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El debate a cuatro ha recuperado la memoria de un parlamento y unos parlamentarios, que no dan signos de poder alcanzar un acuerdo para gestionar desde la estabilidad y desde los pactos, la constitución de Cortes, la Investidura y el mecanismo para la aprobación de Presupuestos Generales del Estado. Señalo estos tres hitos porque de nada valdría negociar por separado las piezas claves que dan a una legislatura vocación de permanencia, evitando así repetir el espectáculo exhibicionista de mil conversaciones inútiles que han inundado los cinco primeros meses del año.
Y esto es lo que hay que evitar el día 27 de junio, actitudes erróneas del pasado más reciente. Y en el recuerdo del pasado, no hay que olvidar que un gobierno de izquierdas sumió a España y a los españoles en una recesión económica que expulsó al paro a tres millones y medio de trabajadores, poniendo en riesgo las políticas sociales, que sostienen la dependencia, la sanidad y la educación.
Incluso, ese mismo gobierno de izquierdas provocó una situación límite, que hizo que llegásemos a jugar a la ruleta rusa de nuestra pertenencia a la moneda única de Europa. Club económico, financiero, comercial, laboral y social al que todos los europeos queremos pertenecer, a excepción de una minoría de ingleses y los comunistas de nuevo cuño españoles.
El debate a cuatro ha dejado a la vista algunos matices que conviene resaltar más allá de quien gana, quien supo colocar sus mensajes o quien perdió. Sorprendió que el candidato Sánchez, repitiera hasta la saciedad a los comunistas de Iglesias, la responsabilidad de su Investidura fallida. Sorprendió que el candidato Sánchez tratara con comodidad al líder del partido bisagra y este a su vez le correspondiera con el mismo trato. Sorprendió que el Presidente en funciones ignorara las vehemencias constantes y provocadoras del candidato Rivera, que actuó como vulgarmente se denomina, de mitinero.
Y sorprendió que en un tono bajo en decibelios y siempre fuera de su turno, el candidato de los comunistas españoles recordara y recomendara al jefe de la socialdemocracia europeísta, que no se confundiera de objetivo, que el objetivo es echar a Rajoy, para lo que se ponía a su disposición. Pero lo que más sorprendió es que el presidente en funciones asistiera elegante ante la hostilidad personal del candidato Sánchez y dejara una sutil frase: “permítame que no haga uso de informaciones que Vd. sabe que tengo de miembros de su partido”.
En el pasado más reciente, el candidato Sánchez, buscó su investidura con los comunistas de Podemos y de Izquierda Unida. Estos últimos, han sellado su integración en una sola candidatura que no es otra cosa que la extrema izquierda abducida con la aspiración de desplazar, o mejor dicho, decididos a liderar la oposición y a obligar a la socialdemocracia para que se ponga a sus órdenes, desde la debilidad parlamentaria.
Todos estos matices son conscientes de que hay un mandato social imperativo: ¡No se pueden provocar las terceras elecciones! Si como es previsible, la aritmética parlamentaria solo va en experimentar una novedad relevante en torno al llamado “sorpasso” - es decir que los diputados de Iglesias superen en número a los de Sánchez - hay que empezar a no disimular con “bajos decibelios”, que se está gestando la Alianza de las Izquierdas.
El recuerdo del pasado más próximo, me hace replicar que los mítines de lugares comunes como el que ofreció el Sr. Rivera en la noche televisiva tienen vocación de pérdida de tiempo, cuando lo que interesa a los jóvenes y no tan jóvenes españoles es dar una batalla por el empleo, donde el gobierno popular ya ha registrado la creación de un millón de puestos de trabajo y comprometidos dos millones más.
Queramos reconocerlo o no, si abdicamos del crecimiento económico, si renunciamos al modelo que acaba de demostrar con realidades que sabe crear empleo, seremos incapaces de sostener y mantener nuestras pensiones, la sanidad y la educación. Contra los políticos del miedo es bueno estar advertidos del resultado de las políticas del reparto voluntarista.