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En el momento actual que vivimos, cuando la educación es la única esperanzaa la que aferrarnos para acelerar un progreso social igualitario, el cierre de una escuelaproduce un 'dolor social' difícil de comprender, un malestar que como comunidad ha de llevarnos a un proceso de reflexión y de acción.
La noticia de que el Colegio Público Pío XII de Ciudad Real no volverá a abrir sus puertas, tras más de medio siglo de historia educativa, no ha sido una sorpresa para quienes hemos conocido y acompañado la travesía de este centro escolar en los últimos quince años. Y no por menos esperadas, hay noticias que producen una fuerte indignación… Een particular, cuando no somos capaces de ver y reconocer las causas profundas del problema que lo envuelve y que ya alumbraba el cierre de otras dos escuelas en Ciudad Real años atrás.
En primer lugar, este hecho nos invita a pensar el sentido de la educación en el mundo que vivimos y lo necesario que es poner nombre a los problemas sociales y educativos velados, que se silencian en los medios y en las aulas o sobre los que no nos ocupamos a tiempo con intención y eficacia política. Para entender esta decisión anunciada, hemos de preguntarnos por los condicionantes que llevaron al colegio público Pio XII a la situación de gueto en la que se encuentra desde hace ya algunos años y sabiendo que no es el único colegio de la capital que sobrevive con la amenaza constante de la pérdida de alumnado.
La educación es un bien muy preciado, un derecho esencial para garantizar las condiciones materiales, el bienestar existencial, la salud, los afectos que todos y todas necesitamos para desarrollarnos como personas. El acceso a la escuela y a una educación con equidad y calidad en todas las dimensiones humanas, que asegure el éxito académico de la infancia y juventud con independencia de sus condiciones de origen, es el mejor barómetro de una sociedad democrática.
Si observamos la segregación en el ámbito escolar, es frecuente encontrar situaciones que responden a las dos dimensiones de la práctica segregadora de la que nos hablan los y las expertas en el tema. Por un lado, la segregación cultural que afecta mayoritariamente a la etnia gitana, además de a la población inmigrante y, por otro, la segregación socioeconómica que apunta a la separación de grupos de alumnado a partir de su clase social de origen; familias con un bajo nivel de ingresos y familias en riesgo de pobreza, etc. La realidad social de las aulas de los colegios segregados (como el Pio XII) reflejan la estrecha relación de ambos tipos de segregación que, no por casualidad, se encarna hegemónicamente en la comunidad gitana, una población escolar que sigue siendo víctima de una exclusión socioeducativa.
Los efectos de esta segregación educativa se perciben en la situación de los 17 colegios públicos que atienden las etapas de Educación Infantil y Educación Primaria en el municipio de Ciudad Real, sobre todo si tenemos en cuenta la situación geográfica del centro escolar, el número y la composición socioeconómica y cultural del alumnado. Si bien existe variabilidad en el mapa escolar, llama la atención el avance de dos tendencias: la homogeneización social de los grupos de alumnado en las aulas de algunos centros escolares, donde apenas tienen cabida la diversidad cultural, étnica y funcional. Esta “elitización” de escuelas públicas, que seleccionan a su alumnado como típicamente vienen haciendo las escuelas privadas y concertadas es una muestra más del neoliberalismo que se cuela en las bases del funcionamiento del sistema educativo.
La otra tendencia tiene que ver con una polarización extrema que sitúa a ciertos colegios, ubicados en zonas céntricas de la ciudad, como los más demandadas por familias de clase media (o con niveles de renta modestos), son esos centros etiquetados como de mayor “prestigio” en el imaginario social. Precisamente, la mayor concentración de alumnado de la ciudad está en estos colegios escogidos (de línea 2 y 3), algunos de los cuales encabezan cada año el récord de admisión de plazas en 3 años (infantil), entre 30 y 40 nuevas escolarizaciones. En contraste con esta situación, podemos observar también lo que ocurre en espacios más alejados del centro, en barrios periféricos donde encontramos escuelas públicas con una alta concentración de alumnado de minorías étnicas y en desventaja socioeconómica que apenas consiguen cubrir el mínimo de vacantes para seguir existiendo.
El fenómeno al que nos referimos se conoce como segregación socioeducativa y no se produce de forma espontánea ni casual, sino que responde a un largo proceso que se va alimentando a través de dinámicas sociales, económicas, educativas… y que requiere de medidas de ajuste y políticas públicas firmes para prevenir o revertir sus efectos. Las prácticas segregadoras se retroalimentan no solo por colegios e institutos, sino también en la organización interna de los grupos de alumnado, en las aulas y en determinadas prácticas pedagógicas como vienen evidenciando conocidas investigaciones sociológicas y como ilustra recientemente el “Estudio piloto exploratorio sobre la segregación escolar del alumnado gitano” (Fundación Secretariado Gitano, 2022).
Por tanto, esta primera reflexión nos lleva a la necesidad de visibilizar y actuar ante la segregación educativa empezando por reconocer la estrecha vinculación entre los centros segregados, como el Pio XII, y la situación de riesgo de la población que reside en los barrios periféricos y del extrarradio de la ciudad. Es bien conocida la situación de carencia de infraestructuras y condiciones de habitabilidad del a barriada chabolista de San Martín de Porres, al oeste de la capital, de la que procede la mayoría del alumnado del colegio Pío XII.
Lamentablemente, la situación del Pio XII no es un hecho único y excepcional. Su situación se reproduce en otras barriadas periféricas, como La Granja en Ciudad Real, en otras ciudades manchegas y en otras regiones españolas. El fenómeno de la segregación social y educativa representa la cara opuesta a los principios de la educación inclusiva, interpela al funcionamiento de un sistema educativo que desatiende al alumnado y a las familias más vulnerables, población gitana, inmigrantes, personas en situación de pobreza severa.
En la búsqueda de los motivos que favorecen la segregación escolar se suele aludir de manera superficial a las inclinaciones o preferencias de las familias en la elección de los centros, a las causas demográficas…, factores que posiblemente tenga alguna influencia, pero como cada vez más especialistas apuntan (Xavier Bonal y Aina Tarabini, por ejemplo) solo contribuyen a enmascarar una causa de mayor peso: la política pública educativa llevada a cabo en cada territorio.
El impacto de la vulnerabilidad urbana en la educación, con los conocidos efectos de exclusión residencial, es otro aspecto que no podemos perder de vista para comprender y atender el fenómeno de la segregación educativa. Las oportunidades académicas y los destinos vitales de muchos niños y niñas de Ciudad Real y del resto del mundo, se encuentran determinados por el barrio o espacio donde nacen y viven. En definitiva, la existencia de los '“barrios vulnerables”, como ahora son nombrados por las administraciones, con sus conocidas carencias en servicios básicos, transportes, niveles de renta, habitabilidad, etc., representan una forma más de perpetuarlas desigualdades y la exclusión social.
Otro elemento de reflexión necesario en esta genealogíabapunta al reconocimiento de la comunidad educativa del Pio XII y al valor de las enseñanzas y aprendizajes que muchas personas hemos compartido en estos años.
Desde que visité por primera vez el centro en 2015, mi vinculación con esta`escuela extraordinaria´ me ha permitido acompañar a estudiantes universitarias en prácticas formativas, Trabajos de Fin de Grado, colaborar en seminarios formativos e investigaciones que han culminado en publicaciones y tesis doctorales excelentes como la de Eva María Jiménez sobre las emociones en entornos de exclusión social desde la mirada docente y su papel en la educación (UCLM, 2021). Junto con otras compañeras docentes universitarias, he sido testigo de la transformación y mejora de este centro, de la entrega incansable de su directora, de los esfuerzos de algunas maestras y maestros para que sus prácticas tuvieran sentido en un clima escolar de incertidumbre y estigmatización.
Como docentes universitarias y como investigadoras nos hemos adentrado en la escuela real, creciendo y compartiendo saberes desde relaciones colaborativas que acercan la universidad a los problemas de la sociedad.Una experiencia formativa que nos hizo comprender lo “extraordinaria” que debe ser una escuela, como reivindica el profesor Roger Slee, trabajando de forma incansable para mejorar las experiencias escolares y el rendimiento del alumnado, involucrando a las familias. Si la inclusión y la atención a la diferencia pueden entenderse como herramienta democrática, créanme que esta escuela lo ha conseguido y de muchas formas, flexibilizando las estructuras, reinventando el currículum, innovando los métodos, atrayendo el éxito sistémico cuando las dificultades lo requerían para que el alumnado y sus familias fueran parte de la comunidad educativa. Un escenario escolar de construcción igualitaria con las puertas siempre abiertas, a cualquier hora y para cualquier persona voluntaria, estudiante, jubilado, investigadora o profesora que quisiera colaborar y conocer de cerca cómo se trabaja con niños y niñas que nacen y crecen en un mundo separado, porque ese es el desafío educativo con el alumnado gitano en el contexto del Pio XII: atender a una infancia que lo único que les saca del barrio es la escuela.
Con estepotencial transformador, durante años, maestras, especialistas y profesionales de apoyo se han implicado con aprovechamiento en proyectos educativos innovadores de la Facultad de Educación, Seminarios de Práctica Reflexiva, Aprendizaje-Servicio, Nosotros Proponemos, Robótica, STEAM, tertulias dialógicas, huerto escolar, etc. Un camino que no ha sido fácil para el equipo docente que han tenido que lidiar con el estigma de “colegio gueto”, lo que la requerido un trabajo de modificación de formas de enseñar que permitiera cambiar mentalidades, expectativas y estereotipos infundados sobre el alumnado, incorporando el aprendizaje dialógico paracombatir las desigualdades sociales dentro y fuera de la escuela. Este escenario de cambios profundos que inició la transformación del Pio XII en Comunidad de Aprendizaje durante el curso 2016-2017, ha servido también de laboratorio de observación y reflexión, de aprendizajes múltiples, reales, que nutren de forma valiosa la formación universitaria de nuestros futuros y futuras maestras. Es por ello, que la Facultad de Educación de Ciudad Real necesita colegios como el Pio XII y muchos más como él.
Un colegio solo no puede transformar un barrio, hace falta la implicación de toda la comunidad, incluyendo a la política y las instituciones
Para aquellas personas que se pregunten si la situación del Colegio Público Pio XII hubiera podido tener otro final bastaría con echar la vista atrás y recordar la experiencia del Colegio La Paz en Albacete. Un referente científico internacional que, junto con otros, ha demostrado la eficacia de procedimientos de intervención como “el contrato de inclusión dialógica en situaciones de desigualdad social”: familias, personas del barrio, técnicos, inspectores, responsables políticos, estudiantes, profesorado universitario… trabajando unidos desde un paradigma transformador.
Pero también sabemos que un colegio no puede luchar en solitario contra la exclusión, la pobreza y la segregación social, aunque su directora (Raquel) lo haya intentado con las mismas ansias soñadoras que Don quijote, luchando contra falsos gigantes que no siempre han cumplido con sus responsabilidades.
Todo apunta a que el Pio XII dejará de existir como escuela, aunque todo lo que simboliza seguirá igual. Si barrios como La Granja y San Martín de Porres y la población que acogen, sobre todo de etnia gitana e inmigrantes en condiciones de vulnerabilidad, siguen sin vinculación comunitaria con la ciudad, expuestos el desempleo, la precariedad vital, la pobreza y la violencia que conlleva, eso querrá decir que, como sociedad, hemos fracasado una vez más.
Esta situación nos ha ofrecido una oportunidad para luchar por la justicia social en nuestra ciudad, como vienen haciendo con ya cierto recorrido algunas entidades sociales y asociaciones locales y comunitarias y buscar entre todos soluciones para transformar y dignificar un espacio social para las personas que todavía en el siglo XXI viven en suburbiosr elegados a la marginalidad. Una tarea colectiva que nos concierne a todos y todas, como ciudadanos y ciudadanas.
Finalmente, y ante un horizonte de una política educativa regional que podría mejorar la inclusión y las promesas de nuestra joven LOMLOE, solo nos queda confiar en que el cierre de esta escuela abra de nuevo la puerta a la esperanza. Primero y urgentemente, para los niños, niñas y familias más afectadas a las que no podemos seguir dando la espalda. Para ello, hay que seguir soñando y luchando por escuelas y docentes “extraordinarios” como el sueño de lo posible del que hablaba Paulo Freire.
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