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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

El acceso a los trabajos culturales en la juventud

Decía Simone de Beauvoir que la naturaleza del hombre es malvada; su bondad es cultura adquirida.

A partir de aquí, podríamos entender que es deber de toda la sociedad hacerle llegar la cultura al pueblo para su bienestar y comportamiento social. Consideraríamos, de hecho, que es menester llegar a conocer la cultura general de un territorio, concepto o disciplina para nuestro avance como sociedad e individuos de esta. No es menos cierto que, en los últimos años, los accesos a esta se han visto afectados en líneas generales. Si además entendemos que no pasa por su mejor momento y por ende los puestos de trabajo del sector, al hablar de juventud, en esta nos adentramos en un problema tan surrealista como rocambolesco que hace años que viene llamando a la puerta.

La cultura europea, y muy concretamente en el ámbito de la sociedad española, goza de una gran diversidad y riqueza intrínseca. Muy concretamente, la sociedad española puede hablar bien alto y bien fuerte sobre su peso en dicho sector: un sector musical y cinematográfico muy completo, una gran cultura de teatro a nivel nacional, las fiestas de ámbito artístico-plástico como las fallas que no se hallan por doquier… Esto entronca con un hecho muy evidenciable que es la multiculturalidad del estado pero muchas veces esto colisiona con la defensa de los sectores que generan dicha acción cultural, es decir, muchas veces decimos que el cine español es el mejor, las fallas es la mejor fiesta, la música española nada ha de envidiar, pero si tenemos un hijo que nos dice “quiero ser artista”, pues, suerte en la vida.

Si bien es cierto que la situación laboral española en ámbitosvgenerales es una situación temporal, inestable y precaria, la realidad es que ello se agudiza notoriamente en el sector cultural y entronca con la aplicación de políticas neoliberales de opresión cultural como la subida del iva al 21% que vivimos en la época del recorte y del rescate bancario que han hecho de un sector altamente cuidado a nivel global un producto de regalo a nivel nacional, es decir, regálame un dibujo que la gente lo ve, cántame que así te escuchan, hazme un ninot que te das a conocer… Míticas frases denotativas de la realidad del sector, el cual, no olvidemos, mueve el 4% del PIB y por el que nadie ha aplicado políticas para que se dé un trato justo a la acción que gira entorno a él.

Los trabajadores de la cultura merecen un respeto, pero claro, ¿qué respeto les va a quedar si la industria del porno declara un 4% del IVA chocando claramente con las cifras impositivas de la cultura y nos matamos por ver a un señor dándole patadas a un balón que cobra cifras astronómicas? Es comprensible que un viejo ministro de cultura diga que va a subir el IVA cultural, al final, es como si yo subiera el IVA de los yates: como no tengo yate, me da igual. Con la cultura pasa lo mismo.

Cabe destacar que en los tiempos de pandemia que vivimos, toda esta problemática se ha agravado dejando así una realidad propia de las novelas de bohemia grotesca y esperpéntica de Valle Inclán. Si bien es cierto que la realidad agravada ya era latente, no es menos cierto que la situación cultural española se ha quedado en una posición extremadamente surrealista tal que un Lumpa-Lumpa de la película Charlie y la fábrica de chocolate. ¡Estudia una carrera de verdad!, le diríamos en circunstancias habituales a un chaval que hallase su camino en el arte, pero ahora le dirías que: ¡Castigado a tu cuarto!

Dedicarte al arte no es solo ser pintor, escultor, bailarín, músico etc. Es ser un crítico social, un excitador del audiovisual, un navegante de los pensamientos... Y esto las generaciones venideras lo tienen potencialmente más claro y aún sabiendo la delicada realidad, así y todo deciden hacer una defensa del sector apostando por él. Quizá nos hallemos ante la generación de futuros trabajadores culturales más preparada de la historia, sin embargo, la que menos experiencia laboral concentra. Porque claro, ¿cómo va un joven a trabajar si no tiene experiencia? Pero si no puede trabajar, nunca tendrá experiencia. Y ahora parece que los jóvenes somos los responsables de que haya COVID en España, porque somos unos irresponsables ¡Somos los responsables de la irresponsabilidad! Cierto es que nada tiene que ver la acción política y social como tampoco en la cultura, claro. También unos incultos, dado que, no nos interesa nada más que lo comercial o actual y lo clásico, al contrario, no tanto.

Antaño, cuando un joven quería entrar a trabajar a la industria cultural empezaba como aprendiz, por ejemplo, limpiando pinceles o barriendo un taller e iba escalando hasta ser oficial y, posteriormente, ser el artista o artesano. Todavía recuerdo ese tiempo en que yo fui parte del proceso y lo viví con fervorosa ilusión puesto que, muy probablemente, fui de los últimos en llegar a ser aprendiz en mi sector. Hoy día, esos procesos no son tales y se dan mediante nuestro sistema educativo, bien sea la FP o los grados universitarios entre otros y mediante una forma más contemporánea y adaptada a la didáctica actual.

Esto a mi entender tiene una parte buena y una mala, la buena es la protección social por parte del sistema y la mala la falta de experiencia en el sector, algo que emplean algunos para justificarse en que, al no haber trabajado nunca, no es válido. Y nada más lejos de la realidad. Más bien pareciera que no quisieran darle paso a las buenas nuevas, es decir, a la gente joven que llena de talento ha de luchar por ese hueco que parece que no termina de llegar.

Decía Horace Walpole que la vida es una comedia para aquellos que piensan y una tragedia para quienes sienten. Por suerte o desgracia la cultura es pensar y sentir así que, resulta cómico pensar que un sector se está muriendo y que una generación se pierde pero a la vez es trágico saber que una nueva generación de trabajadores culturales pide paso y que no hallan en ese camino sino desprotección dado a la falta de activismo político para la defensa de la cultura como herramienta social.

No es que el niño sea un inculto, sino que puede que no se hayan puesto a su alcance todos los mecanismos para evitarlo y que, simplemente vemos lo que ignora pero no lo que sabe, ni lo que podemos hacer para que sepa más. La situación del niño se soluciona con voluntad, mientras se precarice y devalúe la cultura y no haya voluntad, no hallaran ese hueco las nuevas generaciones. ¿Y qué será de nuestra cultura sin un relevo a la altura?