Espacio de opinión de Canarias Ahora
Jóvenes y democracia
ElDiario.es publicó el pasado 17 de marzo unas imágenes bajo el título ¿Los jóvenes ya no temen una dictadura? Claves del declive de la confianza en la democracia en las nuevas generaciones.
Y después de pasar por ese segundo en el que te olvidas que con 32 años ya no eres de ninguna nueva generación y te sientes aludida, el primer pensamiento que se me vino a la cabeza fue “¿y quién puede reprochárselo?”
Y es que algo que lleva más de una década cual mosca tras mi oreja es que los medios a veces hablan de “los jóvenes” casi como si hubieran salido de la niebla tal y como son ahora mismo, en lugar de como producto de la sociedad que les ha criado. ¿Dónde están los constantes artículos y estudios preguntándonos qué hicieron mal las generaciones pasadas para que los jóvenes de hoy no tengan confianza en la democracia o los mismos valores? Porque en los datos que publican, la menor franja de edad es de los 18 a los 24 años. Una persona de 18 años puede que sea legalmente un adulto, pero políticamente es un bebé, y lo digo con perfecto conocimiento de causa, ya que al acordarme de algunas de mis posturas en aquel momento casi me dan escalofríos de lo increíblemente inocente que era acerca de cómo funciona el mundo…
Yo no soy madre, pero tampoco creo que haya que serlo para ver que si los jóvenes de hoy no se fían de las instituciones ni de la democracia en sí, será porque lo habrán aprendido en algún sitio.
Hay muchas contradicciones en nuestra sociedad y cómo está organizada, y la realidad es que lo que pone sobre el papel rara vez representa la vida real de la gente, y esas contradicciones y diferencias sociales han ido empeorando, como mínimo, durante mi vida; ¿qué clase de confianza en el sistema pueden tener unas generaciones que han crecido viendo la inacción ante ese cambio climático que los que gobiernan no van a tener que sufrir?; ¿el encarecimiento de la vida mientras los trabajos y salarios se vuelven más y más precarios?; ¿la acumulación de riqueza en manos de la más ínfima minoría de la sociedad?
Si los que gobiernan nuestras sociedades se deshacen en tópicos como que “los jóvenes son nuestro futuro”, pero a la vez les importa más proteger los ingresos de empresas e inversores que de asegurarse de dejarles un mundo habitable y más justo, ¿quién puede confiar en una democracia cuando ese es el ejemplo que tienen de una?
Cuando la realidad a nuestro alrededor es que los beneficios económicos de una minoría privilegiada de la sociedad mandan más sobre lo que hace el gobierno que las necesidades básicas de la mayoría… ¿No es eso totalmente opuesto a lo que enseñamos que es la democracia?
Una falta de educación política en casa y en clase, sumada a la hipocresía y la contrariedad de la sociedad en la que vivimos, y claro que los jóvenes – llenos de ímpetu y energía, queriendo que las cosas cambien – van a pensar que quizás sería mejor el autoritarismo que la supuesta democracia de la que disfrutamos.
Y la única forma de arreglarlo es poniéndonos firmes con aquellos que manipulan y mienten, convenciendo a nuestros jóvenes que una dictadura sería mejor para aquellos. Si no solo permitimos el discurso anti-democrático y de odio de partidos como Vox, así como sus medios y sus influencers, sino que además lo ponemos a la misma altura como “una opinión respetable más”, claro que van a convencer a los más jóvenes, que su postura “radical” va a ayudarles a salir de la miseria en la que la democracia les tiene metidos. Siempre es mejor cualquier acción que quedarse de brazos cruzados, sobre todo cuando tienes mucha energía y poca paciencia.
No es verdaderamente justo ni democrático buscar “el punto medio” si una parte está defendiendo su derecho a la vida, la dignidad y el respeto, mientras que la otra posición es que debería quitarse derechos a aquellos que no son/actúan como nosotros queremos. No son “dos extremos de lo mismo”, y tratarlos como tal es un grave error.
Nos hemos olvidado, o al menos eso parece, que democracia no significa que todas las voces y opiniones dentro de una sociedad sean igual de legítimas, y que una democracia demasiado permisiva con el odio en sus espacios públicos puede llegar muy fácilmente al fascismo… Y de esa debilidad en nuestra democracia, de esa permisividad con los discursos de odio, están aprendiendo las nuevas generaciones que la democracia no sirve y/o no es de fiar.
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