Pero si lo del istmo o Gran Marisma tuvo su aquel, qué contarles del pasaje dedicado a la mujer. Más bien creemos que se lo pudo haber ahorrado el señor presidente de la Confederación. No sabemos si era mención genérica o se refería a alguna señora en concreto, pero eso de que son extraordinarias, que se ponen duras y porfiadas en las mesas de negociación pero que “no pierden el empaque y la gracia que siempre les ha hecho especiales”, fue un quiero y no puedo que indignó a las más recalcitrantes del lugar. Y a las machistas también, que haberles haylas. Menos mal que lo compensó metiéndose con los inspectores tributarios, que dan leña a diestro y siniestro con su particular visión de la Reserva de Inversiones, que también se llevó sus riqui-racas.