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Al Charco, salud y respeto

Así celebró Gran Canaria su centenaria fiesta de El Charco.

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Hace una semana que el volador más especial del año retumbaba en la playa de La Aldea de San Nicolás. Allí, en ese rincón desde donde el sol se despide, donde la vida se aferra y donde cada calle y paisaje es hogar. El 11 de septiembre, el día mágico para celebrar lo que somos, un pueblo que no olvida de dónde viene y que en cada tirada sigue escribiendo su historia.

Mi padre siempre nos ha enseñado que al Charco se le pide salud, porque sin ella nada se sostiene. Y yo, este año, también me atreví a pedirle respeto. Respeto por nuestra gente, por mantener la tradición hacia esta fiesta donde se refleja la identidad e idiosincrasia de nuestro pueblo.

Respeto a quiénes sin casi encender la mecha del volador ya se quieren remojar, olvidando por completo ese estruendo que se siente y eriza la piel. Respeto a los que, por nervios o por llamar la atención, pisan la raya antes de tiempo. Respeto también la vestimenta, porque al Charco se entra vestido, con tu ropa, con la que vayas a tirar a la basura o con la más especial, pero con ropa, no en bañador. Y no importa que sea un niño de cinco años o un adulto: ¡Al Charco, con ropa!

Cada año surge la polémica sobre el uso de ropas antiguas, quizás herencia de sus padres o abuelos. Traje y corbata para los hombres y ellas con vestidos de señora mayor. El cronista del municipio ha explicado que quizás un malentendido en la comunicación hace muchos años hizo que esta situación se convirtiera en costumbre, llamando poderosamente la atención de los medios de comunicación. Pero lo ideal en la actualidad sería tirarse con ropa normal. ¿Es tradición de hace siglos? A lo mejor no, pero es la tradición de esas familias, y también tiene mucha verdad, y merece mucho respeto. Creo que es muy bonito ver como pasa de generación en generación. Me vienen a la mente varias personas a las que no me imagino el 11 de septiembre sin el terno ellos, o un vestido marrón con pañuelo en la cabeza ellas.

El respeto a nuestras parrandas, esas que llenan de vida la playa, este año con las incorporaciones de músicos que llegaron a La Aldea bajo contrato. No voy a entrar en si era necesario, o no, esto. De hecho puedo decir que con muchos de ellos me divertí ese día. Pero sí sentí que la música de siempre se hizo esperar. Y me dio pena. También fue triste que algunas esquinas se quedaran vacías por esta situación. ¿Tradición?

Respeto y gratitud a nuestra gente, a los que cuando el sol comenzaba a bajar se quitaron esa timidez de un anómalo 11 de septiembre para ellos e hicieron que El Charco sonara a tradición, a raíz, a pueblo.

El Charco te reconstruye, te zarandea, te remueve y da la bienvenida a un nuevo ciclo en torno a una zafra que comienza esperando dar los mejores frutos para el pueblo de La Aldea.

Y seguiré siempre esperando al noveno mes del año. A ese 11 de septiembre. Allí, bajo el sol, con nervios, con sonrisas y con la paciencia que tienes cuando sabes que lo que llega vale mucho la pena.

¡Salud, Respeto y Charco!

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