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En el interior de un campo de refugiados: “Hemos denunciado abusos sexuales y se ha hecho de todo por esconderlo”

Alambrada del campo de refugiado de Vial en la Isla de Quíos.

Raquel Franco

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Ni un techo seguro, ni un colchón en el que dormir. La cooperante cántabra Ángeles Cabria relata las condiciones inhumanas en las que viven los integrantes del campo de refugiados de Vial en la Isla de Quíos, en Grecia, durante el quinto programa del podcast 'Voces del Vecindario. Radio Migrante' de eldiario.es Cantabria.

Cabria es una de las activistas de la organización Pasaje Seguro en los campos de refugiados de Grecia. Es enfermera y sinónimo de sociedad civil comprometida que se niega a aceptar la ilegalidad de los gobiernos e instituciones europeas.

Después de pasar todo el invierno y parte de la primavera en la isla griega trabajando como voluntaria con Salvamento Marítimo Humanitario, la enfermera ha llegado a la conclusión de que realmente ha vivido en  “un campo de concentración” debido a la situación de precariedad por la que pasan las personas migrantes.

Estos campos se crearon en 2015 como lugar de registro para esos viajeros que provenían de Medio y Lejano Oriente, que salían de allí hacía el resto del continente europeo. La situación dio un completo giro en 2016 con la firma del acuerdo de Europa y Turquía, cuando “se da un cierre de fronteras mucho mayor y la gente empieza a quedarse atrapada allí”, explica Cabria.

“En estos lugares la gente pasa un largo periodo de tiempo, conseguir registrarse médicamente puede llevar seis meses y una entrevista para tomar asilo un año. Viven en unas condiciones tremendas”, comenta horrorizada.

Actualmente, estos refugios no acogen solo personas originarias de Oriente Próximo, Oriente Medio y Lejano Oriente, sino que desde el año pasado comienzan a llegar desde África. “Las mafias abren nuevas vías y no todas atraviesan África hasta llegar al Mediterráneo, donde se está dando el mayor número de muertes y desapariciones, sino que llegan volando desde Estambul, se acercan a la costa y comienzan la travesía hacía las islas griegas como Quíos”, cuenta.

Una dura travesía

Aunque la distancia entre las costas de ambos territorios es muy corta, el viaje  “es sumamente peligroso por las condiciones de las lanchas en las que viajan, que muchas veces llegan destrozadas o ni siquiera consiguen cruzar por la corriente del canal”, aclara.  La enfermera relata como la gente desembarca “completamente empapada, exhausta y en condiciones muy duras que reflejan el terror en su rostro”.

Las condiciones del transporte causan que “algunas personas no consigan cruzar”. “Como equipo de salud íbamos a las llegadas y a veces había mochilas sin sus dueños”, cuenta escandalizada.

Condiciones de vida

“En Quíos, todo son caras de entusiasmo por lograr atravesar el infierno marino, los jóvenes incluso se hacen selfiespero cuando llegan al campo es donde realmente la vida cambia, se dan cuenta de que ese paraíso al que iban es realmente un lugar completamente militarizado y regido por las autoridades militares y policiales, rodeado de alambradas y concertinas y custodiado por un furgón policial antidisturbios”, describe.

Además, Cabria explica como “la gente vive extremadamente hacinada en un espacio que se creó para albergar a 600 refugiados y que ahora cuenta con más de 1.600 personas en su interior, que viven en contenedores que concentran dentro a más de una familia”, detalla,al tiempo que puntualiza que esta situación “impacta en la salud de estas personas que generan enfermedades in situ, como la tuberculosis por la situación de convivencia”.

“Algunos viven en tiendas de campaña destrozadas y sin colchones que pueden llegar a albergar 300 personas que duermen en planchas por las que corren las ratas y que están separadas por un simple plástico y una manta” y “todo esto sumado al invierno más frío y lluvioso en las islas en los últimos 50 años”, continúa contando.

A estos problemas se les suma el suministro de comida a cargo de una empresa “demasiado sospechosa de pertenecer a Amanecer Dorado, la extrema derecha griega, lo que permite imaginar el menú no adecuado siquiera culturalmente” y una cantidad de menores no acompañados dentro y fueran del refugio. “Atendíamos en un centro de menores fuera del campo”, declara.

Asimismo, estos MENAS, dependiendo de su edad, acuden a un “contenedor-escuela” dentro del campo si son de los más pequeños o van a un espacio fuera del campo si son mayores. Sin embargo, “no están integrados en la educación regular, excepto los integrantes de un centro de menores a cargo de una ONG griega donde estos chicos asisten a una escuela y aprenden griego”, narra Cabria.

El Gobierno no actúa

El campo de Vial parece ser una zona inexistente para el Gobierno que no supervisa lo que sucede dentro de estos espacios. “El centro de salud es un contenedor más de los múltiples contenedores que hay de ONG dando asistencia legal y psicológica, o un papel sumamente funcionarial en vez de de denuncia como el de ACNUR. Hemos denunciado situaciones de abusos sexuales y se ha hecho de todo para taparlo”, comenta la corresponsal.

Ángeles Cabria concluye exigiendo a las autoridades europeas que “tomen responsabilidad y conciencia del crimen que se está cometiendo”. “Tienen que dar pasos seguros a los refugiados. De esta forma no estarán hacinados en esos lugares. Además, deben dar fluidez y rapidez a las entrevistas de asilo y a la situación de asilo y acogida”, reclama, y también hace un llamamiento a la ciudadanía para que “se conciencie de lo que está sucediendo porque si no somos nosotros los que ejercemos presión, desde luego los políticos no lo van a hacer”.

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