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Un Pulitzer necesario

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David Cuesta

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Los premios nunca son justos. No pueden serlo cuando intentan destacar a una persona sobre el resto en una profesión en la que muchos se juegan su vida, algunos hasta físicamente, para demostrar que también existe un arma de construcción masiva: la información. Ser periodista, de por sí, ya es una medalla para todos los que son conscientes de su función social. El periodismo es de los pocos oficios que permiten hacerle la zancadilla a los poderes económicos y políticos. Ocurre menos de lo deseable, pero, cuando se consigue, es maravilloso. Los premios nunca son justos, pero a veces son necesarios.

El Pulitzer de este año es un reconocimiento a la esencia del periodismo. Informar de lo que unos pocos quieren ocultar. Encender la luz para ver en las tinieblas. Publicar las cuentas en paraísos fiscales de los políticos y empresarios que manejan el dinero público. Sacudir al poder. Dejar en evidencia a los mentirosos. Lograr que dimitan los delincuentes de la ética. La investigación de los Papeles de Panamá tiró de la manta del descaro con el que algunos se han manejado durante años, confiados en que el velo de la impunidad les protegería de por vida.

El Pulitzer a los investigadores de los Papeles de Panamá es también un puñetazo en el vientre para todos los que creen que el periodismo no existe. Que se puede controlar a los medios de comunicación. Que no hay libertad en la prensa ni profesionales dispuestos a contar la verdad. Pero también es un tortazo de realidad para los propios periodistas que han tirado la toalla, para los que creen que este oficio es una competición que premia al que llega primero, aunque eso suponga viajar en el mismo vagón que el poder. 

La investigación de los Papeles de Panamá ha demostrado que el libro de estilo del periodismo está aún por escribir. En un mundo dominado por el egoísmo, resulta de un mérito extraordinario triunfar desde el trabajo colectivo. Es posible dejar a un lado la primera persona del singular para empezar a conjugar este oficio desde la pluralidad. Un total de 370 periodistas de 76 países unieron fuerzas para traducir al lenguaje llano miles y miles de documentos financieros. Lograron que el planeta se tambaleara pero, sobre todo, demostraron que, desde un trabajo en equipo, la información puede conseguir que la Tierra gire en sentido contrario. 

En Canarias, la investigación de los Papeles de Panamá, que en España protagonizaron La Sexta y El Confidencial, permitió diagnosticar la enfermedad de la mentira que padece José Manuel Soria. Los síntomas siempre habían estado presentes, pero el periodismo, salvo honrosas excepciones, permitió que alguien que practica la política del embuste llegase a ser alcalde, presidente de un Cabildo, consejero de Hacienda y ministro. El que fuera líder supremo del PP no resistió la luz de los focos cuando estos apuntaron directamente a sus constantes engaños. De haberlo hecho antes, es probable que su carrera política hubiera terminado en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Pero tuvimos lo que permitimos.

Que 370 periodistas se unieran provocó una fisura en los muros de la censura. Hace un año era impensable ver el nombre de Pedro Luis Cobiella en un artículo que no estuviera relacionado con la inauguración de un nuevo hospital privado. Que el principal empresario de la sanidad tenga dinero en paraísos fiscales, por muy legal que sea, es una información capaz de llenar las páginas de cualquier periódico que se precie, sobre todo cuando una parte importante de sus ingresos procede directamente de las arcas públicas a través de conciertos ilegales. Lo contó El Confidencial y la noticia pasó por el altavoz de eldiario.es o de programas como Despiertos. No fue suficiente para la prensa tinerfeña, que no dedicó ni una mísera línea al dueño de Hospiten.

Un periodista que intente enfrentarse solo a la censura, antes o después, morirá en el intento. La investigación de los Papeles de Panamá ha evidenciado que el verdadero periodismo se sustenta en la colaboración. De nada sirve competir cuando la sociedad siempre pierde. En una época de cambios incesantes, donde todo se transforma a la velocidad de la tecnología, es necesario comenzar a explorar nuevas vías para recuperar una profesión que, una vez más, se ha vuelto a rebelar contra los que intentan amordazarla.

Los 370 periodistas de los Papeles de Panamá no están solos. Son muchos los que, como ellos, unen fuerzas cada día para sacar adelante un oficio golpeado por la crisis en medio de su propia crisis. Están ahí fuera, intentando sobrevivir entre toda la propaganda oficial. Cada vez son más los que dejan de contemplar su ombligo para mirar de frente a la sociedad. El Pulitzer es solo un premio y los premios nunca son justos, pero a veces son necesarios.

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