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Menor eficiencia y bajos registros en capital humano e innovación lastran la competitividad canaria

Operario en una planta industrial radicada en las islas

Román Delgado

Santa Cruz de Tenerife —

La mejoría general que se ha producido en Canarias durante 2017 dentro del índice de competitividad regional (ICREG), según se recoge en un estudio reciente del Consejo General de Economistas, no ha bastado para dar una alegría completa a la economía de las islas ni tampoco para salir del hoyo, de los puestos más bajos dentro de la tabla regional, en lo que respecta a ese medidor.

Pese a la evolución al alza del ICREG de 2016 a 2017, el archipiélago, con un valor de 5, se sigue manteniendo en el grupo de cola del ranking regional del país en ese ejercicio económico. Como ya suele ser habitual en variables macroeconómicas y sociales, Canarias (en el puesto 15) cohabita con Extremadura, la comunidad autónoma en último lugar, con un indicador de 3,8, y con Andalucía, la penúltima, con 4,5. Por encima de Canarias se halla Castilla-La Mancha, con 5,1, y Baleares, con 5,5. El indicador más potente lo tiene Madrid, con 13,2, seguida de País Vasco, con 12,2, algo que también resulta común a estas alturas.

La culpa de que la economía canaria siga sin tirar lo suficiente en esa clasificación regional (y ello le permita escapar del grupo de los más malos en competitividad en España) esta vez se halla en los retrocesos apreciados en los ejes de eficiencia empresarial (6) e infraestructuras básicas (5), a lo que se une los resultados aún muy bajos en los ejes 3 (capital humano) y 7 (innovación). Esta combinación fatídica mantiene anclada a Canarias en la cola de esa tabla, junto a Andalucía y Extremadura.

En los ejes 5 y 6 (de siete totales que participan en el cálculo del ICREG), el archipiélago evolucionó de forma “muy negativa” de 2016 a 2017, según se indica en el estudio del Consejo General de Economistas denominado Informe de Competitividad Regional en España 2018 (elaborado con datos de 2017, el último año cerrado), lo que contribuyó a que las islas estén en la antepenúltima plaza (15) del ranking autonómico. El ICREG es un indicador económico a través del cual se pretende valorar las fortalezas y debilidades competitivas de las comunidades autónomas dentro de España.

Tal y como ha explicado el profesor de Economía Aplicada en la Universidad de La Laguna (ULL) David Padrón, el índice ICREG se calcula a partir de 53 variables socioeconómicas, estructuradas en torno a siete ejes de competitividad (índices parciales) que se consideran críticos para la capacidad competitiva de las regiones.

Según expuso Padrón, el pobre registro de Canarias “se repite en los siete ejes o pilares básicos de la competitividad, tal y como son entendidos por el Consejo General de Economistas. No obstante, por su destacada importancia sobre las coordenadas competitivas que deben vigilar los territorios en el contexto tecno-económico actual, se llama la atención sobre los bajos registros obtenidos en el eje 3 (capital humano), eje 6 (eficiencia empresarial) y eje 7 (innovación)”.

Los resultados del informe, advierte el mismo profesor de la ULL, “están contextualizados en el año 2017, un ejercicio que, en términos generales, vino marcado por el buen comportamiento del PIB y el empleo en la mayoría de las regiones españolas”, también en Canarias. “De hecho -añade el economista-, el ICREG aumentó entre 2016 y 2017 en 16 de las 17 comunidades autónomas, de tal suerte que en 2017 todas, sin excepción, superaron los niveles competitivos previos a la crisis. Tan solo Baleares no logró acrecentar el valor de su ICREG. En el lado opuesto, Canarias y Extremadura fueron las comunidades autónomas que registraron los mayores incrementos en el ICREG agregado”.

Para David Padrón, “el fuerte avance experimentado por el ICREG canario no permitió, sin embargo, que el archipiélago abandonase el grupo de nivel competitivo relativo bajo. Ese fuerte ascenso vino de la mano, según se desprende del informe, de mejoras en los ejes 2 (mercado de trabajo, debido a la caída en la tasa de paro), 3 (capital humano, gracias al aumento de la proporción de personas adultas en formación) y 4 (entorno institucional, por la reducción del déficit público y de la brecha que separa la renta del 20% más rico de la del 20% más pobre). Son mejoras en buena medida asentadas en comportamientos de naturaleza coyuntural”, recalca el especialista, que además pone un pero en su análisis: “En el extremo opuesto, los ejes que registraron los mayores retrocesos fueron el 5 (infraestructuras básicas) y el 6 (eficiencia empresarial), más estrechamente relacionados con parámetros estructurales”.

El economista de la ULL señala que, “pese al convencimiento tan extendido de que la competitividad debe figurar entre las preocupaciones centrales en la agenda de política económica, aún no hemos sido capaces de consensuar su definición y elementos determinantes”, lo que sin duda influye en la situación que afecta a esa variable, el ICREG, en el caso canario.

Padrón expone que “una de las definiciones que cuenta con más respaldo en la literatura especializada, y que toma como referencia el propio Informe de la Competitividad Regional en España 2018, es la ofrecida desde el International Institute for Management Development (IMD) de la Universidad de Lausana: la competitividad de las economías, ya sean estas países, regiones o ciudades, se refiere al 'conjunto de factores y políticas que modelan y condicionan su capacidad para crear y mantener un entorno favorecedor en la creación de valor por sus empresas y que propicie mayores estándares de prosperidad para sus ciudadanos”.

De esa definición, añade David Padrón, “interesa subrayar los siguientes aspectos:

1) Una economía (país, región o ciudad) no podrá ser nunca competitiva si su tejido empresarial no lo es. Y una empresa se dice competitiva cuando es capaz de producir bienes y servicios con una relación calidad-precio mejor que la de sus competidores nacionales e internacionales, y de generar beneficios de forma sustentable en el tiempo. Por lo tanto, resulta imprescindible contar con un tejido empresarial en el que predominen estrategias que miren más allá del corto plazo.

2) Una condición sine qua non para disponer de un tejido empresarial competitivo consiste en facilitar un entorno atractivo, esto es, que atraiga y retenga actividad empresarial, que incentive a las empresas a apostar por estrategias sustentables que sitúen en un lugar destacado la mejora continuada de sus niveles de eficiencia y productividad.

3) Los elementos constitutivos del entorno en que las empresas desarrollan su actividad pueden agruparse en dos grandes categorías: a) los factores, entendidos normalmente como los factores productivos tradicionales, elementos que nos vienen dados (por ejemplo, dotaciones de recursos naturales, extensión y posición geográfica, condiciones climatológicas) y sobre los que la acción humana, en el mejor de los casos, tiene un impacto limitado, y b) las políticas, que sí dependen de la acción humana, de la acción social, y constituyen el instrumento más importante a la hora de modelar el marco institucional en el que se desenvuelven e interactúan los agentes económicos.

4) En el contexto tecno-económico actual han ido adquiriendo un protagonismo creciente los activos creados (por ejemplo, el capital humano, la infraestructura tecnológica o el capital social) y el marco institucional (el conjunto de restricciones del comportamiento que modulan la interacción humana y que, en última instancia, determinan la calidad y sofisticación del entorno para los negocios, y por esta vía, la calidad e intensidad de los procesos que conducen a la generación de tales activos estratégicos).

5) Por último, conviene subrayar que contar con un tejido empresarial competitivo no garantiza que la región lo sea. No es suficiente con que las mejoras en productividad, eficiencia, innovación… conduzcan a un mayor crecimiento económico y beneficios empresariales. Estas mejoras deben cristalizar en avances en los estándares de vida del conjunto de la sociedad. La competitividad de las localizaciones obliga también a incluir en el debate político cuestiones relacionadas con la equidad, la distribución, la participación ciudadana y el bienestar de la población“.

Un medidor con tres dimensiones básicas

El indicador de competitividad elaborado por el Consejo General de Economistas, igual que otros muchos, “se levanta fundamentalmente sobre las dimensiones más tradicionales en la literatura especializada”, un sesgo además muy frecuente en el limitado debate en Canarias“, reconoce el profesor.

David Padrón añade que, “sin embargo, conviene advertir que las aproximaciones anteriores han sido completadas recientemente con otras que ponen el énfasis en: 1) el desarrollo de las potencialidades internas de cada economía (tales como la capacidad innovadora, la calidad de las instituciones o la capacidad para propiciar redes relacionales y la aparición de clústeres regionales); 2) la superación del fetichismo por el PIB, esa obcecación por el crecimiento económico sin considerar ninguna otra dimensión (tales como la distribución de la renta y la riqueza, la incidencia de empleos de bajos salarios y de la precariedad laboral; la prevalencia de situaciones de pobreza y exclusión; la calidad del entorno, del medio ambiente; la calidad de vida…), y 3) la consideración del territorio como espacio socialmente construido, concediendo a las capacidades organizacionales de las localizaciones un papel central en la competitividad de los territorios”.

El economista David Padrón remata sus explicaciones con una reflexión: “La sociedad canaria, en general, y los agentes sociales y representantes políticos y públicos, en particular, deben tomar consciencia de que el éxito competitivo de las regiones, también en Canarias, descansa de manera nítida en la existencia de una dotación equilibrada de factores tangibles e intangibles”.

A ello Padrón incorpora que “la agenda de acción política y empresarial se ha venido caracterizando hasta la fecha por un sesgo evidente a favor de los recursos productivos tradicionales y por el descuido del desarrollo de capacidades endógenas generadoras de activos intangibles estratégicos. Sin la adecuada comprensión de que muchos de estos activos intangibles, especialmente aquellos más relacionados con la capacidad innovadora, son el resultado de procesos acumulativos lentos relacionados con los procesos de aprendizaje colectivos, se antoja improbable un cambio sustancial en los parámetros competitivos de la región canaria”, concluye el profesor contratado doctor de la ULL.

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