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Las elecciones generales del próximo 23J no son unas elecciones más. Es evidente que desde ‘el triunfo’ del Partido Popular en las pasadas elecciones municipales y autonómicas del pasado 28M y sus posteriores pactos con Vox para obtener el poder en más de 140 Ayuntamientos y en varias comunidades autónomas, lo que la sociedad española se juega ahora es el avance o retroceso en la construcción del Estado Social y Democrático de Derecho que proclama nuestra Constitución de 1978 y que, desde entonces, hemos venido desarrollando.
Esto es así, no ya tanto por la irrupción de un partido como Vox, alineado con las políticas más ultraconservadoras y populistas que vemos avanzar en EE.UU y Europa sino, sobre todo, por la normalización que el PP les ha otorgado, no solo al pactar con ellos para alcanzar poder institucional, sino mucho más irresponsablemente por asumir sus políticas de guerra cultural, cargadas de xenofobia, homofobia, negacionismo climático y de la violencia de género, cuyas consecuencias ya estamos viendo a lo ancho de toda la geografía nacional: censura de manifestaciones culturales, supresión de instrumentos y entidades creadas para lograr la igualdad de género y creación de otras ajustadas a sus cánones morales y sociales, negación de la violencia machista y eliminación de las políticas creadas para su erradicación.
Lo que estamos empezando a ver en los inicios de estos gobiernos PP-Vox en ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas no son meras anécdotas. No son ocurrencias de cuatro exaltados como nos quieren hacer ver ante la indignación que están sembrando en buena parte de la sociedad española. Son los inicios de la implantación de su modelo de sociedad excluyente que está en el núcleo de sus convicciones ideológicas y que un PP sumiso ha aceptado con tal de alcanzar el poder. Y esto es lo que ocurrirá en España si Feijóo y Abascal suman, tras las elecciones del 23J, más de los 176 diputados y diputadas que son necesarios en el Congreso para alcanzar la mayoría absoluta.
No hay que dejarse engañar. No hay encuesta ni sondeo, ni aún de los medios más fanáticos de la derecha, que den al PP la posibilidad de acercarse siquiera a esa mayoría absoluta, por lo que a Feijóo no le quedará más remedio que repetir con Abascal, lo que ya hemos visto en Valencia, en Baleares, en Extremadura, en Aragón, y en tantos ayuntamientos y diputaciones. Hay que decir la verdad a los españoles y las españolas, ningún partido está hoy en condiciones de lograr las mayorías absolutas del bipartidismo pasado.
Ahora los y las votantes optan con insistencia, elección tras elección, por un pluripartidismo que obliga al partido ganador a pactar con otros para conformar un gobierno estable, por eso, tras el 23J, solo habrá dos posibilidades: o gobierna Feijóo con Abascal, o gobierna Pedro Sánchez con Yolanda Díaz. No habrá otras alternativas posibles.
Y que no nos enreden con eso de la lista más votada. Primero porque Feijóo no lo ha hecho allí donde el PSOE ha sido el más votado, pactando con Vox y entregándoles vicepresidencias y consejerías donde ha sido necesario para conseguir gobernar. Y segundo, porque nuestro sistema político no es presidencialista, sino parlamentario, y es una mayoría de diputados y diputadas quien elige al presidente del Gobierno y quien le sostiene en el cargo durante los cuatro años que dura la legislatura. Si pierde el apoyo preciso, se ve obligado a buscar otras mayorías y si no las logra, está obligado a disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones.
Por tanto, Feijóo sabe muy bien que cuando pide gobernar, si es el más votado, está pidiendo algo imposible. ¿O es que está pidiendo que el resto de diputados y diputadas, sea cual sea su programa político, le apoyen durante toda la legislatura, le aprueben cada año sus presupuestos y todas sus iniciativas legislativas? No basta con ser investido Presidente. Se necesita el apoyo toda la legislatura, si prometemos y queremos un gobierno estable. Decir otra cosa es simplemente mentir.
Así las cosas, solo cabe decidir entre el pacto PP-Vox o el pacto PSOE-Sumar. Con el primero ya sabemos dónde vamos: a una involución muy peligrosa en el conjunto de derechos y libertades que tras todos estos años de democracia hemos logrado la sociedad española, homologándonos hoy con aquellos a quienes envidiábamos cuando, con la muerte del dictador, iniciamos la construcción de un modelo de convivencia basado en los valores de libertad, igualdad, respeto, tolerancia e inclusión del diferente.
Gracias al esfuerzo de todas y todos, hoy somos reconocidos como una sociedad moderna y avanzada, referente internacional en el reconocimiento de derechos individuales y colectivos. Y no podemos poner en peligro todo lo conseguido en estos 48 años dejándonos arrastrar ahora por la irresponsabilidad de un Feijóo dispuesto a compartir gobierno y asumir las políticas de quienes defienden un modelo de sociedad que nos haría retroceder a tiempos que ya creíamos superados.
Pero si esta es razón más que suficiente para impedir con nuestro voto un gobierno ultraconservador, añadámosle las negativas consecuencias que para una inmensa mayoría de la población tendrían los recortes económicos y la vuelta a las políticas de austeridad que reclama buena parte de la derecha española, con Aznar a la cabeza exigiendo “austeridad, disciplina y rigor”. Amargos recuerdos que nos retrotraen a los duros años del gobierno de Rajoy con sus secuelas de cierres de empresas, despidos, récord de cifras de parados y precariedad para millones de familias.
Existen otras potentes razones para apoyar masivamente la continuidad de las políticas de progreso de la mano del PSOE y Sumar, la otra coalición posible. El balance del primer gobierno de coalición de nuestra democracia es más que positivo, a pesar de los errores que, como en toda acción humana, también se han cometido en esta legislatura. La estabilidad política ha permitido aprobar cada año los Presupuestos Generales del Estado, cosa que no pudo hacer Rajoy en sus años de gestión, aprobar más de 150 iniciativas legislativas con las que se ha hecho frente a una pandemia, a la crisis económica derivada de la guerra de Ucrania, a la crisis energética, a la crisis climática y con la que hemos avanzado en derechos tan largamente esperados como el de una muerte digna, la ley trans, la de memoria democrática o la de reforma laboral. La política económica, laboral y social del Gobierno de Pedro Sánchez es hoy unánimemente reconocida dentro y fuera de España por los principales agentes políticos, económicos, sociales y financieros.
Por eso, no se entiende muy bien que quiere decir Feijóo con eso de “derogar el sanchismo”, porque si a eso del ‘sanchismo’ le restas las mentiras, las manipulaciones y las verdades a medias que le sirven de armazón, y lo reduces a hechos verificables, ese invento del 'sanchismo' puede resultar algo muy diferente.
Si ‘sanchismo' es subir por ley las pensiones según el IPC anual poniendo fin a las ridículas subidas del 0,25% de Rajoy, bendito ‘sanchismo’. Si lo es reformar una legislación laboral con el acuerdo de empresarios y sindicatos, recuperando derechos de los trabajadores y trabajadoras, bienvenido sea el ‘sanchismo’. Si se refieren con eso del ‘sanchismo' a hacer frente a una pandemia de la que salimos como uno de los países con mayor número de población vacunada en un tiempo récord y con la puesta en marcha de unos ERTE que impidieron el cierre de miles de empresas y la destrucción de millones de empleos, bienvenido sea el ‘sanchismo’.
Si incluyen en lo del ‘sanchismo’ la subida del salario mínimo de 735 euros a 1080 euros hasta alcanzar el 60% del salario medio, o a la implantación de un ingreso mínimo vital para las familias más necesitadas, bienvenido sea el ‘sanchismo’. O quizás incluyan en ese concepto la gestión económica de una crisis que ha afectado a todos los países, especialmente en Europa, que ha logrado que mientras países como Alemania están hoy en recesión, España tenga uno de los mayores porcentajes de crecimiento económico y sea el primero en bajar la inflación del 2%. O tal vez invoquen con eso del ‘sanchismo’ toda la legislación social aprobada en estos años.
Podría seguir en un amplísimo catálogo de logros de gestión del gobierno de coalición de Pedro Sánchez. Baste con la muestra aquí expuesta. Y la pregunta obvia, ¿va el Sr. Feijóo a derogar todo eso?
Por eso nuestra decisión del día 23J es crucial, mucho más importante que en otras ocasiones. Ahora nos jugamos seguir avanzando o retroceder. Seguir al frente de los países más avanzados en derechos y libertades, con mejores expectativas económicas y con reconocimiento internacional, o retroceder a los tiempos en que mirábamos con envidia al resto de Europa.
Avanzar o retroceder, progreso o involución. Esa es la decisión.
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