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La sociovergència vuelve a reinar en las entidades municipales catalanas

El president del PDECat, Artur Mas, con el primer secretario del PSC, Miquel Iceta

Arturo Puente

Como los movimientos de ajedrez, los pactos entre partidos políticos son finitos pero numerosos y solo los más habituales tienen nombre propio. Es el caso de la llamada sociovergència, que une al PSC y a la antigua Convergència –hoy PDECat–, una de las alianzas clásicas de la política catalana que ha vuelto con fuerza al mundo local hasta convertirse en la más frecuente.

El último gran ayuntamiento que ha visto formularse esta suma es el de Sant Cugat, donde la alcaldesa Mercè Conesa, del PDECat, incorporó al PSC a su equipo a finales de enero. Este movimiento motivó la ruptura del acuerdo presupuestario con ERC y un nuevo quebradero de cabeza para el Govern de la Generalitat, puesto que Conesa mantiene un enfrentamiento abierto con el conseller de Sanidad de ERC, Toni Comín, por el futuro del Hospital General de Catalunya.

El reciente pacto entre PDECat y PSC en Sant Cugat viene a confirmar la tendencia sociovergente repetida en los últimos dos años. En Girona ocurrió un escenario similar en marzo de 2016, cuando el sustituto de Carles Puigdemont, Albert Ballesta, presentó su dimisión, siendo sustituido por Marta Madrenas, quien llegó con un pacto con los socialistas bajo el brazo.

En signo contrario, esta semana se formalizó la ruptura del pacto sociovergènte en Figueres, con la salida de del PSC del Gobierno de Marta Felip (PDECat), quien a la vez partía peras con Unió. Una de las pocas excepciones en la línea creciente hacia el pacto entre las dos fuerzas que se ha dado esta legislatura.

Grandes municipios y capitales de comarca

Con la última entrada en un ejecutivo municipal, el sancugatense, el PSC firmó su presencia en el gobierno de 11 de los 14 municipios de más de 80.000 habitantes. Una fuerza municipal que contrasta con los resultados electorales más pobres de su historia en los pasados comicios locales de mayo de 2015.

De estos 11 municipios donde el PSC ha atrincherado su otrora absoluto poder municipal, el sociovergente es el pacto más común. Así ha sido en Terrassa, Mataró, Girona y, ahora, Sant Cugat. Pero, si bajamos de las ciudades más pobladas a las capitales de comarca, encontramos una situación similar. Municipios como Vilanova i la Geltrú, Figueres, Vic, Vilafranca del Penedès, Olot o Tàrrega están gobernados gracias a pactos entre los dos partidos que fueron centrales durante la mayor parte de la etapa autonómica.

Similar situación ocurre en los Consells Comarcals donde, de los 42 existentes, el pacto PSC-PDECat es el más repetido, con 7 gobiernos en total. Y lo mismo ocurre en las diputaciones, donde de las cuatro existentes, el pacto entre ambos partidos permitió la presidencia del PDECat en la de Lleida y del PSC en la de Tarragona.

En paralelo a la sociovergència, la más frecuente, dos son los pactos que van a la zaga: el de PSC y comunes (ICV, EUiA, Podemos o marcas vinculadas); y el de PDECat y ERC. El primero es frecuente en los municipios del área metropolitana, y su ejemplo más visible el el gobierno Colau-Collboni de Barcelona. También corresponde a esta tipología el de Sant Boi, el de Viladecans o el de El Prat.

Por su parte, ciudades como Reus o Manresa, y también la diputación de Barcelona, ejemplifican el pacto entre el PDECat y ERC, que reproducen el del Govern de la Generalitat. Por último, la tercera tipología de pactos en liza es la que une a todos los grupos contra el PP. Alianzas así se dan en ciudades como Badalona o Castelldefels.

Sociovergència como baularte

Pese a que en pleno proceso soberanista la sociovergència podría parecer un pacto antinatural, la fotografía del mundo local catalán es explícita. El pacto bicolor que en décadas pasadas mandó en toda Catalunya mantiene hoy su reinado pese a los importantes cambios de hegemonía electoral que ha sufrido el escenario catalán en los últimos tiempos. Ambos partidos han buscado en los pactos mutuos baluartes con los que resistir a la pujanza de otras fuerzas, como ERC o los comunes.

Para el PSC, estas alianzas han sido vitales para sostener el poder municipal pese a la debacle electoral. Desde la llegada de Miquel Iceta a la primera secretaria del partido, la apuesta por pactos heterogéneos y variables dependiendo de la institución de la que se trate han sido la nota predominante. Así, el PSC no ha tenido problemas para pactar con Colau en Barcelona, con el PP y Unió en Tarragona, con Ciutadans en Lleida y con el PDECat en Girona.

Algo similar ocurre con el PDECat, aunque en su caso el golpe electoral no fue tan duro. Los convergentes lograron ser el partido más votado en las pasadas elecciones municipales de 2015 y, gracias a ello, obtuvieron 429 alcaldes de los 947 ayuntamientos que existen en Catalunya. Pero este elevado porcentaje es engañoso y se nutre principalmente de municipios pequeños. En cambio, en las ciudades importantes Convergència vio su poder barrido, por ejemplo en Barcelona. Mientras, en ciudades medianas como Mataró, Girona o la propia Sant Cugat, ha sido el pacto con el PSC, que accedieron a la alcaldía en el caso de Mataró, el que les ha validado la alcaldía.

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