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¿Conciliamos o legamos? Carencia de feminismo en envoltorio violeta

Otilia de Vera Cárdenes

Sobre cambio social:

Una de las imágenes de la formación del nuevo Gobierno fue la de la diputada Carolina Bescansa con su bebé ocupando el escaño. Desde el mismo momento de su aparición en el Congreso de Diputadas y Diputados comenzó a generar opinión periodística, política y pública; comenzó a generar debate sobre la ‘conciliación familiar’. Este debate es imperativamente necesario para quien crea que la democracia parte de procesos reflexivos de base.

Cuando se pretende un cambio social real, no impositivo, necesitamos despertar la curiosidad del criterio a modificar, sobre todo cuando aquello que queremos cambiar no está anclado en el epicentro de interés de la persona. En este caso las madres y padres en espera, madres y padres nóveles o de mayor recorrido tendrán, probablemente, su opinión formada y sus reclamaciones al sistema (aunque sean sordas) bien hilvanadas. Sin embargo, las personas que no estén cercanas a la crianza en esta etapa de sus vidas no tendrán siquiera una reflexión madurada del problema de conciliación; esto no quiere decir que no deban aportar al debate y formar parte de la solución social. Por ello hay que activar la curiosidad y en post movilizar opinión. Las críticas a la diputada fueron múltiples (electoralista, búsqueda del foco mediático, distracción del interés real de la sesión, mala madre por el traspaso del bebé...). A parte de las críticas públicas, cada persona que vio la imagen en la intimidad de su casa generó su propia opinión. Todas válidas; por lo tanto ya han activado la curiosidad y movilizado la opinión. A mi entender el logro en esta primera sesión fue inmensamente útil.

Sobre feminismo y crianza:

Cada comentario que escuchamos sobre un tema que genera tanta visceralidad como la crianza y educación de nuestras hijas e hijos nos traslada a un estado de ánimo, de hecho, los más contrarios a nuestro modo de entender la vida nos pueden parecer nefastos o precarios y nos generan necesidad de contra-argumentación. En una exposición objetiva podemos decir que hay tantos modos de crianza como de personas, o tipos de personas, y que resultaría de una arrogancia suprema pensar que el propio sistema es el más acertado ya que, si valoráramos el acierto o error en la crianza de una hija o hijo a través de indicadores como felicidad futura y salud, necesitaríamos estudios tan prolongados en el tiempo que resultarían casi irrealizables para la ciencia actual. Ante estas diferencias y esta inexactitud de datos tenemos que exigir que el legislativo, en terrenos de conciliación, no quede sólo en manos de quién críe con desapego, considerando su modelo como un estándar normalizado tan sólo porque este modelo viene de una tradición legislativa histórica que inicialmente partía del vacío femenino en las Cortes y puestos de trabajo y que tras la equiparación laboral se ha visto presionado por impositivos de mercado ‘la producción mercantil’.

Son muchos los estudios psiquiátricos y psicológicos que avalan la necesidad de una crianza con apego, incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS), nombrada con tanta frecuencia por diferentes ministerios como organismo de reputado prestigio, ha encargado estudios en ese sentido y ya en 1950 el psiquiatra John Bowlby redacta un informe para la misma describiendo el vínculo como un instinto biológico destinado a garantizar la supervivencia de los bebés. Pero para quien la constatación de los datos científicos tenga que ser más objetiva, tenemos datos endocrinológicos como los porcentajes de secreción hormonal tras el parto. En este sentido sabemos que la prolactina aumenta 40 veces para poder amamantar a nuestros bebés o que existe una espectacular subida de la oxitocina (hormona del amor) en la madre, que crea una vital necesidad de protección y apego hacia su bebé. Por ello, las ministras que tienen implicación directa en el legislativo hacen un flaco favor a la lucha feminista cuando tratan de anular sus sentimientos de mujer y de madre. Este último comentario lo realizo a raíz de las declaraciones de la exministra de Defensa Carmen Chacón, que explicó a periodistas “que las diputadas no tienen derecho a permiso de maternidad y que no hay ningún problema pues dejan a sus bebés en la guardería del Congreso yendo cada tres horas, en un receso, a amamantarlos”. Aquí tenemos a una clara defensora de la crianza sin apego que para perjuicio de las mujeres que buscamos otro modelo social, ha ocupado, junto a tantas otras y otros, puestos de responsabilidad en el legislativo. A esto le sumamos que, mostrándose seguramente empática con el trabajo feminista apareciendo visiblemente en conmemoraciones del 25 de noviembre u 8 de marzo, valoriza una actitud masculina de antaño en la que no necesita ese vínculo con su hija o hijo al renunciar públicamente a su instinto de protección y apego (al que le guían sus propias hormonas). Al igual que ella, Soraya Saenz de Santamaría dignificó muy orgullosa su incorporación a la vicepresidencia del Gobierno tan solo dos semanas después de parir, mostrando una actitud de desprecio ante uno de los derechos sociales alcanzados gracias a la lucha feminista, el derecho al cuidado del propio bebé y lactancia tras el parto (derecho aún bastante pueril en su logro). Por otro lado, la exministra Chacón expresó que lo que ha estado mal en el gesto de Bescansa acudiendo con su bebé al Congreso es que las otras mujeres del país, que se encuentren empleadas, no pueden hacerlo. Con lo que entendemos que el resto de mujeres que trabajen por fuera de casa no pueden criar a sus hijas e hijos con apego porque las personas que, hasta ahora, han tenido responsabilidades de gobierno, como ella, no han impulsado vías de debate para el cambio social en la conciliación familiar.

El feminismo no implica la masculinización psíquico-emocional de la mujer. No tenemos que rendir pleitesía al ‘quehacer’ y sentir masculino, sino luchar por la igualdad de oportunidades desde las diferencias entre géneros. Quiénes sino las mujeres podemos aportar al sistema coherencia y equilibrio. Principalmente nosotras, que parimos, tenemos que decir que no vamos a dejar de amamantar a nuestras hijas e hijos antes de los cuatro meses para irla/lo adaptando a la ausencia de su madre durante ocho extensas horas de trabajo, que no nos vamos a separar de él o ella en ningún contexto que suponga un peligro para su integridad física o psíquica, sobre todo en el periodo de mayor dependencia materna, o que, salvo decisión personal, no vamos a legar su cuidado a guarderías. Quiénes sino nosotras para emprender este debate y esta lucha. Quiénes sino nosotras las mujeres para dotar de sentido común a nuestro sistema social.

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