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ENTREVISTA | Activista LBQ en Kenia

Gerald Hayo, violada para dejar de ser lesbiana: “Marcó mi vida, pero para nada cambió mi orientación sexual”

Gerald Hayo, activista LBQ de Kenia y protagonista del documental 'Now You Are a Woman'

Edgar Sapiña

Gerald Hayo está estos días en Barcelona. Es activista por los derechos LBQ en Kenia y protagoniza Now You Are a Woman, el documental que ha dirigido Alba Muñoz y que se proyecta este lunes en el marco de la 24ª edición del FIRE!!, la Muestra Internacional de Cine Gay y Lésbico que tiene lugar en la capital catalana del 6 al 16 de junio.

La entrevista se realiza en el centro LGTBI de Barcelona, inaugurado en enero y atacado tan solo una semana después de su apertura. Hace tan solo unas semanas, el 24 de mayo, el Tribunal Superior de Nairobi (Kenia) decidió mantener en vigor los artículos que condenan con penas de prisión las relaciones sexoafectivas entre personas del mismo sexo.

¿Por qué activista LBQ y no LGTBI?

Hemos estado defendiendo el colectivo LGTBI durante mucho tiempo y cada vez que lo hemos hecho parece que el colectivo solo representa al hombre. Cada vez que hablamos del colectivo LGTBI el hombre está en el primer plano. En mi país los hombres homosexuales forman parte de una minoría reconocida, mientras que las personas LBQ no. Incluso tienen sus propios espacios, donde pueden tener citas o hacer sus reivindicaciones. Están reconocidos por el Gobierno, principalmente por el problema con el VIH. Por este motivo hemos decidido tener nuestro espacio, para ser visibles más allá del paraguas del colectivo LGTBI.

¿Cómo es ser lesbiana en Kenia?

Ser lesbiana en Kenia puede ser cómodo si no estás con tu familia o si no dependes de nadie, pero en el momento en que dependes de alguien, como tus padres, quieren saber quién eres o qué estás haciendo con tu vida. Cuando tienes 18 años se empieza a pensar en el matrimonio y en tener niños. Si pueden, tu familia te fuerza a casarte muy joven, para dejarte claro que eres una mujer. Cuando eres mayor y tienes tu propio espacio, la vida es difícil porque la comunidad te presiona. Además, como mujer no puedes alquilar una casa en Mombasa [donde vive]. Una mujer sola no lo puede hacer, lo tiene que hacer el marido. Donde vivo, mi novia conoce a la propietaria y por eso vivimos allí.

¿Y qué rutina tiene como activista?

Normalmente hago varias reuniones a la semana en mi casa, a veces también hago algunas fuera, cuando alguien me llama, pero eso es lo único que hago fuera, sino estoy siempre en casa porque no quiero ser atacada, es más seguro que estar en la calle.

Su madre y uno de sus hermanos planearon una violación correctiva contra usted. Pensaban que así dejaría de ser lesbiana. ¿Cómo le afectó?

Marcó mi vida, pero para nada cambió mi orientación sexual. Pensé que solo seguiría viva si me iba muy lejos de mi casa, para volver a ser yo. Esto me hizo acercarme más a Dios, empecé a leer la Biblia. Todo esto que hago no lo podría haber hecho si no me hubiera reconciliado con mi pasado. Si quiero seguir hacia adelante, tengo que perdonar y tengo que aceptar qué pasó. Me costó tiempo hasta llegar aquí, estaba muy enfadada. Cuando finalmente lo pude superar me sentí nueva, muy libre. Tengo que perdonar para crecer.

¿Cuándo ocurrió?

Tenía 20 años entonces. Antes de irme de casa, una amiga mía, que ahora es mi novia, me acogió. Estaba embarazada [a raíz de la violación]. Teníamos la intención de abortar, pero cuando no fue posible tuvimos la idea de vender al bebé.

¿Por qué no fue posible?

Lo planeé, estaba muy decidida. La primera vez que lo intenté tomé una droga líquida que me vendió una chica, pero no era para abortar, era para limpiar tu cuerpo por dentro, pero igualmente me la tomé con la idea de abortar. Al cabo de una hora la barriga me empezó a rugir, así que pensé que quizás estaba abortando. Pero no fue así. La segunda vez que lo intenté me prepararon una mezcla de hojas de té, porque me dijeron que me podían hacer abortar, pero cuando me la trajeron creo que vi algo o alguien que me decía que no lo hiciera. Fue allí cuando dejé de pensar en abortar.

La Iglesia Católica en Kenia rechaza de plano la homosexualidad, pero usted cree en Dios. ¿No es una contradicción?

Creo que no es la Iglesia, creo que, en cierta medida, es la comunidad LGTBI, porque yo creo en Dios, creo que Dios es amor y me ama. Quizás hay una presión, pero no quiero que afecte a mi creencia. Las personas LGTBI podemos ir a la iglesia, nadie puede detectarnos, así que si alguien puede hacer que las personas LGTBI no vayan a la iglesia creo que es porque no son lo suficientemente valientes. Si van a la iglesia, quizás algún día podremos decir públicamente que somos homosexuales, pero si no van dan poder a estos religiosos que son homófobos. Si un religioso no quiere homosexuales en la iglesia y consigue que no vayan, él gana. La cuestión está en lo que tu crees. Vas a la iglesia por tu fe, no por la gente que hay en la iglesia, porque si vas por la gente pierde el significado.

¿Se siente cómoda allí?

Voy a la iglesia aunque no me siento libre, pero hago un esfuerzo para estar cómoda. Incluso cuando llevo a alguna amiga, ella me ve bien, pero no hay libertad en la iglesia.

En el documental cuenta que cuando era una niña el fútbol era su vía de escape, pero de golpe su entrenador le expulsó del equipo por su orientación sexual.

El fútbol es mi talento. Estuve en el primer equipo femenino en Kenia, en Kisumu. Jugué allí durante un tiempo y cuando mi entrenador se dio cuenta de que era lesbiana me expulsó. Me dijo que escribiera una carta donde explicara por qué era lesbiana, pero no escribí nada. El entrenador le dio la carta de expulsión a mi hermano y ponía que no podía volver al campo nunca más a jugar con ellas. Eso me dolió, pensé que ya no podía hacer nada más.

¿Y ahora juega al fútbol?

Sí. No juego tan en serio como antes, pero jugar al fútbol ha sido positivo para mí, porque la comunidad piensa que si visto como un hombre es porque soy una futbolista, no una lesbiana.

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