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El personal de una residencia duerme en un pabellón municipal ante la amenaza de contagio del COVID-19 a sus familiares

Operarios de Protección Civil durante el proceso de montaje.

Blanca Sáinz

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Los trabajadores de la residencia Cadmasa, de Las Caldas del Besaya, hacían un llamamiento hace unos días para conseguir un alojamiento donde poder hospedarse hasta que la crisis del coronavirus cesase. Ellos, especialmente afectados por el COVID-19, habían perdido ya a uno de sus residentes, presentaban a otros ocho contagiados y tenían a un trabajador que acababa de dar positivo, pero conscientes de lo altamente contagioso de este virus, prefirieron tomar medidas drásticas.

“Lo único que me dijeron los trabajadores era que no querían irse a casa”, confiesa Rubén Otero, el director de esta residencia para personas con discapacidad intelectual. Este miércoles su 'deseo' se cumplió y pudieron pasar su primera noche lejos de sus casas, y lo hicieron en un pabellón polideportivo de Los Corrales de Buelna después de que el Ayuntamiento lo habilitase para ellos. “Ha sido increíble el despliegue, nos lo han montado todo y tenemos hasta un vigilante de seguridad para que nunca se quede solo”, señala Otero agradecido.

“No hay tantos hoteles que se hayan ofrecido... A algunos no fuimos por la distancia y con otros pasó que al final se echaron atrás porque les daba miedo que se lo infectásemos de coronavirus”, explica el director sobre lo inesperado de alojarse en un pabellón de un complejo deportivo.

El equipo, compuesto por unas 50 personas, está trabajando a destajo durante los últimos días e intentando evitar que los residentes perciban lo complejo de la situación. “Ellos lo entienden, pero mal. Uno de los chicos me preguntó un día que hasta cuándo iban a estar castigados sin salir. Otros quieren abrazarte y tienes que recordarles que no se puede... Es muy complicado”, argumenta.

Sobre la posibilidad de que los empleados se hubieran sometido a la prueba del COVID-19, Otero revela que no, y que eso es lo que les ha llevado “en parte” a tomar la decisión de no volver a sus hogares. “Aunque alguno sí que se ha ido a su casa, pero el resto estamos a piñón”, asevera. 

Asimismo, este empresario que posee otras cuatro residencias en Cantabria, sí confiesa que la situación “es difícil”. “A ratos reímos y a ratos lloramos. Lo mejor es cuando pasa un día en el que no te dan la mala noticia de que tienes más positivos”, indica.

Precisamente, una de sus residencias -la de Meruelo, pendiente de abrir- se encuentra actualmente “intervenida” por el Gobierno, a pesar de que Otero se adelantó al ofrecimiento cuando la situación comenzó a agravarse en nuestro país. “Ahora están montando un hospital para personas mayores contagiadas”, explica.

Por el momento, estos trabajadores vivirán entre la residencia y el pabellón, aunque contarán con la posibilidad de irse a un camping de Cabuérniga para alojarse en sus días libres. Quizá esto les sirva para airearse de su nuevo ritmo de vida porque según relata el propio director, aunque por el momento “están bien”, la situación es “dura” y no sabe cuánto se podrá prolongar en el tiempo.

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