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Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia

Hacia el urbanismo feminista o cómo las mujeres son “un testigo de la potabilidad de una ciudad”

Ilustración de la Plataforma Her City de ONU Habitat

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La desigualdad de género tiene ramificaciones en cada área de nuestra vida cotidiana. Su transversalidad no solo abarca las medidas más sociopolíticas como la brecha salarial, la violencia machista o los techos de cristal. Los entornos urbanos también resultan fundamentales y están entrelazados con la dificultad de las mujeres para acceder a una plena igualdad e incluso a su propia seguridad y al ejercicio de sus derechos. Además, estas circunstancias también están ligadas a la inclusión de los colectivos más vulnerables, como el de las personas mayores o con discapacidad.

La respuesta transversal es el urbanismo feminista o con perspectiva de género, un fenómeno que ya tiene a sus espaldas una ingente investigación, muchas y muy variadas iniciativas y cada vez más propuestas para que sea tenido en cuenta.

¿En qué consiste? Lo detallan la profesora Josenia Hervás y Heras, profesora asociada doctora del Área de Urbanismo en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alcalá (UAH); y Patricia de Diego Ruiz, profesora ayudante Doctora del Área de Proyectos Arquitectónicos de esa misma escuela universitaria.  

Hervás y Heras define el urbanismo feminista como una “ciudad democrática”. Es decir, aquella en la que “todo el mundo debe tener cabida”, partiendo del hecho de que hasta hace poco tiempo las mujeres “no se sentían protagonistas de lo que ocurría en la ciudad”. “Eran receptoras de unos servicios públicos, unas dotaciones, unos parques, pero no se las consideraba como ideólogas de cómo debía funcionar la ciudad. Ahora, ellas también quieren ser partícipes a todos los niveles”.

Tener en cuenta “el mundo no productivo”

Para ello, resulta básico que las planificaciones urbanas también tengan en cuenta el “mundo no productivo”. Un ejemplo es el hecho de que no todos los transportes públicos estén preparados para otra hora que no sea la hora punta de las actividades laborales. Es “un síntoma” de que las ciudades no están pensadas para la igualdad.

“Que también se planifique pensando en las personas que tienen otros horarios donde tienen que compatibilizar su trabajo con el cuidado de los hijos o personas mayores, ir a comprar para que la intendencia de una casa funcione y que la gente pueda salir de fiesta y llegar tarde a casa”. Son otros ejemplos que pone esta experta y que han sido el objetivo de determinadas experiencias piloto para que un autobús que tiene una parada diurna en un polígono industrial, por la noche no deje a los usuarios allí.

Otro nivel que establece la profesora es que las mujeres “también quieren participar de las decisiones sobre el modo de habitar”. Recuerda que la ciudad del siglo XIX y hasta mediados del XX era una ciudad “planificada por ingenieros y arquitectos fundamentalmente varones”. El objetivo ahora es que existan procesos de participación ciudadana donde las mujeres, tanto desde órganos de decisión como de consulta, “entren a formar parte de las decisiones ciudadanas”.

Pero si bajamos al terreno y hablamos de medidas concretas, las primeras acciones necesarias son las que afectan a la seguridad en el uso de la ciudad, explica por su parte Patricia de Diego. “Las mujeres, pero también otros colectivos como las personas mayores, con discapacidad o grupos minoritarios, perciben de una manera completamente distinta los entornos habitacionales. Detectan falta de amabilidad, de inclusión y sienten ciertas áreas como hostiles.

Hay ciudades como Barcelona, Estocolmo y Viena que son pioneras en el urbanismo feminista y ya están realizando “mapas de puntos críticos”, mapas de las “ciudades prohibidas” o “mapas de acoso” (Harassmaps) que localizan las zonas problemáticas y las comunican a la ciudadanía para información y/o iniciativas de transformación.

De hecho, Josenia Hervás y Heras ratifica este extremo. El tema ya lleva muchos años siendo motivo de debate y se está trabajando sobre ello desde principios del siglo XXI de forma intensa. “Existen congresos donde se estudia y hay legislación que de alguna manera obliga a tener el tema en consideración”. Los principales, subraya, los informes de evaluación de impacto de género.

En España las urbanistas pioneras, y de reconocido prestigio internacional, han sido Inés Sánchez de Madariaga de la Escuela de Madrid y Zaida Muxi, de la Escuela de Barcelona, que llevan años trabajando este tema.

Otra de las cuestiones más interesantes que resalta la profesora Patricia de Diego es la transversalidad. “La perspectiva de género trata de ampliar su marco de acción más allá de las mujeres y pretende extenderlo a cualquier colectivo que ha sido descuidado, oprimido o no considerado suficientemente en el diseño, construcción, uso y vivencia de las ciudades”.

Favorece por ello visiones “transversales y multidimensionales” que escapan de las “lógicas únicas, unidireccionales o unívocas”. “Existen bastantes estudios sobre la visión neoliberal de las ciudades donde se observa que se sexualiza el centro, en términos productivos, económicos y financieros mayoritariamente, mientras que se articulan alrededor y cada vez más separados, entornos residenciales y domésticos para el desarrollo familiar. Este modelo no es sostenible en términos ecológicos, pero tampoco en la dimensión cultural y social”, remarca la experta. 

“Cada vez entendemos mejor que la mujer ya forma parte de la ecuación urbana”

Josenia Hervás y Heras

De Diego también refiere la necesidad de que realicen más análisis e investigaciones sobre perspectiva de género en el urbanismo y la arquitectura. Pese a los estudios ya realizados, se trata de una cuestión reciente y “hay riesgos también de que los planteamientos de cambios urbanísticos se politicen y que sean demasiado superfluos o panfletarios”.

Incluso existen, en ocasiones, actuaciones “discutibles”, como puede ser la separación en México de vagones de metro masculinos y femeninos para evitar agresiones. “Hay que pensar si estas medidas tal vez potencian una regresión en términos de inclusión e igualdad”.

“La educación y responsabilidad cívica ha de potenciarse; ha de consultarse más a la ciudadanía y han de realizarse muchos más trabajos multidisciplinares serios y profundos. Hace tiempo que el urbanismo y la arquitectura en su responsabilidad de conformar ciudad, no arriesgan, no experimentan y no avanzan en consonancia con las necesidades sociales y los cambios que vivimos a todos los niveles”.

Hervás y Heras lo deja también claro: “Podríamos decir que las mujeres son un testigo de la potabilidad de una ciudad. Una ciudad donde a una mujer se la viola en un autobús urbano sin que ningún pasajero se dé por aludido, es evidentemente una ciudad enferma. Esto desgraciadamente ha ocurrido, no en nuestro país, porque aquí cada vez hay un mayor nivel de implicación”.

Concluye la profesora que afortunadamente, “cada vez entendemos mejor que la mujer ya forma parte de la ecuación urbana”. Opina que la ciudad ya no es tan simple como la del siglo pasado, “donde los centros urbanos se atravesaban con calles elevadas y los coches discurrían a toda velocidad” porque “lo importante era llegar al trabajo por el camino más corto y más rápido”. “Ahora priman otros conceptos como diversidad e inclusión, esto añade complejidad a la ciudad, es menos simple, pero más interesante … y en esto si tienen que ver mucho las mujeres”.

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