Un fuego, dos fuegos, … ¡Un infierno!

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Después de dos semanas con fuegos devastadores, de una voracidad inmanejable; de incendios que están produciendo un daño incalculable (cuatro muertes, familias arruinadas, aldeas destruidas, bienes del patrimonio cultural gravemente dañados, economías pérdidas para décadas, vegetación arrasada) y una irresponsabilidad política evidente, es necesario tomar nota y pensar en el futuro (que ya es mañana). Es muy difícil, lo sabemos bien quienes llevamos arrastrando casi un año los efectos de la dana 29O/2024. Por más distantes que físicamente estemos ahora de esos escenarios, compartimos el mismo problema, el mismo dolor, y sabemos que todo lo que cuentan las brigadas forestales, miembros de la UME, los vecinos y vecinas, es verdad.

Se quejan del abandono, de que nadie ha aparecido pese a que las llamas entran en las aldeas y no hay más que mangueras de jardín, palas, ramas y pozales para hacerles frente. Piden participar en salvar lo suyo y arriesgan su vida al hacerlo. Las imágenes, cuando se apoderan de su esfuerzo las lenguas de fuego, son desoladoras por verles retroceder con un equipaje tan pobre y con tanta desesperanza. Los lugareños, la ciudanía, tienen razón en todo lo que piden y es verdad lo que cuentan.

Dicen los brigadistas que tienen contratos precarios, tanto por su salario como por la duración parcial y el tipo anómalo de los mismos; hablan de la privatización; de la formación insuficiente que les dan; de la descoordinación entre empresas; de las dificultades de comunicación entre brigadas de distintas provincias o comunidades autónomas, porque los sistemas utilizados no son interoperativos; de la manutención raquítica y tacaña. Es verdad. Dedican muchas más horas de las que marcan sus convenios y hojas de trabajo, tantas que podrían caerse dormidos en las llamas del fuego y es milagroso que no haya más pérdidas humanas.

En este escenario, algunos políticos -véase el presidente de Castilla y León-, cuando aparecieron después de unos días sin haber dado la cara, dijeron que “todo estaba controlado” y que “las Médulas volverían a recuperarse”. La cruel auditoría de la realidad les está quitando la razón y, por eso, ahora desplazan sus quejas a la falta de buldozers y de unos cientos de soldados. ¿Por qué no trazaron amplios caminos y cortafuegos antes, mucho antes, años antes, desde que llevan gobernando?

La ausencia total de prevención y previsión ¿de quién es responsabilidad? En Castilla y León, Galicia, Andalucía, Madrid y en el Sursum corda ¿no hay planes municipales ante el riesgo de incendios? ¿Y planes autonómicos? ¿Por qué nadie los saca a colación? Si no me equivoco, esos planes son obligatorios y los políticos deberían conocerlos mejor aún que los técnicos, porque son ellos los que los aprueban y deben revisar periódicamente. Y en cumplimiento de esos planes se deberían haber realizado actuaciones de prevención para que el fuego no entrara en las casas de aldeas y pueblos; debería haber mangueras contra incendios en determinados lugares estratégicos ¿o no? Es preciso exigir una auditoría cívica para analizar todo lo que se ha hecho mal y todo lo que es mejorable; olvidémonos de las comisiones que querrán crear en sus respectivos parlamentos como lavatorio de manos. Hablan y no dejan de hablar de los técnicos, pero hay una responsabilidad política que no es transferible.

Dice Ayuso que se están ideologizando los incendios: la ideología verde y la burocrática. Otra vez la misma matraca que hemos escuchado en el contexto de la dana. Creo que, a estas alturas, la ignorancia de determinados aspectos ya no puede considerarse inocente. En primer lugar, Ortega y Gasset dixit, nadie vive sin ideología. En consecuencia, lo que hay que dilucidar es qué ideología se forja y posee cada uno, con qué ideología actúa y qué costes sociales tiene. Veamos varias cuestiones que son ideología pura y no puede ser de otra manera.

En la dana, Mazón no quiso soltar el control de la emergencia y cederlo al gobierno central pese a que lo pidió Feijoó; que su consellera del ramo reconoció ante la jueza que del oficio por el que cobraba no tenía ni idea; y que todavía seguimos sin saber dónde estuvo el presidente y su gobierno en horas claves y por qué no le llegó, si es que no le llegó, la información de lo que esa mañana del día 29 ya sucedía en Utiel o en Chiva, ciudades gobernadas por el PP.

En el apagón general del día 28 de abril, todas las comunidades del PP, una a una, elevaron la emergencia al nivel 3 y trasladaron la gestión al gobierno. No recuerdo que explicaran bien por qué, aunque cualquiera puede tener sus hipótesis.

Ahora, en los incendios todas las comunidades del PP se niegan a elevar la emergencia de nivel, pese a que están lidiando y presionando en los medios de comunicación para que desde Madrid se les aporten más medios que sólo ellos saben gestionar bien. Cuando la prensa les pregunta por qué no solicitan un salto de nivel, contestan que eso ya no les aportaría más recursos y que sus técnicos son los que mejor conocen el terreno ¿En qué quedamos? ¿Puede el gobierno poner más medios o no? El nivel 3 ¿no supondría al menos una mejor coordinación y gestión de los recursos que se precisan para incendios que han atravesado ya fronteras provinciales? ¡Volvamos a la casilla del apagón! ¿Qué fue lo diferente entonces y hoy?

La ideología que está en juego, en lo que parecen incoherencias, es la siguiente: allí donde hay poder en juego, y habrá negocio, no elevaremos el nivel de emergencia, pero sí eludiremos la culpa y desplazaremos las responsabilidades.

La lógica de reducción de costes privatizando todos los servicios medioambientales que previamente han solicitado como transferencias autonómicas, es ideología pura.

Afirman que estos incendios tienen una magnitud imprevisible e insuperable. ¡Qué sorpresa! ¿En qué mundo viven? No son los primeros de esta nueva generación que se halla tan vinculada a las olas de calor y el cambio climático como las inundaciones. Si no pueden verlo es porque adoptan una ideología negacionista que les nubla la vista o porque gobiernan desde una ideología privatizadora de lo público y Génova exige sostener la sartén por el mango.

La magnitud de los incendios de este verano no tiene parangón. Las cifras de hectáreas abrasadas lo dejarán meridiano. Tampoco la tuvo la dana de octubre pasado. Entonces, igual que ahora, estos linces de las emergencias hablaron de desastre natural. ¡Pura ideología! Hace tiempo y en todos los países donde se vienen tomando con seriedad y rigor las emergencias, nadie formado en su gestión habla de desastres naturales, sino de vulnerabilidades sociales, personales y ambientales. Pongan la mirada en éstas y pregúntense en qué medida han contribuido a agravarlas. Las decisiones políticas tienen costes y ahora en las muertes y en el páramo de cenizas están las facturas. Nada será como antes, no lo duden. Cuando miro los montes de los incendios que he vivido, nada ha vuelto a ser como fue.

Dicen que hay pirómanos. Sobre todo, hay incendiarios. Y también incendiarios sociales y políticos. Dicen también que sólo el pueblo salva al pueblo y yo me pregunto ¿de dónde salen los incendiarios y los malos gestores? Lanzan esa sentencia como si fuera una verdad revelada y carente del nefasto contaminante ideológico. Es una mentira, una falsedad perniciosa.

La parte más importante de la masa forestal que puede incendiarse se halla en manos privadas. No parece que se haya intentado siquiera obligarles a limpiar dichos terrenos a los dueños, pero algo tendrá que hacerse. Las opciones que hay sobre la mesa son ideológicas, como no podría ser de otra manera o ¿acaso esperan que los terrenos sean limpiados por el gobierno central para privatizar los beneficios?

Finalmente, y lamento tener que decirlo, el estado de las autonomías no funciona bien cuando se trata de abordar las nuevas emergencias y catástrofes derivadas de eventos extremos. Los padres de la constitución no pudieron imaginar estas situaciones. Así quedó patente en el covid (y el gobierno hizo lo mejor que podía hacerse, pese a quienes lo llevaron a los tribunales), sucedió en la dana y ha vuelto a suceder ahora. Algo debería cambiar, pero espero que no para reforzar a oligarquías incompetentes que siempre desvían sus responsabilidades hacia arriba.