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Sobre este blog

Blog dedicado a la crítica cinematográfica de películas de hoy y de siempre, de circuitos independientes o comerciales. También elaboramos críticas contrapuestas, homenajes y disecciones de obras emblemáticas del séptimo arte. Bienvenidos al planeta Cinetario.

‘Tres anuncios en las afueras’, de Martin McDonagh: justicia desquiciada y socarrona

Tres anuncios en las afueras

Dolores Sarto

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‘Tres anuncios en las afueras’ cuenta la historia de Mildred Hayes (Frances McDormand). Es una mujer de mediana edad que decide iniciar una insólita cruzada contra la policía de su pueblo (Ebbing, Missouri) a quien culpa de no estar haciendo lo suficiente para resolver el caso de violación y asesinato de su hija. Un buen día, Mildred decide ‘importunar’ a su tranquilo vecindario alquilando tres vallas publicitarias que le servirán para denunciar la apatía de las fuerzas de seguridad. Frente a ella tendrá al jefe de policía, un sheriff desahuciado (Woody Harrelson), y a su lugarteniente, Dixon (Sam Rockwell), un agente local “demasiado ocupado persiguiendo negros”.

Se trata de una película inesperada. El film, que arrasó en la pasada edición de los Globos de Oro y se posiciona como uno de los favoritos en los Oscar, nace de una tragedia oscura. De un dolor definitivo y sin cicatrizar. Sin embargo, su humor atrevido, socarrón y con un punto de esa amargura que no se deja derrotar del todo convierte a la película en una ‘rara avis’ cinematográfica. Al fin y al cabo a los mandos se encuentra un cineasta, Martin McDonagh, que asombró al mundo con ‘Escondidos en Brujas’ (2008), una cinta magistral que contaba con la astucia de poner patas arriba el género negro y brindarle un ingenioso homenaje.

Si hay algo que destaca en ‘Tres anuncios en las afueras’ es su complejo y entretenido retrato de  personajes… con una humanidad casi sobredimensionada. Los actores, metidos en su piel, están fantásticos. Mildred es una mujer que sufre y está en perpetuo estado de guerra. Es una ‘activista sui géneris’ que aunque lucha por una causa justa no se molesta, lo más mínimo, en disfrazar su deseo de venganza. Bruta, ingeniosa, incapaz de empatizar con el dolor ajeno, tiene sus recaídas y, de vez en cuando, se deja llevar por los remordimientos. En su órbita, circulan un ex completamente idiota y un pretendiente con la autoestima floja (fabuloso Peter Dinklage). El agente Dixon, por su parte, es el antagonista de Mildred. Un tipo vago, racista, un ‘pistolero’ enmadrado que además cuenta con un curioso y oculto lado oscuro.

‘Tres anuncios en las afueras’ tiene momentos memorables, como el plano secuencia  en el que acompañamos, con paso de perdonavidas, al poli matón en una de sus nuevas aventuras. Además, el retrato de la compasión que se hace en diversos momentos del film o los gestos con los que el sheriff Willoughby trata de contactar con el ser humano que probablemente habita dentro de Mildred son instantes cinematográficos afortunados.

Hay algo en esta película, sin embargo, que nos distancia del relato redondo que habían prometido la avalancha de premios recibidos y diversos profetas del marketing, encargados de agitar nuestro entusiasmo antes de su estreno. Y puede que tengan que ver algunos patinazos de un guion que, por otro lado, está siendo muy celebrado (cuenta con una nominación al Oscar). Es cierto que en su ADN hay talento, unos diálogos logrados y unas situaciones transgresoras rematadamente divertidas, pero la película no puede ocultar puntos débiles. Ahí está, por ejemplo, un ‘flashback’ inoportuno que sirve para justificar torpemente sentimientos; ciertas secuencias de relleno (la visita ‘gore’ al dentista) o alguna que otra casualidad poética que patina (¡y de qué manera!) dentro de la ficción.

Pero McDonagh es un escritor astuto, que conoce los resortes emocionales y los pasadizos narrativos que hay que recorrer para reconquistar a los que, en algún momento, pudieron llegar a perder la fe en su historia por el camino. Lo hace, por ejemplo, con un final brillante, de los que dejan huella. Tan poco previsible que nos crea, una vez más, la ilusión de que pisamos territorio virgen en un Missouri desquiciado. Un pedazo de América que podría habitar, sin embargo, en cualquier rincón del planeta.

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