Pero sin que Antonio Alarcó lo proclame a los cuatro vientos, estamos segurísimos de que hay muchas más cosas que le parecen inmorales. Por ejemplo, al senador le debe parecer inmoral que la Policía haya estado detrás del desenlace final de los atentados del 11-M. Lo dijo muy convencido en una entrevista radiofónica, por llamar de alguna manera a esos diálogos de tan elevada factura que mantiene con el periodista Andrés Chaves: “No fue un suicidio colectivo. Hay sospechas fundadas de que los refugiaron allí y dale que te pego”, dijo en referencia a los terroristas autores de la masacre. Una inmoralidad de alto calibre que seguramente le quitará el sueño por las noches. Pero inmoral, lo que viene siendo inmoral o lo siguiente es que el Cabildo de Tenerife se haya atrevido a abrirle un expediente para investigar su brillante gestión (también calificada de pufos) al frente de la Fundación Canaria de Salud y Sanidad durante el periodo en que fue consejero de Sanidad de la Corporación insular. Un periodo en el que, siempre según el expediente inmoral, se dedicó a contratar al margen de la legalidad al tiempo que repartía prebendas entre periodistas amigos con los que compartía meditaciones profundas sobre política antiterrorista. La guinda a las preocupaciones inmorales del senador Alarcó la puso estos días su primo Santiago, residente en Londres, al que llevaron a juicio acusado de haber traicionado a uno de sus socios en un hedge found que se recuperaba de una difícil convalecencia tras caerse de un caballo. Santiago Alarcó, según las crónicas, se apoderó de la clientela con aviesas intenciones y ha aceptado un acuerdo por el que indemnizará con una alta cantidad al engañado. Una inmoralidad inadmisible en una familia de tan acrisolados valores.