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Cacerías

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Una fotografía en media página fue publicada por el diario El País, el martes 11 de noviembre de 2025. La fotografía contiene una expresión más del horror al que nos estamos acostumbrando. Nos embrutecemos de tanto ver u oír sobre la muerte ajena. Noventa (90) jabalíes abatidos muestran el espíritu de quienes a su vez fotografían el espectáculo en una manifestación de crueldad ilimitada.

Si pensábamos que en el siglo XXI estas escenas de brutalidad irracional serían imposibles, nos equivocamos. Aún hay gentes que se sienten poderosas con costosos rifles entre las manos para matar animales inocentes. Si creíamos que la legislación sobre bienestar animal alcanzaría a estas prácticas primitivas, nos equivocamos. Gentes con mentalidades de otras épocas siguen considerando las matanzas programadas de animales signos de estatus y riqueza, de poder y autoafirmación.

La, para mi sádica fotografía, se tomó en una finca de Extremadura. El propietario de esa finca extremeña es también dueño de una finca similar en Mora (Toledo). Allí seguro que los componentes de la exposición macabra se compondrán de perdices, conejos, liebres y cuanto se mueva, pues la ebriedad de la pólvora es difícil de controlar. Victimas más humildes de unas prácticas de crueldad similar. Y así se repetirá en las grandes fincas dedicadas al negocio de las matanzas de animales salvajes o sacados de criaderos. Honor a quienes con armas en la mano se sienten poderosos, honor a las armas de precisión para matar, mientras congéneres suyos mueren de hambre.

Y ya que hablamos de congéneres desde Italia nos llega – según algún diario nacional también alcanzaría a España – lo que se han denominado los “safaris humanos”. Durante las guerras de los Balcanes gentes inconcebibles pagaban grandes sumas de dinero por practicar la caza humana. El precio oscilaba en función de la pieza: un hombre, un anciano, un niño, una niña, una mujer, una mujer embarazada. Así de surtido se presentaba el catalogo de victimas posibles. En el mercado del horror había precios para todo los bolsillos de fortunas diversas.

Hay que preguntarse qué tipo de trastornos padece quien se apunta a estas fiestas sangrientas. Qué clase de enfermedad o enfermedades del alma y el cerebro sufren quienes se apuntan a matar seres humanos en unos territorios en los que las vidas han perdido su valor. Hay que recordar las imágenes o leer la literatura que estas guerras nos han contado. Y aquello, como lo de Gaza, no era ficción. Los datos parecen indicar que las investigaciones de estas prácticas, que ya se denunciaron en el año 2022, tampoco son ficción.

Las fotografía del horror permanecen para quienes las quieran ver. Anualmente, durante las temporadas de caza, se repiten idénticos rituales. Se practica la exaltación del ego disparando a animales. Se muestran los triunfos al final de la jornada. Se vende la carne a mataderos especializados. La muerte es un negocio tan adictivo que si te sientes poderoso quieres serlo más decidiendo sobre la vida o la muerte. Y por lo que vemos ya da igual un animal bello, uno ordinario o un humano.