La esperanza canaria de los pibes vidrio de Santa Fe
La Plaza Alberdi es uno de los puntos de encuentro preferidos por los habitantes de Santa Fe. Siempre fue este lugar animado un referente para los ciudadanos y ciudadanas locales. Puerta de entrada a las instalaciones portuarias de la ribera del Paraná y lugar de acceso al coqueto centro colonial de la ciudad. Edificios elegantes y flamboyanes completan el cuadro. Pero también hay sombras. “Muchas desde que en los años 90 se desmontara el Estado y se crearan las enormes bolsas de pobreza que maniatan a la Argentina”, señala con rabia José Manuel Echevarría (Santa Cruz de Tenerife, 1948). Los pibes vidrio son sólo la punta del iceberg de un problema que encuentra en las villas (barrios de infraviviendas que proliferan en la periferia de las grandes ciudades) su máxima expresión.
En este contexto de desesperanza se mueve este canario inquieto que llegó a Latinoamérica en los años 80 y quedó “impactado por los problemas sociales” de un continente que se “han incrementado de manera notable después de las políticas de ajuste impuestas por el FMI”. La actividad social y solidaria de Echevarría es inmensa. Participa en un nutrido grupo de organizaciones no gubernamentales, pero su obsesión son los derechos de la infancia. Los 'pibes vidrio' son quizás, la parte más visible de este trabajo.
En la ciudad de Santa Fe algo más de un millar de menores trabajan limpiando los cristales de vehículos en la vía pública. 'El Palomar', como los naturales llaman a la Plaza Alberdi, es uno de los puntos neurálgicos de esta actividad que da de comer a muchas familias. “No hay datos fiables”, señala Echevarría, “las estadísticas en este país no tienen ninguna credibilidad y hay que buscar las cifras en organismos internacionales”, se lamenta. Según el Banco Mundial, el país cuenta con más de 16 millones de personas bajo el umbral de la pobreza. La incidencia de esta lacra en la infancia es aún más terrible. El informe anual de UNICEF para 2012 señala que el 58% de los menores de 18 años del país es pobre. “Es una legión de desposeídos que crece día a día”, completa este tinerfeño afincado en Santa Fe desde 2003.
La vida de un 'pibe vidrio' es difícil. “La mayoría trabaja entre doce y catorce horas al día y el jornal apenas supera los 60 pesos (unos 9 euros)”, comenta Echevarría. Pero eso no es lo peor: “Los menores viven una situación extrema en la que se combinan la pobreza, la falta de oportunidades y la violencia”. En este sentido, este tinerfeño, que trabaja a través de la ONG Mundo Solidario, les brinda asesoramiento, ayuda económica y escolar. “Sabemos que es muy poco, pero estamos cubriendo un hueco que deberían satisfacer las instituciones públicas”, comenta. La ayuda desde España es poca, pero “algo llega”. En los próximos meses se pondrá en marcha un centro de capacitación laboral destinado a estos chicos gracias a una aportación de la Diputación de Jaén.
“Queremos salir de esta situación. No somos vagos, ni chorros (ladrones)”. Andrés Carlos limpia cristales junto a otros cinco menores en la Avenida Leandro Alem. Junto a sus compañeros se juega la vida a diario entre coches y camiones de gran tonelaje. Este 'líder nato' señala al pequeño Catriel como ejemplo de lo peligroso del oficio. Él tuvo la mala suerte de ser atropellado por un trailer y las secuelas dejan entrever una ligera cojera y cicatrices que ocupan gran parte de su pierna izquierda.
“Mirá la chapuza que le hicieron al 'flaco' en el hospital”, destaca Andrés mientras sortea con habilidad un par de motos para llegar al parabrisas de un turismo con matrícula brasilera. “No nos gusta esta vida. Queremos trabajar en lo que sea, pero no nos dejan; no tenemos la más mínima oportunidad; no queremos seguir aquí para que nos levante un coche o nos sigan cagando a trompadas los de la Policía”. Hace unos meses presentaron un proyecto a la Municipalidad de Santa Fe para crear una cooperativa de reciclaje de residuos sólidos, pero aún andan esperando a que “se agilicen los papeles”.
Echevarría incide en la educación como puente para salir del túnel. Intercede por los menores ante los centros educativos y ha logrado que varios colegios acojan a los chicos dos o tres horas por la tarde para que logren reingresar en el sistema escolar. “Es la única manera de compatibilizar el trabajo con sus estudios. Lamentablemente, vivimos en un país asolado por el capitalismo más salvaje y si no hay dinero en el bolsillo no se come; por eso dejan de estudiar. Para comer”. Maxi es una de sus grandes esperanzas. No tiene más de 13 años, pero mira con ojos que desvelan haber visto muchas cosas.
Maxi trabaja como 'pibe vidrio' desde septiembre de 2011 y vive con su madre. La calle le da la oportunidad de contribuir en casa pero le cercenó la posibilidad de acabar unos estudios que se interrumpieron en sexto grado de Primaria. “Voy a volver al colegio gracias a José; me ha dado mucho la lata para que vuelva”, destaca el menor. “El trabajo no está mal del todo y me permite conseguir la plata que hace falta para comer, pero también sé que estudiar es importante y que podés tener otro futuro mejor”. Maxi empieza a limpiar cristales a las nueve de la mañana y suele volver a casa unas doce horas más tarde. “Tengo que sacar al menos 20 pesos para la comida y el resto lo dejo en casa”. Confiesa que ser “el que lleva la guita a la familia” le hace sentir orgulloso, pero la idea de volver a estudiar le abre otras posibilidades. “Me gustaría ser cantante o actor”, reconoce ruborizado.
Integrar a estas “generaciones perdidas” es el gran objetivo del nuevo equipo de Gobierno de la Municipalidad de Santa Fe. Franco Ponce de León es el director del área de Derechos Ciudadanos del consistorio santafesino y reconoce que la situación, “motivada por décadas de recortes sin sentido”, es complicada. “Hay familias en las que trabajar es un sueño desde hace tres generaciones”, dice. Una situación que es “el caldo de cultivo ideal para que aparezca la exclusión y la marginalidad”. En la actualidad “se trabaja en un plan de actuación en los barrios problemáticos que integra a todas las áreas de gobierno y que tiene como objetivo llevar la acción de la administración en estas zonas”.
Este programa se concreta en la construcción de infraestructuras básicas y en la implementación de políticas de empleo que logren la reintegración social de estos colectivos. Mientras tanto, los 'pibes vidrio' se juegan la vida en las calles para conseguir esos 12 euros diarios que les permitan, por lo menos, irse a dormir con la barriga llena y caliente.