La lección magistral de una catedrática de Geografía ante la jueza de la dana sobre por qué se debió enviar la alerta antes

Lucas Marco

València —
16 de julio de 2025 22:06 h

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Ana Camarasa, catedrática de Geografía de la Universitat de València (UV) y experta en la rambla del Poyo, dio el pasado 10 de julio una auténtica lección magistral ante la jueza de la dana. Fue una declaración, en condición de perito, muy valorada por muchos de los abogados personados en la causa, por su claridad y por su tono didáctico para explicar un asunto tan complejo y la gestión de una tragedia que dejó 228 víctimas mortales (una de ellas embarazada de ocho meses). Camarasa, según el acta de su declaración a la que ha tenido acceso elDiario.es, aportó claves fundamentales sobre los motivos por los que, a su juicio, se debería haber convocado antes la reunión de coordinación de emergencias y haber enviado a las 15.00 el mensaje de alerta a los móviles: por la impermeabilización del suelo de los barrancos a consecuencia de la primera fase de lluvias, la movilidad metropolitana, la hora de salida de los colegios o la poca percepción del riesgo entre la población.

El Es-Alert, enviado a las 20.11 del pasado 29 de octubre, no solo fue “tardío” y “erróneo en su contenido”, tal como sostiene la jueza instructora de la causa. Ana Camarasa expuso una tesis suplementaria: “La alarma llega más tarde que la crecida [del barranco del Poyo], con un mensaje que está avisando de que se va a inundar cuando ya estaban inundados, y si hay alguien que aún no está inundado, como cree que le están avisando, cree que tiene un tiempo, según su percepción; eso puede desatar comportamientos contraproducentes como poner a salvo cosas, priorizar bienes a las personas, porque se puede interpretar de esa manera”.

La experta, tras analizar los datos del Sistema de Información Hidrológica (SAIH) de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), llegó a la conclusión de que el 29 de octubre hubo “dos núcleos muy grandes de tormentas”: por la mañana, de 5.00 a 10.00 y, por la tarde, de 15.00 a 20.00. “Por la mañana, ese núcleo ya era muy importante”, con una primera crecida en la rambla del Poyo a las 11.00.

La referencia al episodio de la mañana es importante. En un “proceso normal”, el agua “se intercepta” en la vegetación, luego llega al suelo y se infiltra y, a partir de cierto momento, empieza a correr por la superficie, “cuando el suelo y el acuífero está empapado”. “Cuando el suelo está empapado, empieza a escurrir”, detalló la perito. Sin embargo, “si la intensidad es muy importante y muy al principio, no le da tiempo a hacer todos esos procesos, llueve a una velocidad superior a la que el suelo es capaz de absorber”.

En los días previos a la dana ya se había registrado lluvia y el suelo no estaba seco para absorber con toda su capacidad (“estaba en condición de humedad antecedente”). Así, en el “segundo grupo de lluvia” del 29 de octubre, más constante e intenso, “prácticamente no funciona ninguno de los procesos de pérdidas” ni la “transferencia hacia los almacenes subálveos”, localizados en el suelo de los acuíferos. “Como no le cabe el agua en los cauces habituales, se desborda y busca paleocauces, que son vías de agua”, apostilló.

Un inciso importante para comprender el barranco del Poyo: en el sistema mediterráneo hay cauces que la mayor parte del tiempo están secos. “Pero cuando viene una crecida muy grande necesita esos cauces para evacuar porque son muy grandes. El equilibrio es que el mismo sistema, cuando no lleva agua lo rellena de piedras, sedimentos y vegetación. Cuando llega una avenida grande, el mismo sistema se limpia, vuelve a hacer el canal que necesita”.

Las lluvias de la mañana impermeabilizaron la cuenca por saturación, al tener una “litología de tipo arcilloso, que es más impermeable que la caliza”. La parte baja de la cuenca, con menor capacidad de absorción, “está muy impermeabilizada por el sellado del suelo que ha supuesto toda la expansión urbanística”. “Toda el área metropolitana se ha impermeabilizado por cemento, con hormigón”, explicó Camarasa gráficamente.

La crecida de la tarde en el Poyo fue “más grande e intensa”. “Si por la mañana está preparando el terreno, por la tarde es muy duradera y constante, con intensidades altas y mantenidas”, dijo la catedrática de la UV.

El pluviómetro de Chiva, según sus cálculos, estuvo por encima de los 80 milímetros por hora mantenidos durante más de cinco horas. “El problema es que se mantenga cinco horas donde la intensidad no baje de los 80 milímetros por hora”, advirtió Ana Camarasa. Por otro lado, el hecho de que se superaran las máximas intensidades en todos los rangos y umbrales supone una “constatación del cambio climático”, según apostilló.

Una de las claves de la dana, a juicio de la experta, es que con la lluvia y la crecida previa en una cuenca impermeabilizada, “se pierde por transferencia de los cauces”. “Si echamos un vaso de agua en la playa, enseguida desaparece, los cauces no son así, no tienen capas arcillosas, pierden y transfieren mucha agua. Las lluvias antecedentes, la rapidez y la intensidad hizo que estuviera circulando una proporción mayor”.

Con este panorama, “hay muy poco tiempo de reacción, cuanto más intenso menos tiempo”. Y es que “con intensidades tan fuertes como se estaban registrando, más rápido va a reaccionar la cuenca. Si además sabemos que ha llovido mucho, que ha generado ya una crecida, nos tiene que poner en aviso el tiempo que tarda la cuenca en reaccionar a una lluvia”.

El comportamiento “espasmódico” de la cuenca

La experta describió el comportamiento “espasmódico” de la cuenca, a modo de “flash flood” (avenida súbita): “La rambla funciona así, por eso la gente se creía que se había abierto una compuerta. Además, es un agua marrón, de sedimentos, con mucha capacidad de transporte, que se lleva los coches, las casas, lo que se encuentra de por medio. Sí que era previsible”.

Incluso el agua puede “reflujar” y no seguir el curso normal de arriba abajo: “Le puede llegar de abajo, porque no puede desaguar bien, tiene taponado el desagüe”. Preguntada por la defensa de la exconsellera Salomé Pradas, investigada en la causa, la catedrática argumentó —aunque advirtió que no era su especialidad— que las obras en el barranco del Poyo no habrían evitado la inundación, en todo caso, quizá, la habrían “mitigado”.

La perito expresó sus reservas hacia las “obras faraónicas estructurales” y apostó por “soluciones basadas en la naturaleza”, aunque también reconoció que era una opción “más difícil cuando todo el territorio está antropizado [transformado por la actividad humana] y construido”.

Camarasa también destacó que, con las previsiones meteorológicas y el aviso rojo de la Aemet, “ya tenían que estar en aviso”. Una de las claves que manejaba la experta era la falta de tiempo de reacción: “La tormenta es una, pero la manera en que se drena, el camino que coge el agua para llegar al mar es tres cuencas diferentes. Y la del Poyo es una de las más afectadas, la que más rápido reacciona, porque es más corta y tiene más pendiente, llega antes, es una cuestión de velocidad”.

A la catedrática de Geografía también le llamaron mucho la atención las llamadas al 112 provenientes de Chiva, Cheste y, más tarde, de Godelleta. Otro inciso. Los barrancos de Horteta, Gallego y del Poyo, desde el siglo XVIII, forman parte de una misma red conectada, formada por la erosión provocada por las lluvias: “Tenemos que venir desde la cabecera que está a más de 700 metros de altura, y hay que llegar a la cuenca baja, y no es un camino fácil porque el relieve en esta zona está muy fracturado, hay que imaginar una gradería, como un teatro, una parte alta y escalones hasta el mar. Cuando cae por el escalón va muy rápido, pero en otro escalón puede parar un poco, es una zona de disipación de la energía propensa a desbordarse. Es lo que pasa en Chiva y Cheste”.

A ambas localidades, aunque situadas lejos del mar, más bien en la cabecera, “como un escalón, el agua llega rápido, pero luego le cuesta salir, tiene un drenaje deficiente”.

“No se tenían que haber retirado” los Bomberos

Las llamadas al 112 “son superimportantes”, insistió Camarasa. También la vigilancia de los caudales “con todos los medios posibles que existan”, porque “no hay tiempo para pensárselo (...) Cuanta más información se tenga mejor, hay que ir a buscarla”. Las cuencas, dijo, tenían que haber estado vigiladas “al máximo”.

Sin embargo, los efectivos de los Bomberos movilizados para controlar los caudales fueron retirados sobre las 15.00, en una decisión —investigada por la jueza— que no fue comunicada por el consorcio provincial al Centro de Coordinación de Emergencias, según han confirmado varios testigos. “No se tenían que haber retirado, (...) se sabe que el episodio no ha terminado”, remachó Camarasa.

El nivel rojo de lluvia, explicó, “significa que hay que ponerse las pilas ya, y si no pasa nada, mejor, pero si pasa algo hay que estar ya, y cuando empieza a constatarse dónde se está produciendo, cuando empieza a llover ya se sabe las cuencas por donde va a drenar”.

Entre la lista de llamadas al 112 y los cálculos con los datos disponibles, Camarasa concluyó que, entre las 18.30 y las 20.00, ya se habían producido tres oleadas en los “tres barrancos importantes” (Gallego, Horteta y el Poyo).

El “movimiento pendular” del área metropolitana de València

Otro inciso: en el área metropolitana de la provincia de Valencia se produce un “movimiento pendular” de la población, con una metrópoli que “atrae” a gente que va y viene a trabajar, de compras o al médico y con unas vías de comunicación “en dirección transversal a los principales flujos de agua”, lo cual se convierte en “factor de exposición”.

Por eso, apostilló Ana Camarasa, la UV suspendió sus clases la víspera de la dana: “No sabían las zonas que se iban a inundar, pero sabían que llovería, aunque no en qué lugar”. En definitiva, la decisión se tomó por un “principio de prudencia”, como “primera forma de autoprotegerse”.

Además, el Comité de Emergencias de la UV contaba con “menos información” que el Centro de Coordinación Operativa Integrado (Cecopi), convocado por la entonces consellera Pradas a las 17.00 del 29 de octubre.

El Cecopi, según declaró Camarasa, “se tenía que haber reunido el día de antes o esa misma mañana a primera hora”. “Que si no pasa nada, pues nos vamos a casa, pero si pasa algo tenemos que saber a dónde mirar”.

Así, en su opinión, los avisos a la población “se tenían que haber hecho antes”. La UV y otras instituciones académicas cerraron “no porque estaban inspiradas, sino porque alguien les avisó”. Y se tenía que haber tenido en cuenta la “reacción caótica propia de un fenómeno de estas características”.

La planificación de la respuesta en pleno caos

En el caso concreto del 29 de octubre, “faltó comunicación, porque en el momento del caos es muy difícil planificar la respuesta”. Con un Cecopi convocado con mayor antelación, “aun así hubiera habido caos, pero la respuesta hubiera sido más eficaz”.

El Es-Alert —un recurso “muy efectivo”— también se debería haber enviado mucho antes de las 20.11. A juicio de Camarasa, concretamente a las 15.00, cuando empieza el segundo núcleo de lluvias. Por otro lado, también argumentó que el contenido del mensaje era “poco aclaratorio e insuficiente para ese momento”.

Además, Camarasa recordó que “un gestor también tiene que tener en cuenta más cosas, por ejemplo a los niños que van al cole, que salen a las 17.00; después de la primera crecida ya se podía haber mandado, por lo menos, la paralización de las actividades de la tarde”.

La experta advirtió de la insuficiente percepción del riesgo por parte de la población y de la “corta” memoria colectiva. “El hecho de que los barrancos no lleven agua la mayor parte del tiempo hace que no sean percibidos como elementos de riesgo. (...) Si en cinco años no llueve, la gente se olvida y se pierde la percepción del riesgo asociado a una rambla”.

La catedrática de Geografía evocó las imágenes de la gente tomando fotos la tarde del 29 de octubre para compartirlas en redes sociales, escenas que denotaban un “comportamiento muy inconsciente de lo que es el riesgo”. “Con un fenómeno como este, la caballería no puede llegar a todos los sitios y hay que activar medidas de autoprotección”, concluyó en su lección magistral.