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Marchamalo conmemora 20 años de independencia: más servicios, crecimiento ordenado y arraigo de su identidad

Marchamalo en la actualidad FOTO: Ayuntamiento de Marchamalo

Raquel Gamo

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“En cuanto al pueblo de Marchamalo le han dado voz, ha emitido su veredicto. Con esta consulta ha quedado bien claro que el pueblo está deseando separarse de Guadalajara para iniciar la andadura que hará que sea uno de los mejores pueblos de la provincia en un plazo muy cercano”. Con este jubiloso mensaje celebraba Fernando Olalla, alcalde pedáneo de Marchamalo, la consecución de la independencia para la localidad guadalajareña en noviembre de 1996, tras un referéndum en el que los marchamaleros decidieron mayoritariamente construir su futuro sin la tutela de la ciudad de Guadalajara.

Tres años después, la localidad inauguraba una nueva era sin que Olalla, tristemente fallecido unos meses antes, pudiera disfrutar del proyecto político de autonomía que había capitaneado para la población gallarda.

Marchamalo había pertenecido administrativamente al Ayuntamiento de Guadalajara desde principios de los años 70, en los estertores del franquismo. Un decreto del Consejo de ministros de enero de 1973 aprobó la anexión de la población como barrio de Guadalajara. Fue un periodo de convivencia pacífica fraguados en un pujante desarrollo económico y social en torno al cinturón industrial del Henares en el que, paralelamente crecía la conciencia de emancipación entre los marchamaleros. Una mezcla de prosperidad y de arraigo a una sólida identidad cultural que condujo a los gallardos a constituirse en EATIM en 1994 y a la independencia definitiva 26 años después.

Aquel histórico día de noviembre de 1996 arrancaba un proceso que culminaría el 31 de diciembre de 1998 con la firma del convenio entre Juan Armando Monge, alcalde pedáneo, y José María Bris, alcalde de Guadalajara con la que se declaró la desanexión entre ambos municipios. La plantación de un olivo centenario en la Plaza Mayor se erigió como el símbolo de Marchamalo e inauguró su historia reciente. “Los vecinos no entendíamos como un municipio histórico se había convertido en barrio sin nuestro consentimiento y nos revelamos contra esa injusticia para responder a una reivindicación creciente entre las asociaciones de vecinos, ser independientes”, explica Monge a eldiarioclm.es.

El primer ayuntamiento estuvo integrado por 11 concejales, -cinco del PSOE, cuatro del PP y dos de IU. Comenzaba un tiempo de oportunidades y de incertidumbres que en los primeros años estuvo encabezado por Juan Armando Monge, quien revalidó la alcaldía en las primeras elecciones municipales de junio de 1999 y se mantuvo en el cargo hasta 2003. “Fueron años de gran responsabilidad y novedad en la toma de decisiones –asegura- en el que no podíamos defraudar la confianza dada por los vecinos”.

De esa primera etapa municipal, el entonces alcalde recuerda la construcción del campo de fútbol de La Solana y el proyecto de la Casa de la Cultura, dos servicios importantes para los gallardos. Hoy, 20 años después, define este ciclo como un tiempo de “éxito durante el que Marchamalo se ha desarrollado de una forma pujante, con servicios, sin grandes urbanizaciones, conservando sus tradiciones e integrando a una población creciente”.

Enclavada en el Corredor del Henares, el cinturón industrial de Guadalajara, Marchamalo no ha sucumbido al desarrollo urbanístico acelerado que ha primado en otras localidades cercanas durante el boom de la construcción en los primeros años 2000. Su crecimiento ha estado guiado, en cambio por la sostenibilidad y el forjado de una población moderna, con calidad de vida desde el respeto a la tradición. Para Rafael Esteban, alcalde desde 2003, la independencia fue “emocionante” y abrió “un periodo ilusionante que lo cambió todo y nos dio la oportunidad de construir colectivamente un municipio abierto, transparente, capaz de gestionar su potencial y dotarse de unos servicios sólidos con el paso del tiempo”.

En la actualidad, Marchamalo cuenta con una población de 7.500 habitantes, -3.208 más que en 1999-, y una completa serie de servicios educativos, sociales y culturales entre los que destacan cuatro centros educativos, una Casa de la Cultura, una biblioteca, un centro de mayores, un polideportivo y un servicio de autobús. Todo ello la han consolidado como una de las poblaciones más atractivas para vivir, también para jóvenes que proceden de la vecina Comunidad de Madrid.

Entre los proyectos de futuro que marcarán el desarrollo económico e industrial de este enclave en las próximas décadas sobresale la Ciudad del Transporte. Se trata del acondicionamiento de cerca de 1,2 millones de metros cuadrados de suelo industrial con el que se prevé crear más de 3.000 empleos, a través de empresas como Inditex o Amazon que instalarán su base logística en este Puerto Seco del Corredor del Henares.

Sergio Sánchez, portavoz del PP en Consistorio marchamalero, que en 1999 contaba con 12 años, recuerda con orgullo el progreso que ha vivido la localidad en estos 20 años: “Marchamalo es un enclave privilegiado e integrador que cuenta con todos los servicios de una ciudad y que, a raíz de su separación de Guadalajara experimentó un crecimiento rápido de sus barrios”. Además apela a la “esencia gallarda, que nos ha permitido llegar hasta aquí respetando nuestras tradiciones y asegura que ”nuestro reto es transmitir nuestra identidad a los jóvenes y fomentar su participación en la vida de la población“.

Arriaca, raíces locales

Marchamalo hunde sus raíces históricas en la Arriaca romana, una mansión situada a 22 millas romanas (33 km) de Complutum, tal y como se describe en el ‘Itinerario Antonino’. En el paraje conocido como ‘El Tesoro’ se han hallado numerosos vestigios arqueológicos que atestiguan la relación de esta población con la civilización romana. Un vínculo que se ve fortalecido con el descubrimiento en 1988 de una necrópolis, aún sin excavar y, que arrojaría todavía más luz a cerca del emplazamiento y relevancia de Arriaca. Los trabajos que se realizan actualmente en la Ciudad del Transporte han revelado también nuevos hallazgos.

La historia de Marchamalo ha estado íntimamente ligada al fértil Valle del Henares y a su posición estratégica en el cruce de caminos entre el Camino Real de Navarra (Cañada Galiana) y el de Guadalajara, por donde discurría la antigua calzada romana. Sin embargo, el lugar donde en la actualidad se ubica la localidad no coincide con la del poblado romano. Juan Enrique Ablanque, cronista oficial de este municipio campiñero, apunta en su obra ‘Noticias, Hallazgos y Documentos para la Historia de Marchamalo’ (2003) a que “es probable que se abandonara el primitivo hábitat en busca de otro lugar más sano, menos encharcado y proclive a enfermedades como es el emplazamiento actual, ubicado entre dos arroyos, abundante en agua u atravesado por dos cañadas reales (veredas) establecidas en tiempos de Alfonso X”.

Así pues el emplazamiento del caserío actual proviene de la época de Alfonso VII (1127), como aldea dentro del Común de Villa y Tierra de Guadalajara. Marchamalo ha sido testigo directo de los principales avatares de la historia, desde la romanización de su territorio hasta la Guerra Civil, pasando por la Reconquista cristiana durante la Edad media, la Guerra de Sucesión, en el siglo XVIII o la impronta de la Guerra de Independencia un siglo después.

El espíritu independiente que ha labrado el devenir de Marchamalo a lo largo de estas dos décadas encuentra un antecedente en su historia. Hasta mediados del siglo XVII, perteneció y estuvo sometida a la jurisdicción de la ciudad de Guadalajara. Sin embargo la necesidad del Rey Felipe IV de recaudar bienes para sufragar la deuda que había contraído con banqueros europeos con el fin de costear las guerras, le empujó a vender numerosas tierras y aldeas de Realengo. “A los vecinos no le quedó más remedio que ser dueños de su propio destino y decidieron comprarse a sí mismos para no caer en manos de Señoríos y particulares. Pagaron la suma de 3.472.500 maravedíes que correspondían a los 232 vecinos con los que contaba la aldea”, según relata el cronista Ablanque.

De este modo, Marchamalo se convirtió en ‘Villa de jurisdicción propia’ por Real Cédula, firmada por Felipe IV en 1626. Este hecho, al que se opuso la ciudad de Guadalajara por los vínculos de tierras en manos de nobles que las habían unido hasta el momento, originó un conflicto entre ambas en torno a la división de fincas. La nueva condición de Villa se tradujo en el levantamiento de un rollo jurisdiccional y de una horca para administrar justicia en la entrada por el norte, junto al cruce del Camino Real de Aragón y Navarra y Cañada Galiana a Madrid.

La independencia gallarda de Guadalajara se extendió durante 350 años hasta que un decreto aprobado por el régimen franquista en 1973 volvía a anexionar su destino al de Guadalajara. En aquel momento, la población guadalajareña contaba con más de 3.000 habitantes y vivía un despegue industrial, estimulado por la llegada de población de otras regiones del país. “Todo fue causa de un decreto que estaba en marcha. Venían a por nosotros, por las buenas o por las malas, y fue cuando pensé que sería mejor por las buenas”, manifestó en 1999 Antonio del Vado, alcalde de Marchamalo de la época que como resultado de la pérdida de la autonomía administrativa fue destituido de su cargo.

Veintiséis años después, Marchamalo recobraba su independencia, de la que este año se conmemoran dos décadas. A juicio de Ablanque, que ha investigado con profusión la historia de Marchamalo desde que fuera nombrado cronista en 2006, “Marchamalo se fundamenta en la tradición, integración y progreso en la medida que los nuevos marchamaleros se sientan identificados con el lugar donde viven y, así Marchamalo seguirá siendo lo que expresa su historia, un lugar de origen romano, con topónimo árabe, donde vivieron judíos y donde su santo Patrón es el Cristo de la Esperanza, El Gallardo que presta su nombre a los gallardos”.

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