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La incesante repetición: la guerra

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Quiero escribir sobre el estado de guerra que nos abrasa, sobre las guerras con tiros y muertes y sobre la otra, la definitiva: la guerra entre los que creemos que la democracia es la única y mejor posibilidad de convivencia y los que quieren cargársela junto con todas las conquistas sociales posteriores a la II Guerra Mundial fruto del pacto de las derechas y las izquierdas europeas. En esas estamos.

Y ahora mismo, en Gaza, el ejército israelí ha asesinado a veinte niños y diez niñas.

Por eso no quiero, no quiero escribir sobre la abundancia del horror y de la estupidez informativa. Opto por recordar, así lo hice el último jueves de agosto, los atardeceres de Mont-ras, los desayunos en la plaza de Begur y las cenas en Can Torrades. Mercedes me regaló dos canicas, una roja y otra negra, y un foulard que perdí en el metro de París cuando me encontré a Julio Cortázar y no fui capaz de articular palabra.

Y ahora mismo, en Gaza, el ejército israelí ha asesinado a cuatro enfermeros, dos médicos y tres mujeres.

Se lo contaba a mi lectora de cabecera, distraída con los episodios de Galdós, mientras ella me decía que su generación, la de los que ahora cumplen cuarenta, no tendrán pensiones. Como con Cortázar, me atasqué: no tendrán pensiones si no luchamos, luchan, por ellas, como siempre. Pero me perdí en una guagua interminable madrileña, repleta de vacíos y retruécanos, en el suelo mermelada, y yo estúpidamente ilusionado con el sol y la estirpe femenina de la literatura: Ana María Matute y Carmen Martín Gaite, dos centenarios muy desapercibidos.

Y hace dos días, en Gaza, el ejército israelí asesinó a sesenta personas sin identificar por ellos, porque personas eran: sus cuerpos trillados salen en las televisiones, sus gritos, su sangre y su lamento, rompen los rayos catódicos.

Se lo dije con suavidad a la sátira de Albacete, también al hombre del pífano de Carballo. No hubo razón: se remitieron al origen de las especies.

La Maga, la de Rayuela, la de tantos sitios, era menos condescendiente con todas estas cosas, más desabrida y quizás más certera. La Maga es muchas láminas, lo estoy volviendo a comprobar estos días, incluso un amor quintaesencial que siempre viene a buscarte. El mío es tan quintaesencial que se desvanece con los primeros soles.

Y desde hace casi dos años, el ejército israelí mata en Gaza en nombre de su dios, por supuesto, para aniquilar a los hombres y mujeres que no profesan. Dicen las estadísticas que van más de sesenta mil personas asesinadas. Y qué más dará, siempre que sea una ya es demasiado.

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