Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Blanco y en botella, McDonald’s
Tiene razón la alcaldesa de Santander, Gema Igual (PP), cuando dice que “no puede hacer nada” por evitar la instalación de un McDonald’s en Puertochico. No menos cierto es que, aunque pudiera, no es probable que lo hiciera.
Tal y como fueron redactados los pliegos de concesión y la selección de una sociedad que puede destinar el espacio que gestiona a quien le salga de la caja registradora, escaso margen de maniobra le queda a la regidora y la llegada de McDonald’s está cantada, como llegó Burger King a los bajos del Casino de Santander, reformados con el dinero de todos. Algo parecido va a pasar con el Mercado de México, llamado a acoger un Mercadona, siguiendo los pasos del Mercado del Este, exterminador de comerciantes locales y museos de Prehistoria.
Los vecinos críticos con el daño a la imagen del ‘barrio’ y las molestias potenciales que puedan causar los idólatras de Ronald MacDonald llegan tarde y solo les queda pedir clemencia o un mínimo de algo, lo que no parece ser muy realista, como cuando la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, pedía “comprensión” a los caseros para que los precios del alquiler no se disparasen, demanda que por cierto no ha tenido mucho eco, según van las cosas. Hay promesas de acotar el horario de apertura del futuro centro recreativo-cultural 'ronaldiano', pero no es muy creíble, es más, estará por ver que McDonald’s no acabe zampándose todo el mercado más pronto que tarde, cual hamburguesa ricamente caramelizada, y si me apuran, el centro cultural Doctor Madrazo, que no se sabrá qué pinta encima de lo que se le avecina por los bajos.
Es cierto que se han denunciado irregularidades en el desarrollo de la concesión, pero eso tradicionalmente nunca han sido obstáculos insuperables en Santander, la verdad sea dicha. La cuestión política, es decir, el modelo de ciudad hacia el que Santander se encamina y que los santanderinos votan, me parece mucho más significativo, incluso más que la supuesta conservación de la identidad de Puertochico, ya que, por esa regla de tres habría que realojar de vuelta a todos los pescadores en Castelar y Juan de la Cosa, de donde fueron expulsados tras un incendio que nunca les afectó. De esto nadie se acuerda, como tampoco parece acordarse nadie de que los descendientes de los históricos vecinos del centro de la benemérita y siempre leal capital se encuentran ahora en Canda Landáburu (Albericia), Pero Niño, Peñacastillo, Pedro Velarde, Santos Mártires y otros espacios a los que fueron expulsados.
Nada puede hacer la alcaldesa como nada puede hacer la ministra, algo palmario, como palmario es saber que el Ayuntamiento tenía en mente de forma clara y bien definida qué tipo de cliente buscaba para su mercado a la hora de pergeñar el pliego, como palmario es darse cuenta de que el PSOE no es un recién llegado a la política y que hace tiempo pudo intervenir decididamente en el mercado especulativo del ladrillo, lo que no ha ocurrido, salvo que algún socio incómodo le aguijonee.
No debe haber más problemas en la ciudad que la instalación del restaurante de comida rápida, ni mayor sorpresa que, entre todos los comerciantes de la ciudad, Cantabria y el Hemisferio Norte, tenga que ser una marca de comida rápida la que acabe por instalarse en el Foro capitolino. ¡Oh, sorpresa! Ninguna. Santander es el destino ideal para la comida rápida, la cultura rápida y el turismo exprés.
Es cierto que la alcaldesa no puede hacer nada por evitar que McDonald’s se instale, pero no menos cierto es que la elección ya fue hecha de antemano y que solo requiere del brazo ejecutor del concesionario. Blanco y en botella, McDonald’s.
Pero los vecinos se están movilizando y esto no es despreciable, tras el empecinamiento y (momentánea) victoria de los vecinos de Cazoña y Cueto. Los primeros bloquearon la extensión de la OLA a su barrio y los segundos el búnker de autocaravanas en Mataleñas. Puertochico, espacio emblemático copado por la restauración desde Tetuán a Ataúlfo Argenta, no quiere McDonald's por lo que significa y por lo que conlleva.
Otros están consiguiendo pequeñas conquistas. Los del Centro-Ensanche, opositores iniciales a la operación McDonalds’, ya tienen un compromiso para el cierre de terrazas por la noche, y en el Pesquero se pusieron farrucos en la defensa de sus fiestas frente a la contraprogramación del propio Consistorio en verano; o en apoyo a sus pescadores, hartos de un puente portuario sempiternamente cerrado, en este caso, averiado.
Por lo demás, en San Román se movilizan un día sí y otro también, ya sea por las marquesinas y aceras del pueblo, ya por rescatar su biblioteca, por ahora cerrada.
Son pequeños acontecimientos en el resurgir del movimiento vecinal y ciudadano, inasequible al parecer al riego de entradas taurinas, aunque lejos todavía de la fortaleza que alcanzó el movimiento con la Transición.
Esconderse detrás de un concesionario no es una estrategia muy galante. Sería mejor decir claramente que en Santander, McDonald’s siempre será bienvenido, en Puertochico o en la Plaza del Ayuntamiento, que, aunque no se haya visto cosa así en programa electoral ninguno, el votante del PP nunca se ha caracterizado por poner morro al emprendimiento sin filtro de las multinacionales y grandes superficies.
Y sobre todo porque los socialcomunistas bolivarianos también comen hamburguesas.