicacionessubiré las palabras que dediqué a doña Marisol Van Baumberghen y a doña Juana Brito en el acto que se celebró en el Museo Benahorita, La Palma, el 19 de marzo 2018

Blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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