Chistau, el valle pirenaico de los prados verdes y los ibones helados
El precioso pueblo de Bielsa sirve de puerta de entrada al poco conocido Val de Chistau. A pocos kilómetros de Ordesa, uno de los lugares más visitados y conocidos de la cordillera en el territorio oscense, Bielsa asume el papel de frontera entre el Pirineo de las aglomeraciones y el Pirineo de la tranquilidad. Casi nada. Bielsa también ejerce de pequeña capital de su propio universo. Un pueblo de alta montaña de casas de piedra en un entorno bellísimo. Un pueblo que guarda algunas joyas históricas como la Iglesia de la Asunción (siglo XVI), el Puente de Sorripas (Medieval) o el impresionante palacete del siglo XV que hoy sirve de sede al Museo José María Escalona (Plaza Mayor, 1) que muestra la riqueza antropológica de la comarca. Bielsa también atesoran uno de los centros de información del Parque Nacional de Ordesa y varios hitos como el viejo Batán de Bielsa (Carretera de Bielsa), un molino de agua que se usaba para ablandar fibras textiles o las calles en torno al Río Barrosa donde puedes ver las casas más antiguas del lugar. Desde la carretera A-138 se accede a la pequeña aldea de Salinas de Bielsa. Aquí se inicia la sinuosa vía de montaña que se interna en el Val de Chistau (A-2609).
Una de las causas del aislamiento del Valle de Chistau con respecto a otros grandes valles del Pirineo oscense es el Desfiladero de La Inclusa. Poco después de dejar atrás Salinas de Bielsa nos encontramos con un vallecillo relativamente ancho en el que se encuentra la aldea de Saravillo. Aquí nos encontramos un paisaje muy bonito de pequeños prados en un entorno de laderas escarpadas cubiertas de bosque y cumbres de caliza desnuda. Pirineo puro y duro. Desde aquí se accede en pocos kilómetros al primero de los grandes hitos del Valle de Chistau: el Desfiladero de La Inclusa. Aquí el Río Cinqueta se encajona entre paredes verticales de caliza blanquecina en un paisaje estrecho en el que mandan las grandes rapaces (aquí hay una de las buitreras más importantes de la Cordillera). La carretera se encajona y tiene que recurrir a grandes túneles excavados a golpe de pico vivo para adentrarse en el Chistau. Un mundo aparte.
El primer regalo: Plan.- Tras pasar La Inclusa el valle se abre poco a poco hasta formar un enorme socavón rodeado por grandes alturas. La primera aldea con la que nos encontramos es un mito pirenaico: Plan. Esta aldea de casas de piedra y sus vecinas, San Juan de Plan y Gistaín, forman uno de los conjuntos ‘urbanos’ más auténticos de la comarca. Los atractivos patrimoniales del valle están repartidos entre los tres pueblecitos:
En Plan puedes ver la Iglesia de San Esteban (siglo XVI) y el pequeño conjunto de casas tradicionales que se apelotonan en la Calle Mayor.
En San Juan de Plan el lugar más importante que ver es el Museo Etnográfico de San Juan de Plan (Centro, 1), que se sitúa en la antigua Casa de la Abadía, una de las construcciones más antiguas de la zona. En el museo hay una colección de objetos que te van a ayudar a comprender la vida en la zona en tiempos no tan pasados (dicen que es de los mejores museos etnográficos de la región aragonesa). Otro lugar que ver en el pueblo es el entorno de la Plaza Mayor, que se mantiene casi intacta desde el lejano siglo XV, como atestigua la inscripción que puedes ver en la Casa’l lugá –Ayuntamiento-. Y también hay que ver la Iglesia de San Juan Bautista (Plaza de la Iglesia, sn), que data del XVI y guardaba una de las tradiciones históricas más curiosas de España: rezar por los vecinos que mataron al señor feudal del pueblo a finales del XVI al finalizar cada misa –esta costumbre se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX-. Otro lugar de interés por las preciosas vistas sobre el valle es el Cementerio (junto a la iglesia). Camino a Gistaín haz una parada en el llamado Puente de los Pecadores (siglo XVIII), que según nos dijeron se llama así porque era el lugar donde se ejecutaba a los reos de muerte.
En Gistaín lo primero que te encuentras es con el Mirador de Gistaín, que desde su posición de atalaya permite ver el valle y las vecinas Plan y San Juan de Plan. La aldea es chiquita pero aquí nos encontramos con los ‘monumentos’ más importantes de todo el valle: la Torre de Rins (Mayor, sn) y la Torre del Tardán (Hortal, sn). Estas enormes torres de piedra de origen medieval nos recordaron a esas torres georgianas de los valles altos del país. Estas torres se construyeron en el siglo XV como atalayas defensivas pero también a modo de desafío entre las dos familias más poderosas del lugar. La tercera de las torres de la localidad sirvió de campanario a la Iglesia de San Vicente Mártir (Mayor, sn), que aunque es sencilla por fuera muestra algunos ‘excesos’ barrocos en su interior. Completa la visita en la Fuente de Ciella (Iguarra, sn). Los famosos quesos de Gistaín.- El queso Chistén es uno de los productos pirenaicos más codiciados de Aragón. Este queso es exclusivo de estos pagos de Gistaín-Plan y se elabora con una mezcla de leche de vaca y cabra. Merece la pena llevarse este souvenir auténtico.
Subir hasta el Ibón de Plan.- Es el ibón por antonomasia de la Cordillera de los Pirineos en la provincia de Huesca. Hay dos formas de acceder: desde Plan a través de una ruta a pie de 6,5 kilómetros (sólo ida) y un desnivel de 900 metros o a través de la pista del Refugio de Lavasar (acceso desde Saravillo) y un suave camino de 20 minutos y apenas 30 metros de desnivel que nos acerca a uno de los paisajes más intensos de la comarca (usar esta pista tiene un precio de tres euros –verano de 2025-). Estos ibones son lagos de origen glaciar que ocupan los fondos de antiguos circos donde mandaban las grandes masas de hielo. Y en este caso hablamos de un circo glorioso de gran altura y paredes escarpadas. Este lugar es un pequeño microcosmos de alta montaña aislado de las grandes alturas de Los Pirineos lo que hace que sea un pequeño refugio de fauna. Aquí se pueden ver, por ejemplo, algunas parejas de Urogallos, una de las especies más amenazadas de la Península Ibérica. Por ello hay que evitar bañarse en el Ibón. Cuestiones como las cremas solares o revolver el fango del fondo del lago ocasiona graves perjuicios a la fauna local.
El Barranco Aigüeta de Barbaruens.- Es otra de las grandes joyas a nuestro alcance desde Plan (aunque la forma más cómoda de acceder hasta aquí es desde la N-230 subiendo hasta la pequeña aldea de Barbaruens (HU-V-6411) –ya en el entorno de Benasque-. Desde Plan sube una pista de tierra que sube hacia el Collado de las Coronas. Esto es un verdadero paraíso para la caminata tranquila (todo pista con bue firme y desniveles accesibles) donde puedes disfrutar de una de las manchas de bosque nativo mejor conservadas del Pirineo oscense con sorpresas como la Iglesia de Plana de Barbaruens (aislada), un río de grandes pozas y continuos saltos de agua –este es una de las mecas del barranquismo en España- o las cascadas de Gargalluso que desaguan desde las alturas que dan la espalda al Ibón de Plan.
Fotos bajo Licencia CC: Dilan Gobea; Julen Iturbe-Ormaetxe; Juan Mercader; Lies Van Rompaey; Roteiros Galegos; Tristan Nitot
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