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Moho en el baño: por qué es mejor eliminarlo lo antes posible

Foto: Evgeny Prozhyrko

Jordi Sabaté

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El baño es uno de los puntos más débiles de la casa en cuanto a calidad de aire; una ventilación no siempre eficiente, una elevada humedad y muchas veces una ausencia parcial de luz del día hacen su ambiente ideal para el crecimiento de determinados hongos y bacterias conocidas en genérico como el “moho del cuarto de baño”.

La combinación de baja ventilación, fuentes de vapor de agua y poca luz que seque el ambiente confieren unas cualidades perfectas para que crezcan estos microorganismos en zonas donde exista materia orgánica de la que puedan alimentarse. Por ejemplo, en el yeso de las paredes y juntas de bañera y la ducha, allá donde salpica el jabón.

También pueden crecer en paredes húmedas donde se produzca condensación de agua y acumulación de materia orgánica, por ejemplo, la que proceda del aire circundante. Por eso es tan común encontrar moho en los bajos de ventanas de aluminio.

Este moho, que puede pertenecer a diversas especies, crece aprovechando esta materia para su descomposición. También es común que crezca sobre papel pintado en paredes con filtraciones, pues se alimenta de la celulosa.

¿Cómo afecta a la salud?

Mohos de todo tipo, tanto formados por hongos como los que en realidad son bacterias, no tienen en general incidencia sobre los humanos en concentraciones normales y en ambientes ventilados, salvo sobre personas especialmente sensibles a la aspergilosis, un tipo de alergia a los hongos del género Aspergillus.

Pero cuando la mancha de moho crece de forma notable en nuestras paredes y la colonia comienza a desarrollar esporas, estas viajan por el aire. Si sus concentraciones son elevadas, algo nada imposible en un baño cerrado y húmedo, puede que experimentemos síntomas como escozor de ojos, rinitis, sinusitis, moqueo e incluso dificultares respiratorias.

Sin duda no es imposible que altas tasas de esporas terminen por irritar las mucosas de personas más o menos sensibles. Por no citar la presencia de micotoxinas en las colonias que se pueden transmitir por el tacto si luego nos llevamos las manos a la boca.

Según un documento de 2009 de la OMS, “existe evidencia clínica de que la exposición al moho y otros agentes microbianos relacionados con la humedad aumenta los riesgos de enfermedades raras, como la neumonitis por hipersensibilidad, la alveolitis alérgica, la rinosinusitis crónica y la sinusitis alérgica fúngica”.

De la neumonitis por hipersensibilidad ya hablamos cuando tratamos el problema de los edredones de pluma para personas sensibles a esta enfermedad, que de todos modos no deja de ser un síntoma poco frecuente y extremo.

LA OMS también señala en el documento que “existe suficiente evidencia epidemiológica de asociaciones entre la humedad y el moho y el desarrollo de asma, exacerbación del asma, infecciones respiratorias (excepto otitis media), síntomas del tracto respiratorio superior, tos, sibilancias y disnea.”

En el caso de la rinitis alérgica y la bronquitis la OMS sugiere evidencias si bien reconoce que en el momento de editar el documento (2009) eran limitadas. En todo caso, los riesgos relatados son suficientes para plantearnos no dejar crecer el moho en nuestros baños y otras zonas de la casa.

Tipos de moho

No existe un solo tipo de moho, son varios los que pueden aparecer según las condiciones, pero los más comunes son:

Moho rosa: se trata de unas colonias de tono rosado claro formadas por la bacteria Serratia marcescens, muy dada a necesitar ambientes mojados y con humedad sostenida para poder aparecer y mantenerse.

Es por ello que parece con mayor frecuencia en zonas de tuberías y descargas de agua como baños, duchas, bañeras, inodoros, etc. Está implicada, aunque raramente, en infecciones del tracto respiratorio, de las vías urinarias e incluso se han descrito infecciones cutáneas.

Moho blanco: Sclerotinia sclerotiorum es el nombre del hongo que lo produce. Puede crecer en áreas relativamente secas, solo precisa de una alta humedad ambiental. Aunque es inusual en casas, si se da se lo considera responsable de irritaciones oculares, infecciones de las vías respiratorias y dolor de cabeza constante.

Luce como una capa de polvo blanco y fino con sensación al tacto algodonosa y es una plaga en determinados cultivos de crucíferas, dando lugar a la llamada “podredumbre algodonosa”.

Moho negro: es la variante más peligrosa de todas por su toxicidad, y se caracteriza por colonias de color verde oscuro o bien de todos negruzcos. Tiene un aspecto relativamente seco y requiere de zonas sin luz directa, aunque con claridad, agua de condensación y poca ventilación.

Por ello se da bien en juntas de azulejo, bajos de ventanas de aluminio, etc. También tiene un hábitat ideal en zonas con papel pintado y yeso, ya que se alimenta de celulosa.

Cuando se da este hongo, de nombre Stachybotrys chartarum, en manchas grandes hay que tomar medidas puesto que emite micotoxinas. La inhalación de estas partículas podría problemas respiratorios , afecciones en la piel, fatiga, irritación de mucosas e incluso deterioro del sistema inmune, siempre y cuando se den las concentraciones de esporas necesarias en el aire.

Moho Alternaria: este hongo filamentoso suele aparecer en zonas oscuras y húmedas, como son los bajos del fregadero. También en el revés de alfombras mojadas que no se secan bien. Aunque se precisan concentraciones altas en el aire, puede acentuar problemas de asma y bajada de defensas. Es más común por infectar alimentos dejando sus aflatoxinas sobre ellos.

Moho Aspergillus: es uno de los géneros más comunes y algunas de sus especies son fundamentales para fermentar productos alimentarios; no obstante, si crece lo suficiente puede liberar esporas que creen serios problemas respiratorios a personas sensibles, lo que se conoce como aspergilosis.

También tiene mayor riesgo por su presencia en alimentos, habiendo relaciones probadas entre sus toxinas en la cadena alimentaria y una mayor incidencia de cáncer de hígado.

Cinco acciones para evitar el moho en casa

Es probable que sea un problema recurrente si no cambiamos las condiciones de ventilación, arreglamos los escapes o procuramos iluminar las zonas afectadas. De todos modos podemos tratar de aminorar el problema con las siguientes cinco acciones.

  • 1. Ventilar toda la casa: no solo tras darnos una ducha, sino también a diario durante unos 20 minutos, incluso en invierno.
  • 2. Usar deshumidificadores: el empleo de estos aparatos en zonas con problemas de humedad puede ser mucho más efectivo de lo que creemos y revertir o evitar nuevas manchas.
  • 3. Instalar un extractor si tenemos una difícil ventilación.
  • 4. Fumigar periódicamente la zona con una solución de lejía: no es necesario que nos la fabriquemos nosotros, ya que se vende en supermercados y droguerías.
  • 5. Probar el truco del calefactor de aire: consiste en encender un calefactor de aire al ducharnos y dejarlo un rato después, unos cinco minutos, para luego abrir la ventana que dé al exterior. De este modo el aire caliente y húmedo saldrá afuera y entrará aire más frío y seco.

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