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De censuras e hipocresías

El Ayuntamiento de Madrid ha decidido prohibir el concierto que Soziedad Alkoholika iba a ofrecer el 14 de marzo en el Palacio Vistalegre, alegando que durante su celebración podrían producirse “alteraciones del orden público”.

Como nunca se han producido alteraciones del orden público durante las actuaciones del grupo vitoriano, no resulta aventurado concluir que la verdadera razón de la suspensión del concierto no es la esgrimida, sino los “excesos verbales” de algunos temas de Soziedad Alkoholika, como desliza el propio Ayuntamiento en el auto de prohibición, citando una sentencia del Tribunal Supremo, pero obviando que a través de esa sentencia el alto tribunal absolvió al grupo gasteiztarra de un supuesto delito de humillación a las víctimas del terrorismo, del que había sido acusado por la AVT y absuelto ya en primera instancia por la Audiencia Nacional.

Y es que la prohibición del concierto de Soziedad Alkoholika en Madrid debe ser enmarcada en un rosario de ataques a la libertad de expresión –a la libertad de expresión de sólo una parte, siempre la misma, de la sociedad– en España, como el secuestro de la revista satírica El Jueves por una caricatura de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz en posición íntima; la acusación de ultraje al actor Pepe Rubianes por sus palabras durante una entrevista; la querella contra el cantautor Javier Krahe por “ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa” en una película; la denuncia al cómico Leo Bassi por otro supuesto delito de blasfemia –presente aún en el Código Penal español– por su parodia del Papa Juan Pablo II; o el juicio en la Audiencia Nacional al humorista Facu Díaz por un supuesto delito de humillación a las víctimas del terrorismo –del que resultó absuelto, como Soziedad Alkoholika– por otra parodia, por citar algunos ejemplos.

Quienes jalean las caricaturas que ofenden a otros y sin embargo persiguen con saña las caricaturas –o las canciones, que para el caso es lo mismo– que les ofenden a ellos no sólo no son Charlie, sino que, además de censores, son unos hipócritas.

En este sentido, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos establece que la libertad de expresión “constituye uno de los fundamentos esenciales de la sociedad” y “no se aplica sólo a las informaciones o ideas consideradas inofensivas o indiferentes, sino también a las que ofenden o molestan”, porque “tales son las demandas del pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura, sin los cuales no existe una sociedad democrática”.

Soziedad Alkoholika no ha dejado de actuar –desde América hasta Japón, pasando por Europa y España– durante sus 27 años de historia. El próximo concierto del grupo se celebrará el 19 de abril en Santiago de Chile.

El Ayuntamiento de Madrid ha decidido prohibir el concierto que Soziedad Alkoholika iba a ofrecer el 14 de marzo en el Palacio Vistalegre, alegando que durante su celebración podrían producirse “alteraciones del orden público”.

Como nunca se han producido alteraciones del orden público durante las actuaciones del grupo vitoriano, no resulta aventurado concluir que la verdadera razón de la suspensión del concierto no es la esgrimida, sino los “excesos verbales” de algunos temas de Soziedad Alkoholika, como desliza el propio Ayuntamiento en el auto de prohibición, citando una sentencia del Tribunal Supremo, pero obviando que a través de esa sentencia el alto tribunal absolvió al grupo gasteiztarra de un supuesto delito de humillación a las víctimas del terrorismo, del que había sido acusado por la AVT y absuelto ya en primera instancia por la Audiencia Nacional.