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Los efectos de la escasa actividad humana en la fauna en Canarias: cabras en un hotel, aves singulares en autopistas o burros en zonas urbanas

Ejemplares de ganado caprino que habita una zona árida

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

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Cabras entrando en un hotel, burros acercándose a zonas urbanas o aves en autopistas. Estas son algunas de las escenas que han podido observarse en Canarias desde que se vaciaran las calles de seres humanos tras el decreto de alarma del 14 de marzo, al igual que en otras zonas del país, con jabalíes en avenidas principales de Barcelona o pavos reales en Madrid; o del mundo, con ciervos en zonas urbanas de Japón y delfines en el puerto de Cerdeña (Italia).

Pascual Calabuig, veterinario jefe del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira (Gran Canaria), considera “normal” que las cabras entraran en un hotel del norte de Fuerteventura, junto a las playas de Corralejo, ya que estos animales, semisalvajes, van buscando matos y “probablemente vieron alguna planta o algo verde” y, al no estar vigilado, se adentraron en busca de comida. No se trata del algo insólito, sino que, a juicio de Calabuig, “van buscando recursos” y pudieron entrar al no haber prácticamente presencia humana que se lo impidiera.

También en Fuerteventura, César Palacios, geógrafo y periodista ambiental, asegura que los burros salvajes de Jandía, al sur de la Isla, “se están acercando a zonas urbanas en busca de alimento porque apenas hay movimiento humano”. Además, la reducción de vehículos en las carreteras ha propiciado “que disminuyan los atropellos de mamíferos, como conejos o erizos, o incluso de especies protegidas, como alcaravanes o camachuelos trompeteros”.

Añade que ha podido observar, cuando va a hacer la compra, a la perdiz moruna, “una especie muy rara de ver”, cruzando la carretera o en las cunetas, debido a que en estas zonas hay más vegetación. En la emisora por Internet @SinRadio, el biólogo y ornitólogo José Manuel Moreno explica que “lógicamente” hay animales que se están acercando a zonas a las que ahora identifican “como un área natural” a las que habitualmente no acudían por el bullicio o el ruido. Por ejemplo, la abubilla, un ave silvestre que evita la presencia del humano, “el propio canario” o “las currucas”.

En territorios isleños, los efectos de la escasa actividad humana también se han notado en el mar. Los pescadores no pueden vender todo el producto al estar cerradas las zonas de restauración y han reducido su actividad, lo que ha repercutido en la fauna marina: “A los peces les viene muy bien, no tienen tanta presión y supone un respiro para algunas especies”, dice Palacios. De hecho, en el litoral de Santa Cruz de La Palma se localizó un abundante banco de túnidos en los últimos días. “Nunca había visto tantos barrilotes y patudos juntos en la costa”, afirmó un veterano pescador a La Palma Ahora.

Sin embargo, también hay especies a las que les afecta de forma negativa. Al reducirse el consumo humano, la cantidad de basura generada es menor y esto perjudica a animales que accedían a estas fuentes predecibles de alimento, como los vertederos. Si no hay seres humanos que den de comer a la paloma común de las zonas urbanas, ni tiene desechos de los que aprovecharse, “tiene que recurrir a lo que tenga más cerca, como flores o pequeños invertebrados”, explica Moreno.

El también autor de la Guía de las aves en las Islas Canarias afirma que si el confinamiento durara meses las poblaciones de las gaviotas o de mirlos, que se alimentan de desechos humanos, se verían “mermadas”. O con la tórtola, que vive en zonas cercanas y depende mucho de la alimentación del ser humano, “puede ocurrir que aumente su expansión hacia áreas naturales, en laurisilvas, y competería con la paloma rabiche”, especie endémica del Archipiélago.

Los gatos que habitan en colonias en las zonas urbanas es otra de las especies afectadas por el decreto de alarma, ya que solo se alimentan de lo que les aportan los seres humanos. Hay ayuntamientos, como en Teror (Gran Canaria), que han permitido el desplazamiento de las personas encargadas de cuidar a los felinos con una autorización especial, que habilita para darles de comer si van solas, en horarios de menor afluencia o intentando espaciarlo el máximo de días posibles.

“Salvo para aquellas especies que vivan del ser humano”, afirma Palacios, “por regla general, la reducción de la actividad es un beneficio para la fauna” y algunas especies podrán “criar mejor, con más tranquilidad, al no ser molestadas”. Como ejemplo, expone al chorlitejo patinegro, un ave catalogada como “vulnerable”, que se alimenta y cría en playas de las Islas, pero el exceso de gente en estos espacios le obligaba a desplazarse. También, aunque sea algo momentáneo hasta que finalice el confinamiento, la hubara o el guirre, en peligro de extinción, “se van a beneficiar porque habrá poca gente que las moleste”, concluye.

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