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CV Opinión cintillo

Ahora compran, antes robaban

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No he visto ni un solo capítulo de El Cuento de la criada. Su popularidad me pilló embarazada y no tenía el cuerpo para distopías. En cambio, sí que vi aquella magnifica adaptación para TVE de Mario Camus sobre la obra de Benito Perez Galdós que relata la historia de dos mujeres en el Madrid de segunda mitad del siglo XIX. La serie me pilló preadolescente y con pocas luces pero con una curiosidad voraz. Por supuesto, me identificaba con el mundo humildemente pobre pero orgulloso de la hermosa y fértil Fortunata, cuyo trágico final es de todos conocido: moribunda entrega su hijo a Jacinta.

Igual que con Fortunata y Jacinta, he visto prácticamente todos los capítulos televisados de la vida de Ana Obregón. Quién no conoció a aquella joven, pija y alocada, musa de la movida madrileña, fetiche de músicos, actores y periodistas, que rompió centenares de corazones hasta convertirse, primero, en una mujer compadecida por la terrible pérdida de su único hijo y, ahora, aborrecida por comprar un bebé con el que intenta llenar ese inconmensurable vacío.

No somos país de grises, sino de colores intensos, tan fogosos y excesivos que en demasiadas ocasiones nos ciegan. Este es el caso de la polémica suscitada en torno a la última ‘obregonada’ (así es como ella misma llama a sus excentricidades) que ha sido portada de la prensa ‘rosa’, noticia de los medios ‘serios’ y objeto de ardientes debates en parques, bares y demás redes sociales.

A mi, que estoy radicalmente en contra de esta práctica de tráfico de seres humanos y explotación de la mujer, lo que me llama la atención es la especial inquina con la que se ha atacado a la Obregón. Menos cinismo, por favor. Esta persona no es la primera ni la única que recurre a la compra de bebés y utilización de una mujer como mero contenedor. Esta persona no es la primera en fotografiarse y mostrarse con su nueva adquisición. Sin ir más lejos, una de sus primeras exparejas, Miguel Bosé, consiguió a sus cuatro hijos mediante este método ilegal.

Nadie nunca dijo nada. Nadie nunca lo acribilló en plaza pública y francamente no entiendo por qué tanto sadismo con una y tan poco con otros. Bueno, o tal vez si. Al final siempre subyace tras todas estas farándulas mediáticas un tufillo que apesta a machismo.

Pero Ana Obregón no es la protagonista de esta triste historia. La única víctima es una pequeña recién nacida, traída al mundo para que una persona con alto poder adquisitivo y grandes carencias emocionales se sienta bien. Espero que esa pequeña sea feliz y que la voracidad de la jungla mediática no se interfiera en su vida para convertirla en otro juguete roto. Ojalá su dueña sea capaz de protegerla y no la exhiba como un trofeo.

A quienes defienden este tráfico de seres humanos decirles que no engañan a nadie, que ahora disfrazan de transacción económica lo que antes sencillamente robaban. La historia de la humanidad está plagada de estas situaciones de poder en las que los ricos infértiles se hacían con los retoños de las familias humildes.

Que se lo digan a la Fortunatas que ha existido a lo largo de la historia de la humanidad, a las que tantas Jacintas les ha arrebatado sus hijos, moribundas o no. Que se lo digan a las abuelas de la plaza de mayo que la dictadura de Videla dejó sin hijos y con unos nietos secuestrados por los asesinos de sus padres. Que se lo digan a los bebés robados durante el franquismo que siguen buscando a sus familias. Le cambian el nombre pero es la misma historia de abuso y opresión de siempre. Ahora disfrazan de compra lo que antes sencillamente robaban.

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