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Los veraneos de Billy el Niño en Benicàssim: paellas, guerra sucia y mercenarios del crimen organizado

El exigente de la Brigada Político Social Antonio González Pacheco, alias 'Billy el Niño'.

Lucas Marco

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El policía de la Brigada Político Social franquista Antonio González Pacheco (Aldea de Cano, Cáceres, 1946-Madrid, 2020) fallecido por la COVID-19, probablemente el represor franquista más conocido de España, pasó sus últimos años de vida asediado por las denuncias de sus víctimas y agobiado por periodistas y fotógrafos que, en varias ocasiones, consiguieron retratarle, tanto en Madrid como en Benicàssim, donde poseía una segunda residencia. 

La periodista de investigación Ana María Pascual siguió el rastro del famoso agente de la policía política franquista en Madrid y en la costa castellonense. “Ha estado en todas las salsas, ha sido un instrumento ejecutor del Estado represivo con su maestro Roberto Conesa”, declara Pascual a eldiario.es.

La periodista localizó, hace una década, el último domicilio en Madrid del expolicía y allí se plantó. “Me abrió la puerta, me presenté y me dijo que no le interesaba y me cerró. Iba en traje de chaqueta, con el pelo engominado hacia atrás, tenía un aspecto muy atlético, como contaban todos los testigos”, recuerda.

Las únicas fotos hasta ese momento de Billy el Niño habían aparecido en Interviu y en El País durante la Transición. “Siempre procuró que no le hicieran fotos, esto lo aprendió de Conesa”, sostiene la periodista. Su maestro ya lo dijo en la década de 1970: “A los policías no nos conviene en absoluto la notoriedad”.

Denunciado en el marco de la denominada querella argentina y con cinco medallas que aumentaron un 50% su pensión, González Pacheco vio cómo su pasado en la policía franquista lo perseguía durante sus últimos años de vida. El exagente de la Brigada Político Social se refugió en su apartamento de Benicàssim, tal como desveló el programa 360 grados de la televisión pública vasca. “Esta última etapa de la investigación fue sobre las conexiones en Benicàssim y Castelló que viene de esos años 70, la guerra sucia y su amistad con los sicarios extranjeros”, afirma Pascual.

Benicàssim y El Grau de Castelló fueron un destino habitual durante la Transición de Billy el Niño y de los comisarios Roberto Conesa y Manuel Ballesteros, dos veteranos de la policía política franquista. Allí se reunían con el mercenario francés Jean Pierre Chérid, cuya viuda narró a la periodista aquellos encuentros en Chérid, un sicario en las cloacas del Estado (El Garaje Ediciones, 2019). 

Los anfitriones de aquellas paellas eran los hermanos Gilbert y Clément Perret, dos franceses del crimen organizado parisino que acabaron refugiados a principios de los 70 en la costa mediterránea tras huir de una guerra de bandas (todo el clan, incluida la matriarca, aparecen en noticias de la prensa francesa de la década de 1960). A los Perret siempre se les vinculó al atentado contra el Bar Hendayais, una de las primeras acciones de la guerra sucia contra ETA. Nunca fueron condenados por estos hechos (en cambio Gilbert llegó a ingresar en prisión por un supuesto delito de incendio y estafa). 

El comisario Manuel Ballesteros, con una larga carrera a cuestas en el seno de la Brigada Político Social de València y reciclado en la lucha antiterrorista por los primeros gobiernos democráticos, fue condenado y posteriormente absuelto por el Tribunal Supremo. Los sicarios que cometieron el atentado consiguieron atravesar la frontera francesa en dirección a España (iban armados y con documentación y matrículas falsas) tras telefonear a Billy el Niño.

El comisario Ballesteros, entonces jefe de la lucha antiterrorista, aseguró que eran confidentes suyos y dio la orden de que les dejaran atravesar la frontera. El atentado se saldó con tres fallecidos y nueve personas heridas.

En el juicio por estos hechos se descubrió que Billy el Niño era el intermediario entre Ballesteros y los supuestos confidentes, a los que pagaban medio millón de pesetas mensualmente de los fondos reservados, tal como publicó El País

Las reuniones de Billy el Niño, Ballesteros y Conesa con los hermanos Perret tenían como escenario el restaurante del aeroclub de Castelló que regentaban los franceses. “Estos han sido gángsters, como los de las películas”, le decía Chérid a su entonces esposa Teresa Rilo, fallecida recientemente. En ese mismo restaurante, ETA asesinó a Clément Perret el verano de 1985. 

Tras protagonizar junto a su maestro Roberto Conesa todo tipo de asuntos turbios durante la Transición, González Pacheco, que nunca fue procesado ni condenado por la primera guerra sucia, salió de la Policía y se dedicó a labores de seguridad en el ámbito de la empresa privada.

Casado en segundas nupcias y con dos hijas, el expolicía franquista adquirió una vivienda en la playa de Benicàssim. “No es una casualidad que tenga apartamento en Benicàssim, está totalmente relacionado con su actividad parapolicial y su amistad con los hermanos Perret”, sostiene la periodista Ana María Pascual. 

Billy el Niño “allí no era tan conocido como en Madrid y muchos no sabían quién era”, añade. Gilbert Perret continuó tras la muerte de su hermano regentando los numerosos negocios familiares en la costa castellonense, principalmente en el sector de la hostelería y del ocio. Hoy la mayoría de las empresas están en manos de su esposa y de sus hijos.  

El obituario completo del ex agente de la Brigada Político Social Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, deberá esperar un cuarto de siglo. La normativa que regula el Archivo General del Ministerio del Interior marca un periodo mínimo de 25 años desde la muerte de un funcionario de policía para poder acceder a su expediente. Será en 2045. 

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