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¿Antropoceno o Andropo(Neoliberal)ceno?

Ecofeminismo

Luis Fernando Rovetta Klyver. Profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la UCLM

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Más que una era de cambios, estamos viviendo un cambio de era. Esta es una percepción cada vez más extendida, pero no se trata sólo de otro período histórico prolongado, como los que nos permitieron distinguir entre las edades antigua, media, moderna y contemporánea.

Estamos aludiendo a un cambio de era geológica y, por primera vez, simultáneamente cultural. Estaría quedando atrás el Holoceno (del griego, Holos: todo; Kainós: nuevo), la segunda etapa del cuaternario, que habría comenzado hace 10.000 años; la primera o Pleistoceno (Pleitós: lo más), se remonta a 55.000 años atrás y se identifica con el exterminio de los grandes mamíferos y saurios y con las últimas glaciaciones. El nombre que se atribuyó a esta nueva era: Antropoceno, entendemos que merece al menos dos enmiendas, por lo que nos proponemos presentar su evolución.

1.Antropoceno. Hay todavía cierto desacuerdo entre las décadas en las que pudo comenzar, como también respecto a cómo denominar esta era. Para el geólogo y paleontólogo italiano Antonio Stoppani debiera llamarse Antropozoica o Neozoica (1881) porque esta nueva era geológica pondría fin no solo al Holoceno del período cuaternario, sino a toda la secuencia de eras anteriores en las que los cambios eran solo naturales. Ésta sería, natural y cultural a la vez, en cuanto que se singulariza por la actividad de la humanidad y la revolución industrial del siglo XVIII.

El limnólogo Eugene F. Stoermer en 1980 y el premio Nobel de química Paul Crutzen en 2000 -que descubrió el agujero de ozono- prefirieron denominada Antropoceno. Sin negar sus antecedentes decimonónicos, señalan que en la mitad del siglo XX los modos de producción industrial y agrícola-ganadera, con monocultivos y macro granjas, sumado a las ensayos atómicos en la atmósfera, aceleraron la destrucción de la biodiversidad. En el último siglo se habría consumido más energía que durante toda la historia humana, y en las últimas décadas el 40 % de la biomasa, así habríamos entrado en la “sexta extinción de la historia del planeta”.

2. Andropoceno. Los nombres propuestos tienen diferentes desinencias: zoica (de zoon: animal) o ceno (de kainós: nuevo) pero la misma raíz: antropo (anthropos: humano). Esta etimología griega invita a hacer una precisión de justicia, debiéramos hablar de: Andropoceno (andros: varón).

La destrucción del ecosistema no fue ni está protagonizada a partes iguales por hombres y mujeres, el protagonismo es masculino, patriarcal y, como diría García Márquez, otoñal.

Por el contrario, al menos desde 1993 existe el movimiento eco-feminista fundado por la física y ecologista de la India Vandana Shiva, y la socióloga y feminista alemana María Mier. Pero antes de ellas, en 1987 la primera ministra de noruega Gro Harlem Bruntland había dirigido el equipo interdisciplinar a propuesta de la ONU para redactar el informe: nuestro futuro común, en el que se define el “desarrollo sostenible” como el modo de sufragar las necesidades de nuestra generación sin comprometer los recursos que necesitarán las generaciones futuras.

Esas generaciones -venideras para los `80- comenzaron a hacerse oír en femenino: el 3 de junio de 1992 la canadiense Severn Suzuki (12 a.) alzó su voz en la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro) anticipando lo que diría la sueca Greta Thumberg (16 a.) en 2019. Ese mismo año en Madrid, fue muy elocuente el asombro de la niña de una escuela primaria ante la respuesta de su alcalde, cuando le planteó el dilema: Nôtre Dame o la Amazonía.

Para entonces, la catedral de París había recaudado cuatro veces lo necesario para ser reconstruida, mientras que el presidente de Brasil se negaba a recibir el dinero de la UE para apagar los incendios provocados en la selva. Pese a estas preclaras advertencias de jóvenes féminas para apostar por la salud del ecosistema, estamos padeciendo una pandemia. Se ha descartado que la COVID-19 haya sido producida en laboratorio, todo parece indicar que es efecto de la pérdida de biodiversidad y de una alteración en la cadena trófica, por el actual modo de producción y consumo del “patriarcado capitalista”.

Vandana Shiva supo denunciar los peligros de la manipulación genética de semillas operadas por multinacionales como Monsanto. La sigla de organismos genéticamente manipulados GMO (en inglés), le habrían permitido a uno de los ejecutivos jugar como en un acróstico: God move over (Dios hazte a un lado), porque radicalizando su patriarcado neoliberal se perciben como dioses. María Míes destaca cómo Brian Easley, uno los autores de las bombas de Hiroshima y Nagasaki cuyas explosiones celebraron, publicó un libro: “Padres de la destrucción, masculinidad, científicos y nueva carrera armamentista” (1986).

Estas afirmaciones de finales del siglo XX, ponen en cuestión una tesis de Hegel a comienzos del siglo XIX. En sus 'Principios de la filosofía del derecho (1821)' : “Las mujeres pueden ser por supuesto cultas, pero no están hechas para las ciencias más elevadas, para la filosofía y para ciertas producciones del arte que exigen un universal (…) El Estado correría peligro si hubiera mujeres a la cabeza del gobierno, porque no actúan según exigencias de la universalidad, sino siguiendo opiniones e inclinaciones contingentes.”

Frente a este diagnóstico de un idealista androcéntrico, la realidad nos ha mostrado que los Estados gobernados por mujeres, como Alemania, Finlandia, Corea del Sur… han sabido controlar mejor el problema de la pandemia que los gobernados por hombres.

Respecto a las primeras, no han faltado mujeres que, en cuanto se les permitió, destacaron en ciencias de la naturaleza como Marie Curie, o en ciencias sociales como Marion Weber, verdadera autora de la tesis de Ética protestante y capitalismo, o en el arte como Clara Schumann. Fueron mujeres las promotoras en 1977 del Movimiento del cinturón verde, para frenar el avance del desierto en Kenia. Para entonces se fundaban en Argentina las asociaciones de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para exigir la aparición con vida de sus desaparecidos o crear el primer Banco de ADN para devolver identidad a niñas y niños nacidos en cautiverio de sus madres.

En Perú el movimiento “Madres por un vaso de leche” reclamaban para sus hijos lo que en Brasil se llamó “soberanía alimentaria”. Hasta aquí, parece más específico el nombre de andropoceno que el de antropoceno, porque no toda la humanidad es igualmente responsable de la destrucción del ecosistema. Sin embargo, y atendiendo a la misma teoría de ecofeministas, tenemos que afinar mejor para identificar a los culpables de este cambio de era.

3. Neoliberalceno. Frente a la propuesta anterior se puede argumentar que también hubo varones, desde Francisco de Asís a Chico Méndez, que defendieron el ecosistema. Además, entre las víctimas de la destrucción del planeta, como esas 3.300 millones de personas que no tienen acceso servicios sanitarios, muchos son varones.

Y que, entre las mujeres, unas pocas no se caracterizan por defender el ecosistema, como cuando Margaret Thatcher presentaba al neoliberalismo como la única salida (TINA: there is not alternative), o cuando la presidente de un autonomía que pretende combatir la pandemia con un hospital, sin aumentar la plantilla del personal sanitario. Aun cuando estas últimas excepciones confirman la regla, para responder a las primeras vemos conveniente dar la palabra a Vandana Shiva: “La violencia contra las mujeres ha adoptado formas nuevas y más despiadadas a medida que las estructuras patriarcales tradicionales se han ido hibridando con las estructuras del patriarcado capitalista”.

Es el capitalismo, particularmente en su actual fase neoliberal, resultado de un secular patriarcado, el que practica nuevos modos de violencia contra la mujer y nuevos caminos para el lucro usurario. Por ello, proponemos denominar a esta era como la del neoliberalceno, o para ser más precisos andropo (neoliberal)ceno. Una evidencia de lo ajustado de este nombre la tenemos en los mercados de futuro.

Para el neoliberal Hayek el Mercado es la principal fuente de información. A partir de esa premisa, junto a los tradicionales mercados en los que se compraba un producto ya elaborado, han surgido los Mercados de futuros en California que hoy tiene su principal sede Wall Street.

Bajo la apariencia de querer procurar un “uso más eficiente de agua”, por ejemplo, grandes compañías energéticas, agrícola-ganaderas y de agroquímicos, principales responsables de la contaminación de lis ecosistemas terrestre y marítimo, especulan sobre un bien de dominio público como el agua. Más que comprarla en su volumen, compran el derecho de acceso a este bien en los próximos trimestres, semestres o años, encareciendo el precio de este bien público y necesario para toda la humanidad e impidiendo su acceso a mayorías empobrecidas.

De este modo, aquel triunfo conseguido en la “lucha por el agua” de los pueblos originarios de Cochabamba en el 2000, y que Icíar Bollaín celebró en su película También la Lluvia (2010), antes de marcharse Trump se pretende convertir en derrota. Había sido el gobierno de Bolivia el que presentó en 2010 una propuesta a Naciones Unidas de una Declaración del derecho humano al agua y al saneamiento, cuya relatoría especial recayó recientemente en el español Pedro Arrojo. Quien recientemente hacía referencia a la paradoja trágica de que con el actual desarrollo científico tecnológico no se ponga solución a 2.200 millones de personas que no tienen acceso al agua potable, pobres que viven junto a un río o un acuífero contaminado.

En síntesis, para deslindar responsabilidades, no es cabalmente varonil incluir a las mujeres entre los victimarios del ecosistema. No estamos ante un Antropoceno, sino ante un Andropo(neoliberal)ceno que, al ser no sólo una nueva etapa geológica sino también cultural, podríamos intentar revertir siguiendo las huellas del ecofeminismo. Se trataría de evitar que sigan perpetrándose simultánea y paralelamente feminicidios locales y un ecocidio global, antes que este se torne irreversible.

(*) Resumen de la intervención del profesor en el II Foro de Voces Eco-Lógicas, realizado entre el 9 y 10 de diciembre, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha

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