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Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia

Los riesgos del uso de móviles entre menores: “Prohibirlo no es suficiente, pero envía un poderoso mensaje”

Un niño usa el teléfono móvil y una tablet

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El debate está sobre la mesa. Más que nunca. ¿Dónde está el límite en el uso de los dispositivos móviles entre los menores? ¿A quién corresponde la responsabilidad de establecer ese límite?

En los últimos meses grupos de padres en varios puntos de España se asocian y pactan no dar un smartphone a sus hijos hasta que no cumplan una determinada edad. Ha ocurrido en Barcelona o en Madrid. Antes el ejemplo había llegado desde el pueblo irlandés de Greystones.

Los datos son elocuentes. El 70,6% de los menores españoles que tienen entre 10 y 15 años usan teléfono móvil, según la última encuesta ‘Equipamiento TIC en los hogares’ publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Soledad Andrés Gómez es profesora del Departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de Alcalá (UAH) y se muestra tajante. “Hay que poner límites de edad”, dice, pero también reconoce que “es imposible ponerle puertas al campo”. Así que apuesta por “educar para un buen uso, informar sobre los riesgos y acompañar en edades tempranas desde la familia y desde la escuela”.

Se muestra especialmente preocupada por la irrupción del porno como un contenido accesible a cualquier edad. Pone el ejemplo de Donostia, donde la Ertzaintza ha abierto una investigación a raíz de que varios colegios han alertado de que cientos de alumnos reciben porno y mensajes franquistas a través de dos grupos de WhatsApp.

No es el único caso. En Almendralejo (Badajoz) la Policía Nacional investiga la circulación de fotografías de jóvenes desnudas que habían sido creadas con inteligencia artificial y difundidas de móvil a móvil. Al margen, cada vez son más frecuentes las noticias que hablan de acoso, violencia de todo tipo y otras prácticas vinculadas al uso de esta tecnología.

“La exposición de niños y niñas y adolescentes a contenidos estereotipados, sexistas y violentos en el ámbito de las relaciones afectivo sexuales es alarmante, siéndolo a través de su herramienta más habitual de comunicación. Y es justamente lo contrario a lo que necesitamos en pro de la igualdad y de una convivencia respetuosa”. Lanza una advertencia porque “nadie los controla” y también de “la facilidad con que se interiorizan y normalizarlos”.

Definir la edad mínima para usar el móvil, cuestión de “voluntad política”

Tiene claro que la edad óptima para comenzar a usar el móvil con autonomía no debe estar por debajo de los 11 o los 12 años y que definirlo es “cuestión de voluntad política”, incluyendo campañas o el asesoramiento de expertas y expertos. “Sobre todo cuando estamos viendo aumento de los delitos y repuntes de agresiones machistas o el surgimiento de ‘manadas’ entre menores. ¿Qué está pasando? Está clara la influencia negativa de las redes sociales”. Y eso, añade, “no se puede dejar al albur de las familias o a aquello de es el mercado, amigo”.

Soledad Andrés Gómez no descarta la utilidad de “prohibir” el uso de dispositivos móviles a determinadas edades. Con matices. “Sabemos que la prohibición solamente no sirve. La tendencia natural es la de sortear la norma. Pero sí se envía un mensaje importante sobre lo que no es aceptable, sobre lo violento o lo insalubre. Y si no, ¿por qué se limita el consumo de alcohol a menores o de sustancias opiáceas? Tienen que estar protegidos”. 

Por eso exige “una intervención por parte de las autoridades competentes para que digan claramente que hay determinadas situaciones y comportamientos  violentos, que ejercen un daño gravísimo en el desarrollo la personalidad, en la construcción de la identidad,  y en el desarrollo social de las relaciones interpersonales y en todas las competencias de niños y niñas porque están expuestos a modelos negativos, violentos, machistas y homófobos. No es admisible”.

“Se trata de generaciones cuyo entorno de socialización presencial ha trascendido al de la redes sociales. Hace ya más de dos décadas comenzaron los primeros estudios en este ámbito, tratándolos en los primeros momentos como contextos diferenciados en y fuera de línea, pero hoy lo real y lo virtual conforman un entorno único de socialización. Tenemos que analizarlo así”, explica esta psicóloga especializada en aprendizaje y desarrollo de la personalidad.

Pero ese análisis, dice esta experta, “no es simple” teniendo en cuenta que junto a los “riesgos” del uso de los móviles hay también “fortalezas”. Tienen que ver, por ejemplo, con el hecho de que la tecnología también permite “espacios de participación y de aprendizaje que utilizan, por ejemplo, los profesores. Hay posibilidad de participar en eventos, en movilizaciones apoyando derechos… Eso se nos olvida”.

También afirma que es necesario buscar un equilibrio. Junto a la prohibición es necesaria la educación y el acompañamiento. “Los niños y niñas necesitan experimentar. Es propio de la edad creerse invulnerables a los riesgos. Es una etapa de descubrimiento del mundo, de desafío a los límites establecidos. Eso es positivo, y necesario, pero debe haber espacios de comunicación, en la familia y la escuela, en donde se expliquen los límites, lo que está bien y mal para una vida respetuosa con los derechos de todas y todos”.

Sugiere la puesta en marcha de “planes educativos sobre el uso positivo de las tecnologías de la información y la exposición a riesgos” y también la posibilidad de dedicar espacios docentes para formar en contenidos específicos, aunque no se incorpore al currículo común en un primer momento.

No es una reivindicación nueva. Entre otras, de forma reciente, el sindicato ANPE Castilla-La Mancha ha pedido regular el uso del móvil en los centros escolares. “Muchos padres y madres preocupados ya están pidiendo también que no se regalen móviles hasta los 14 o 16 años. Con las familias hay que abordar también campañas y eso le corresponde al Ministerio de Educación, quizá en colaboración con Igualdad, de forma transversal”, apunta la investigadora. 

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