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Sobre este blog

Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.

Vigilemos nuestro periódico

Rafael Reig

Cercedilla —

¿Usted de verdad cree que alguien da “consejos publicitarios”?¡Qué consejos ni que ocho cuartos: no es más que publicidad! Son anuncios, reclamos para que compremos o consumamos.

¿Qué si somos libres para“poner la publicidad que queremos”? Más bien hay que suponer que no queremos poner publicidad. Al menos yo preferiría que mis cosas se publicaran sin anuncios, pero ¿cómo iba entonces el periódico a pagarme? Podrían recurrir a subvenciones del Gobierno, a grandes empresas, a la CIA o al Opus; no habría anuncios, pero sin duda algo pedirían a cambio, ¿no le parece?

¿Qué prefiere usted: un anuncio de Bankia o a Bankia pagando el periódico en la sombra? Con un anuncio, lo que obtiene Bankia a cambio a la vista está. Si fuera accionista o nos financiara, ¿no cree que recibiría beneficios menos visibles?

El verdadero problema surge cuando, además del anuncio, se le da al anunciante un trato de favor. Si tiene usted dudas, si sospecha que me muerdo la lengua con respecto a Bankia, por ejemplo, bien por iniciativa propia, bien por presiones de mis jefes, dígamelo. Avíseme el día que usted me vea deshacerme en elogios a Isidro Fainé bajo un anuncio de La Caixa (sí, me refiero a El País). O si ve que el periódico se abstiene de denunciar abusos de las compañías que pagan publicidad, ponga el grito en el cielo. Mientras tanto, ¿no le parece que todos tenemos derecho a ganarnos la vida?

Mientras los medios de producción sigan siendo de propiedad privada, sólo tendremos libertades de pacotilla, como la de elegir anuncios. Hay quien piensa que está más comprometido por comprar botas de Camper en lugar de mocasines color burdeos, por conducir un Lada y no un todoterreno, por no ir nunca a grandes superficies, por adquirir un Mac (bajo la advocación de San Steve Jobs) en lugar de un producto de IBM (Bill Gates al parecer tiene menos santidad), por no comer pan Bimbo o por llevar una trenka en lugar de un Loden o un pañuelo palestino en vez de una corbata. Le confieso que soy bastante escéptico. Estoy convencido de que el negocio de la ropa para tipos comprometidos ya da más dinero que la alta costura. En lo que la prensa llama “céntricos grandes almacenes” se puede uno abastecer de camisetas anti-sistema, libros revolucionarios y un kit completo de accesorios para manifestarse por un mundo mejor y anticapitalista. ¿De verdad cree que hay anuncios mejores que otros? Todo eso, en el mejor de los casos, parecen píldoras analgésicas para amortiguar la mala conciencia.

En el peor de los casos (y en absoluto me refiero a usted) tiene algo de fariseísmo. Más que los mercaderes en el templo, lo que sacaba de sus casillas a Jesucristo eran los fariseos, es decir, los que construyen su propia bondad sobre el cimiento de la maldad ajena, los que afirman que son buenos porque no son como otros, esos de allí, que mira en cambio lo que están haciendo.

Dado que el fundamento de la moral farisea es la abstención (ellos no hacen esas maldades que denuncian en otros), lo normal es que desemboque siempre en el puritanismo y en la intolerancia. Y no se lo tome a mal, por favor, pero ¿no le parece un pelín puritano escandalizarse de que un periódico que es gratuito tenga publicidad?

Ya, ya sé, le he entendido: a usted lo que no le gusta es la elección de la publicidad. No trabajo en el departamento comercial, pero imagino que tampoco tienen tanta libertad de elección. Sé que establecen límites: no admiten anuncios de prostitución o de armas u ofertas para enrolarse en ejércitos mercenarios para provocar guerras en África central, etc. También me consta, porque he trabajado antes con Ignacio Escolar y muchos otros amigos con los que me he rencontrado en este periódico, que no permiten a los anunciantes la más mínima intervención sobre los contenidos y que, llegado el caso, elegirán perder la publicidad antes que callarse algo. Confío en el periódico y creo que no prevaricará. A mí me vale. ¿Y a usted?

Puede que me equivoque, pero le garantizo que, si alguna vez las cosas no son como creo, usted será el primero en saberlo. Haga usted lo mismo, por favor: vigilemos nuestro periódico.

La prensa, además de informar y opinar, funciona de hecho como vigilante del poder, al que controla y denuncia, y por eso es una garantía de libertad, de que los ciudadanos pueden conocer y controlar los actos de los poderosos, incluida Bankia, por supuesto. ¿Quién controla a la prensa, quién puede garantizar la libertad de este periódico? Pues usted y yo: los lectores, los que colaboramos en él.

Permanezcamos atentos y vigilantes, preparados para dar la voz de alarma si llega el momento. Y mientras tanto, confiemos en nuestro periódico.

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