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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Cantabria y su 'izquierda cipaya'

El PRC presentará una moción para que el Ayuntamiento reconozca el lábaro como símbolo

Marcos Martínez Romano

La relación entre las izquierdas y las identidades colectivas ligadas a lo territorial es un asunto tan problemático como trascendental. En los últimos años hemos podido comprobar cómo los movimientos populares se desarrollaban con más firmeza allí donde su construcción se asentaba sobre una fuerte ligazón con sus territorios. Latinoamérica, Euskadi o Catalunya son buenos ejemplos. Sin embargo, durante las últimas décadas, construir movimiento popular desde la reivindicación de tu identidad territorial se ha convertido en un tema tabú para gran parte de las izquierdas.

Hablando de “occidente”, el surgimiento del “altermundismo” contribuyó a entender la reivindicación de la identidad ligada al territorio como algo reaccionario. Mientras que, en el caso español, seguramente por razones históricas, el concepto de patria no fue abordado como un concepto en disputa hasta la irrupción de Podemos, que comprendió la necesidad de batallar por el sentido de “España”, apostando por la construcción de una idea de país plurinacional y progresista enraizada en la tradición democrática y popular española.

Esta dificultad supone siempre un hándicap a la hora de construir identidades políticas, pero aún más hoy, en un contexto en el que la globalización neoliberal está destruyendo los lazos sociales y culturales, generando la expansión de los sentimientos de incertidumbre y desarraigo.

Y, ante ello, la necesidad de las mayorías de sentirse parte de una comunidad que les garantice certezas, solidaridad compartida y protección, demanda que actualmente están hegemonizando los populismos de derecha en Europa y Estados Unidos, por el abandono de “lo nacional” por parte de la izquierda.

Cantabria es otro ejemplo de los complejos de las diferentes izquierdas -Podemos incluido- para hacerse cargo del sentimiento de pertenencia a su tierra de la gran parte de la población, especialmente de los sectores populares, como se puede comprobar en el barómetro autonómico del CIS en 2012, al cruzar las respuestas referentes al sentimiento de pertenencia con la variable de “estatus socioeconómico”.

Es habitual leer o escuchar a miembros de partidos de la izquierda explicar el “fenómeno Revilla” tan solo en base a su capacidad mediática, su gracejo y las redes clientelares construidas por el PRC desde que entrara a formar parte del Gobierno en 1995. Es evidente que la última de las razones no se puede obviar. Pero tanto como lo es que quedarse ahí supone un importante déficit analítico. Así mismo, la forma de abordar las dos primeras razones citadas es sintomática del desprecio de gran parte de la “izquierda cipaya” en Cantabria hacia los elementos culturales, sociales e históricos desde los que se configura la identidad cántabra.

Desde esa izquierda se apunta bien el tiro cuando se afirma que buena parte del éxito de Revilla se debe a su habilidad para “conectar con la gente” por su presencia en la televisión hablando constantemente de Cantabria o su asistencia a las fiestas populares de Cantabria, en las que no deja pasar la oportunidad de mostrar su querencia por el folclore autóctono. Sin embargo, se yerra profundamente cuando la respuesta ante esto pasa por poner el foco de la crítica al actual presidente en estas actitudes, demasiadas veces con un tinte de menosprecio (“comediante”, “demagogo”, “populista”…), que revelan la existencia de un cierto elitismo “cosmopaleto”, cuya consecuencia es el creciente alejamiento entre los espacios políticos de izquierda y la gente.

Si en lugar de recurrir al menosprecio hiciéramos el esfuerzo de comprender que la “conexión con la gente” de Revilla se da porque utiliza elementos que conforman la identidad colectiva de los cántabros y que éstos son susceptibles de ser articulados políticamente en un sentido diferente a su “regional-provincialismo” sustentador del statu quo, ampliaríamos nuestras posibilidades de éxito.

La izquierda en Cantabria tiene que hacer un esfuerzo importante por entender nuestra tierra y a nuestra gente tal como son. Por echar raíces profundas en ella. Por conectar su pensamiento con la historia, la sociedad y las tradiciones de nuestro pueblo, para no aparecer como algo extraño al mismo y ser capaces de encontrar en ellos nuestros rasgos específicos para construir desde ahí el camino hacia el cambio.

Cuando hablemos de participación popular, hagámoslo más de cómo repensar hoy los concejos abiertos -presentes en nuestra historia y nuestro imaginario colectivo- y menos de “círculos” u otras fórmulas ajenas. Cuando debatamos sobre el medio ambiente, hagámoslo más de las razones por las que no queremos el fracking o la mina de zinc en nuestro territorio y menos de si lo queremos o no “en otros laos”.

Porque pensar en clave propia no significa negar aportes surgidos en otras tierras ni pensar solo en la nuestra, pero sí abordarlos desde nuestra perspectiva y acordarnos siempre de aquella frase de Fanon en la que afirmaba que “la conciencia nacional es la única que nos da dimensión internacional”.

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