Fogo y Brava. Las islas más salvajes y auténticas del Archipiélago de Cabo Verde

Pico do Fogo, punto culminante de Cabo Verde.

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Fogo y Brava quedan, en la gran mayoría de los casos, fuera de los circuitos de los viajeros y viajeras que se animan a conocer los encantos del Archipiélago de Cabo Verde. El grueso de los visitantes se queda en la triada formada por Santiago (dónde se encuentra la capital Praia), Boa Vista y la árida y ventosa Sal; otros van camino de San Vicente atraídos por la intensa vida musical de Mindelo, su capital; muy pocos se atreven a dar el pequeño salto que media entre ésta última isla y la fantástica Santo Antao (una verdadera joya que merece la pena ir a ver). Pero casi nadie mira al oeste de Praia aún viendo en el horizonte la enorme mole volcánica de casi 2.900 metros de altitud que puede verse al oeste de Santiago. Ambas son pequeñas, salvajes y muy auténticas: Fogo nos obsequia unos paisajes volcánicos que nada tienen que envidiar a las Islas Canarias, sus vecinas del norte. Y Brava es una invitación a la aventura de los viajes de verdad en un lugar dónde apenas te vas a cruzar con turistas y puedes sumergirte en la cultura local de manera activa (sus gentes son extremadamente amable).

COMO LLEGAR.- Fogo es la única de las dos que cuenta con conexiones aéreas (el aeródromo de Brava está cerrado por la incidencia casi permanente de vientos fuertes). El Aeropuerto de Fogo se encuentra a poca distancia de Sao Filipe, la capital. La compañía Trasportes Interislas de Cabo Verde conecta Sao Filipe de manera directa con Praia, Sal y Boavista (desd aquí puedes en lazar a otras islas. Binter Canarias enlaza Fogo con Praia. El precio del billete ronda los 45 euros por trayecto. La Compañía Interilhas une por mar los puertos de Praia (Santiago), Vale Cavaleiros (Fogo) y Porto Furna (Brava). Ambas rutas permiten el traslado de automóviles y motos.

UNA PEQUEÑA GUÍA DE FOGO.- De Fogo sorprenden varias cosas: pero la que más es que sean tan pocos los que viajan para conocerla. Como su propio nombre indica, el fuego es el principal de los elementos de su paisaje; el fuego creador de su enorme volcán, un cono perfecto que emerge de las profundidades del océano y casi roza los 3.000 metros de altitud (2.829 para ser exactos y de momento). Un volcán que sigue vivo y que cada tanto muestra su capacidad creadora y destructora: la última de sus erupciones tuvo lugar entre 2014 y 2015 y sepultó tierras de cultivo, carreteras y casas en algunos pueblos (se pueden ver los destrozos que ocasionó en Portelas y Chã das Caldeiras. Pero Pico do Fogo da más que quita. Sus cenizas fértiles permiten el cultivo de cafetales y vides, con técnicas de cultivo a ras de suelo que recuerdan a la no muy lejana Lanzarote.

Pico de Fogo está en una enorme caldera truncada con paredes que rozan los 500 metros (como sucede con El Teide, también en Canarias). Un lugar dónde la gente vive y trabaja pese al peligro de una erupción que tarde o temprano va a producirse. No es mala idea alojarse aquí. En Portelas y Cha das Caldeiras hay una pequeña oferta de alojamientos y restaurantes. También es recomendable hacer la ruta a pie que se acerca al pico, aunque siempre con guías oficiales del Parque Nacional. Las alturas de Pico do Fogo son un muro que atrapa parte de la humedad que llega desde el Atlántico. Y ahí está la clave que explica la cercanía de los pueblos a la boca de la bestia. El agua no sobra, pero la hay, a diferencia de lo que sucede en las costas áridas y ásperas. La altura es la clave. Y a cada metro que subes, el paisaje va ganando en verdes. Y entre las rocas negras crecen las vides que dan vida al manecón (el potente vino local), los cafetos y los pequeños huertos. Los paralelismos con Canarias son brutales.

Pero Fogo es más que Pico do Fogo. Sao Filipe es una pequeña ciudad que aún conserva intacto su legado portugués. Un pueblito bonito de casas coloniales de una o dos plantas dónde el blanco se combina con los colores brillantes del África.  En Sao Filipe hay una vieja iglesia colonial, un museo de historia (instalado en una de las casonas de la vieja nobleza terrateniente portuguesa) y un mercado que da gusto verlo (africano y con eso está todo dicho). En torno al eje que forman estos tres edificios se concentra el pequeño casco colonial en el que sobresalen balconadas, tejados a cuatro aguas y fachadas sencillas. Calle abajo te vas a encontrar con una extensa playa de arena negrísima en la que bate el mar con fuerza.

¿Cuántos Días en Fogo? Si puedes tres, tres y si no un mínimo de dos. Las distancias sn pequeñas, pero explorar el Parque Nacional de Pico do Fogo te va a llevar al menos una jornada y en la subida puedes aprovechar para visitar pequeños pueblos agrícolas como Vicente Dias, Monte Largo, Monte Grande y Acahada Furnas (ya casi al borde de la caldera). En esta zona de la isla podrás ver cómo va cambiando el paisaje y el verde va adueñándose de las laderas y los cráteres de viejos volcanes ya extintos. Un buen ejemplo es el Viñedo de María Chaves, uno de los más afamados y productivos de la isla. Aquí te vas a encontrar viejas casas de muros de piedra negra y tejados a cuatro aguas rodeadas de viñas, frutales y huertos muy verdes. Un verdadero espectáculo. Quedarte tres días te va a permitir dar toda la vuelta a la isla (poco más de 83 kilómetros por una carretera asfaltada y en muy buen estado), lo que te permitirá acercarte a lugares muy bonitos como las Salinas o los pueblecitos de la zona de Mosteiros, que ocupa la parte más fértil y húmeda de Fogo (en sus partes altas se concentra la producción de café de la isla) y Cova Figueira.

QUE VER EN ILHA BRAVA.- Brava es tan salvaje que ni los aviones pueden llegar en buenas condiciones. No es más que un peñasco agreste que se eleva a casi 1.000 metros y que está surcado de profundos barrancos, viejos volcanes extintos y picachos dramáticos. Una auténtica red de muros en la que chocan y se enredan las nieblas dejando tras de sí algunos de los paisajes más verdes y bonitos de todo el Archipiélago. La llegada es sólo un anticipo de lo que te espera: El Puerto Furnas está rodeado de una aldea de casitas de estilo portugués pintadas de colores vivos; el mar es de una transparencia casi irreal y el entorno de cantiles cubiertos de vegetación acentúan el encanto del lugar. Una carretera de sinuosas curvas (camino de las 99 vueltas la llaman) te lleva hasta la capital de Brava. Nova Sintra repite el esquema de los viejos pueblos coloniales caboverdianos –casitas bonitas, una plaza, la iglesia…-; aunque éste se esconde del mar tras los bordes de un viejo y chato cráter extinto cubierto de vegetación. Sorprende, y mucho, no ver turismo, porque la isla es bellísima.

Si vienes con coche de Alquiler desde Fogo y lo quieres meter en el barco pues perfecto; pero si no lo tienes no pasa nada. Hay, literalmente, cuatro carreteras y las distancias son muy cortas. Tienes varias opciones. Usar las carrinhas que van y vienen desde Nova Sintra a las principales aldeas y pueblos (están en las plazas), contratar a un conductor (te van a ayudar en tu alojamiento o darle a la patilla. Uno de los lugares que tienes que ver sí o sí es Faja de Agua, un trozo de costa precioso con una aldea de pescadores y unas piscinas naturales geniales. Pues una buena opción es bajar caminando desde Nova Sintra (poco más de ocho kilómetros) a través de un valle impresionante y quedar con alguien para que te regrese o coger la carrinha. Otro tanto puedes hacer para visitar el Valle de Lomba (que culmina en una playa divina) y para ver la zona de mato Grande y Cachaço (apenas a 11 kilómetros de Nova Sintra), dónde se hace un queso de cabra espectacular.

Fotos bajo Licencia CC:  Caroline Granycome; F Mira; michael; David Trainer; Ji-Elle

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