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De Pujol a Torra: todos los 'escucha, España' de los presidents en Madrid

El presidente Zapatero recibe a Pasqual Maragall en junio 2006, tras el referéndum del Estatut

Arturo Puente

Como si se tratase de un ritual obligado, todos los presidents de la Generalitat acaban acudiendo a Madrid para explicar sus proyectos, demandas y advertencias. Independentistas, ambiguos o claramente contrarios a la secesión, no hay jefe del Govern que no haya sentido en algún momento la necesidad de viajar a la capital para lanzar desde allí un grito de “escucha, España”, como en la Oda del poeta Joan Maragall, alertando al Estado de la situación de Catalunya.

El actual president, Quim Torra, lo hará este jueves, en un acto organizado por Europa Press en el que se espera que explique su visión sobre el escenario político que se abrirá tras la sentencia del Tribunal Supremo al juicio del procés. Torra se presentará en Madrid en la apertura de un curso centrado en la respuesta social e institucional a las condenas, un asunto en el que el independentismo está lejos de consensuar una sola postura, pero en el que todos saben que habrá que dirigirse al Estado, sea para confrontarlo o sea extendiendo la mano al diálogo.

El origen de esta costumbre de los líderes catalanes de peregrinar puntualmente a Madrid puede rastrearse incluso a los tiempos de la Guerra Civil, y el famoso “madrileños, Catalunya os ama” gritado por el president Lluís Companys en mayo de 1937 en la Monumental. Pero, en tiempos recientes, el iniciador del hábito fue Jordi Pujol, que en diversas ocasiones se dirigió a la capital española para lanzar desde allí sus propuestas al Estado.

Pujol, descentralización en la transición (1978)

Antes de ser president de la Generalitat, Pujol viajó a Madrid en abril de 1978, en plena redacción de la Constitución, para lanzar un grito de alerta desde el Club Siglo XXI sobre lo que llamó “desequilibrios territoriales”. El dirigente de Convergència mostró su preocupación sobre la posibilidad de que se instalara una economía de doble velocidad en España, para lo que reclamó abordar el problema del “subdesarrollo” en algunas regiones desde la descentralización.

Además abogaba ya por convertir el Senado en la “Cámara de las nacionalidades y regiones”. En esta entrevista concedida a El País el político explica las posiciones que defendió en su discurso. El rotativo titulaba con el siguiente resumen: “Los desequilibrios territoriales amenazan la consolidación de la democracia”.

Más de 40 años después, el debate sobre aquella “tensión” aún colea, tal y como dejó patente Pedro Sánchez en la fracasada sesión de investidura, cuando pronunció: “La superación de nuestras tensiones territoriales no vendrá solamente de la invocación de la ley y de la Constitución y de su aplicación, sin duda alguna necesaria. Derivará de un proyecto colectivo de regeneración nacional, de progreso y de inspiración europeísta”. Dos aproximaciones similares pero viceversas.

Pujol y la caja de los truenos (1996)

El president que más mandatos ha encadenado acudió muchas veces a la capital española para pronunciar discursos. Pero las palabras que dejó en 1996 han pasado a la historia como una de las advertencias más tempranas y claras sobre el periodo al que se encaminaba la relación entre Catalunya y España. Ocurrió de nuevo en el Club Siglo XXI, el 1 de julio, solo unas semanas después de haber firmado el pacto del Majestic por el que CiU apoyó la llegada de José María Aznar a la Moncloa. Allí el mandatario catalán aseguró ante los invitados que había llegado el momento de permitir un avance sustancial de las competencias en Catalunya, por encima del de otras comunidades.

En aquella conferencia Pujol reclamó a las élites del Estado que reconocieran la singularidad catalana y contribuyesen al desarrollo del autogobierno catalán para mantener una estabilidad que juzgó que estaba en riesgo. El jefe del Govern, de hecho, se mostró contrario a mejorar el encaje catalán mediante una reforma de la Constitución o del Estatut, pues lo consideraba poco menos que abrir la caja de los truenos, algo que quería evitar. Pero sí pidió hacer una interpretación más abierta del pacto constitucional respecto a las posibilidades de la autonomía de Catalunya.

El Maragall candidato (1999)

A finales de los años 90 el pujolismo comenzaba a dar muestras de evidente agotamiento. España había entrado en una nueva fase con Aznar tras el largo periodo de González y en Catalunya el socialismo se reorganizaba para dar el gran salto, de la hegemonía municipal al Govern de la Generalitat. La fecha elegida por el PSC era 1999, año en que tocaban elecciones al Parlament, y el candidato no era otro que el gran alcalde de Barcelona durante los Juegos Olímpicos, Pasqual Maragall, toda una esperanza para el catalanismo progresista.

El 13 de enero de aquel año, Maragall se presentó en Madrid ante la plana mayor del PSOE en la Fundación Alternativas y les explicó con claridad que, en lo nacional, su discurso iría incluso más lejos de lo que nadie había llegado nunca en la apuesta por el autogobierno catalán. El candidato, eso sí, ofreció “lealtad” ante Felipe González, Josep Borrell o Joaquín Almunia, que vieron atónitos cómo su candidato se reivindicaba continuador de una tradición catalanista que pasaba por Cambó, Companys… e incluso por su rival directo, Pujol.

Maragall, que ganaría las elecciones en votos pero que no tendría suficientes escaños para gobernar, reclamaba para entonces sin ambages una lectura federal de la Constitución.

Maragall presenta el Estatut (2004)

Convertido en el primer president socialista y tras el triunfo en las elecciones generales de José Luis Rodríguez Zapatero, Maragall acudió en mayo de 2004 a Madrid para exponer su proyecto de reforma del Estatut que, en aquel momento, vinculaba también a una reforma de la Constitución. Para el líder del PSC, una renovación estatutaria coordinada con la discusión de un nuevo texto constitucional representaba una implicación de Catalunya en la política española como nunca antes había ocurrido.

Pero Pasqual Maragall siempre advirtió de las posibles consecuencias de que el Estado no supiera encajar las demandas catalanas. El president había escrito en el año 2001 un artículo titulado 'Madrid se va' en El País, llamando la atención sobre la fractura entre el centro y la periferia españolas, del que en 2003 hizo una continuación, bajo el pesimista título 'Madrid se ha ido'. Incluso llegó a utilizar en diversas ocasiones la metáfora del “escucha, España” que había escrito su abuelo. “Estamos hablando a España y tememos que no nos oiga”, aseguró el president en julio de 2004 en una entrevista en ABC.

“El Estatut que queremos no es una disimulada declaración de independencia, como tampoco es una aceptación vergonzante de vasallaje”, rechazó Maragall las puyas de sus críticos. “El Estatuto que queremos es, en cualquier caso, una libre declaración de interdependencia”, sentenció, con una frase utilizada con mucha frecuencia antes y después de esa fecha. El deseo de Maragall, según explicó, era que todo aquel proceso que ahora se iniciaba acabase en la consideración plena de la Generalitat como Estado.

Montilla advierte de la desafección catalana con España (2007)

Tras la aprobación del Estatut en referéndum y el recurso del PP al Tribunal Constitucional, el nuevo president José Montilla se presentó en la capital de España para lanzar la sempiterna advertencia catalana sobre la desafección. De forma tremendamente cruda, Montilla aseguró que el sentimiento en la sociedad catalana era de “cabreo, recelo, pesimismo y desafección”, agravada con una crisis ferroviaria que entonces se vivía y de la que culpaban a la falta de inversiones de Fomento en la comunidad. Era noviembre de 2007.

El segundo socialista que ocupó el Palau de la Generalitat convertiría aquellas palabras en una constante música de fondo durante todo su mandato, acusando a los “separadores de aquí [en referencia a Madrid] y separatistas de allá” de tensar la situación hasta el borde de la fractura. La sentencia del Tribunal Constitucional que recortó el Estatut llegó casi tres años después, en julio de 2010. En noviembre de ese año, Montilla perdió las elecciones ante Artur Mas.

Artur Mas: “Catalunya necesita un Estado” (2012)

La manifestación de la Diada de 2012 sorprendió por ser la movilización más masiva hasta la fecha en reclamo de la independencia. Dos días después, Mas se presentó en el Fórum Europa y explicó su percepción sobre lo que había pasado. “No nos hemos vuelto locos”, dijo a los asistentes, “Catalunya necesita un Estado”.

Desde aquella tribuna Mas desplegó un discurso que poco después convertiría en el centro de su campaña electoral, en la que hablaba de un “mandato de la calle”, razón por la que él debía poner en marcha unas “estructuras de Estado”. Sin embargo Artur Mas evitó referirse todavía de forma abierta a una posible independencia de Catalunya y derivó la demanda hacia la soberanía fiscal que en aquellos días trataba de plantear a Mariano Rajoy.

“De todas las veces que he venido a Madrid a tribunas de todo tipo”, aseguró el president, “esta es la más delicada por las cosas que están pasando”. Una semana después, Mas acudió por última vez a la Moncloa y, tras recibir un rechazo frontal de Rajoy a su propuesta de concierto económico para Catalunya, acabó por convocar un adelanto electoral.

Puigdemont y Junqueras ofrecen pactar un referéndum (2017)

El 22 de mayo de 2017 Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Raül Romeva, president, vicepresident y consejero de Exteriores respectivamente, acudieron al auditorio Caja de Música, para formalizar una última propuesta de negociación sobre un referéndum sobre la independencia de Catalunya. Ante un auditorio sin ningún representante del Gobierno español, los tres representantes de la Generalitat emplazaron a Rajoy a sentarse en una mesa para negociar “sin amenazas”.

La propuesta que el Gobierno de JxSí llevó en aquella ocasión a Madrid era que el Gobierno de Rajoy llevase a cabo una intrépida operación de Estado como la que en su momento realizó Adolfo Suarez cuando hizo retornar a Catalunya al president en el exilio, Josep Tarradellas. “No van a caber muchos más rechazos al diálogo”, advirtió en aquel momento Puigdemont. Cinco meses después, el Govern celebró el referéndum del 1 de octubre.

“Escucha, España / la voz de un hijo / que te habla en lengua / no castellana”, escribió Joan Maragall en medio del derrumbe final del imperio español en 1898. Una llamada de atención que, con diferente voz y desde distinto ángulo, ningún president hasta el momento se ha resistido a hacer suya.

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