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¿Cuándo llegará el próximo tsunami? España debería prepararse mejor para una amenaza inevitable

Imagen aérea de Cádiz, una de las ciudades más expuestas a un tsunami

Pau Rodríguez

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Las huellas de los grandes tsunamis que han azotado las costas del Golfo de Cádiz a lo largo de su historia están ahí para quien quiera verlas. Son los restos arqueológicos de la antigua localidad romana de Baelo Claudia, que quedó arrasada por un maremoto en el siglo IV. Pero sobre todo son los testimonios recuperados del gran terremoto de 1755, conocido sobre todo por haber devastado Lisboa por completo, y que dejó cientos de muertos también en Ayamonte, en Huelva. Igual que han golpeado en el pasado, los tsunamis ocurrirán en el futuro. Puede que usted no viva para presenciarlo. O puede que sea mañana. La pregunta es si España está preparada para ello. 

De este interrogante parte el documental ¿Preparados para el tsunami?, que se estrena en Movistar este 19 de diciembre y que se presentó el pasado viernes en Barcelona, en el Institut Ciències del Mar (ICM), uno de los centros de referencia mundial en estos fenómenos. El film, de carácter divulgativo, persigue concienciar a una población, la española, que vive mayoritariamente ajena a una amenazante realidad sísmica: las costas de la península ibérica, y especialmente el Golfo de Cádiz, son vulnerables a tsunamis. Sin embargo, al margen de los avances tecnológicos para detectarlos y anticiparse a sus devastadoras consecuencias, las Administraciones apenas hace algunos años que se han puesto las pilas para desarrollar planes de prevención. 

“La diferencia entre prepararse o no es que muera uno de cada cuatro habitantes de la zona de riesgo o uno de cada 30”, recordaba al inicio de la presentación el director y presentador del documental, Erik Martínez-Westley. Con esas proporciones hacía referencia, respectivamente, a los fallecidos en el tsunami de Tailandia, en 2004, que ascendieron a 230.000, y a los de Japón en 2011, que fueron 18.000. La prevención y el nivel de conocimiento de la población japonesa a la hora de ponerse a salvo fue clave para salvar vidas.

España, sin embargo, está lejos del país nipón en este campo. “No tenemos nada arraigada la idea de que puede ocurrir y de que algún día va a ocurrir”, se lamentaba durante el acto Gabriel Cruz, alcalde de Huelva de 2015 a 2023. Su municipio fue el primero de España en instalar, en 2022, señalizaciones en la calle con rutas de evacuación ante tsunamis. Junto con esta ciudad, Cádiz y Chipiona, así como la Junta de Andalucía, han desarrollado recientemente protocolos de actuación ante esta inevitable amenaza, todos ellos tras la publicación en 2021 del Plan Estatal de Protección Civil ante el Riesgo de Maremotos. El documental se publica además acompañado de canciones infantiles educativas.

En el litoral gaditano se han llevado a cabo en los últimos años algunos simulacros, como el más reciente en Chipiona, que trató de reproducir los efectos del que azotó la zona en el siglo XVIII, de 8,5 en la escala de Richter. Y lo mismo en algunas escuelas públicas, unos equipamientos muy sensibles en casos de emergencia de tsunami. No solo porque deben proteger a menores, sino porque su correcto traslado desde el centro a zonas seguras contribuye a evitar los desplazamientos de los familiares en busca de sus hijos e hijas, algo que hay que evitar para no colapsar en exceso las vías de escape.

Con todo, la impresión de científicos y alcaldes es que estos planes todavía no han calado lo suficiente. Y que falta involucrar a otros actores, como por ejemplo el Consorcio de Compensaciones de Seguros. Así se desprendió del coloquio celebrado en el Institut de Ciències del Mar y en el que, además del alcalde de Huelva, participaron Gemma Ercilla, geóloga marina del grupo de investigación de Márgenes Continentales del centro anfitrión, y Enrique Álvarez, el padre de la familia de cinco miembros que sobrevivió al tsunami de Tailandia y que acabó inspirando la película Lo Imposible, de Juan Antonio Bayona.

“La concienciación de la población es un porcentaje muy elevado del éxito en la lucha contra un tsunami”, aseguraba Álvarez. La otra clave es el tiempo de reacción. Si los huéspedes de su mismo hotel hubiesen tenido más margen de reacción ante la gigantesca ola de hasta 30 metros que se abalanzó sobre ellos, y hubiesen corrido a refugiarse en los pisos más altos del edificio en vez de correr a la desesperada, se habrían salvado. Pero no fue el caso y falleció el 40%, según relataba Álvarez. 

El Golfo de Cádiz y otras zonas vulnerables

La península ibérica no suele aparecer en el imaginario de la población cuando se habla de tsunamis, pero debería. En materia de vulnerabilidad frente a maremotos, se podría decir que no hay dos españas, sino tres. La verde, exenta de riesgo, corresponde a la cornisa cantábrica. La roja, la más expuesta a consecuencias graves, es el Golfo de Cádiz y, lejos de la península pero en territorio español, lo son también las Islas Canarias. Y en naranja están Galicia y la costa mediterránea, donde también se pueden dar terremotos, incluso con mayor frecuencia, pero de menor intensidad. El último del que se tiene constancia es de hace apenas 20 años, cuando un terremoto en Argel provocó un tsunami con olas de un metro que destrozaron embarcaciones en las costas baleares.

En el Golfo de Cádiz, situado junto a la falla de las Azores-Gibraltar, se tiene constancia en los últimos 9.000 años de entre 9 y 14 tsunamis. El último que causó estragos, el del 1 de noviembre de 1755. A las 9:52 horas, un monumental terremoto a entre 200 y 300 kilómetros mar adentro, cerca del Cabo San Vicente, duró hasta 9 minutos y se sintió en casi todo el continente europeo. Aquel movimiento tectónico, que hoy se habría medido como un 8,5 en la escala de Richter, provocó tres enormes olas sucesivas, de entre 6 y 20 metros, que impactaron en Lisboa al cabo de 40 minutos; en Huelva, al cabo de 45; y en Cádiz, a la hora. En la capital portuguesa destruyeron más del 80% de las viviendas. Se estima que murieron de 60.000 a 100.000 lisboetas, casi la mitad de la población, ya fuera por la inundación o por los posteriores incendios que se desataron. 

Hoy, dos siglos y medio después, las instituciones están mejor preparadas, pero a su vez el litoral está más densamente habitado. En Huelva, además, se extiende el segundo polo petroquímico e industrial de España. 

De la actual red sísmica a la del fondo del mar

El documental también repasa los principales avances tecnológicos en materia de detección de los seísmos que preceden los tsunamis, con viajes a Hawaii, California, Lisboa o Vilanova i la Geltrú, en Catalunya. En esta localidad costera, la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) maneja el único observatorio submarino cableado (OBSEA) que proporciona datos de actividad sísmica en tiempo real. 

En la actualidad, la Red Sísmica Nacional puede captar los movimientos sísmicos mar adentro con pocos minutos de margen. “Cuando la onda sísmica llega a los sismógrafos [que están en la costa] pueden haber pasado dos o tres minutos. Y las olas tardan más tiempo en llegar”, relataba este viernes Juan Vicente Cantavella, director de la Red Sísmica Nacional, también presente en el acto. Si el terremoto es de una magnitud que puede provocar un tsunami, su equipo trata verificarlo con mayor precisión y se trasladan las alertas a las autoridades pertinentes. Pero con la tecnología actual, añadía Cantavella, siempre existe “mucha incertidumbre” sobre si realmente se ha acabado generando un terremoto y su tamaño.

El salto cualitativo en que avanza la ciencia es en instalar sismógrafos en el cableado de telecomunicaciones que atraviesa los océanos por el fondo marino. El documental cita como ejemplo de ello el proyecto SAFE, financiado con fondos europeos, que debería estar listo en 2025 y que instauraría un sistema de alerta en tiempo real no tanto para ganar margen de maniobra entre la población –no habría mucha diferencia con los sistemas actuales–, sino sobre todo para calcular con mayor precisión el alcance de la ola. 

Pero mientras esto no llegue,Enrique Álvarez, que sufrió el maremoto tailandés en sus carnes hace 19 años, prefería insistir durante el acto en el mensaje de la concienciación. “2025, 2026… Todavía falta. Hay que transmitir la idea de que puede pasar en cualquier momento y de que la educación es clave”.

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