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Dry January: ¿qué efectos puede tener en la salud dejar el alcohol solo en enero?

Dry January.

Darío Pescador

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Halloween, Black Friday, Blue Monday, parece que cada vez incorporamos más efemérides y fechas del calendario anglosajón a nuestra vida cotidiana. Algunas son curiosidades, otras argucias comerciales pero, de vez en cuando, tienen que ver con nuestra salud, como el Meatless Monday, que propone no comer carne los lunes de cada semana o, en el caso del Dry January, la abstinencia de alcohol durante todo el mes de enero.

La del enero seco es una iniciativa de salud pública que comenzó en Reino Unido lanzada por la organización benéfica Alcohol Change UK en 2013. La idea es simple: no consumir alcohol durante el mes de enero. Esta campaña surgió con la intención de crear conciencia sobre los patrones de consumo de alcohol y sus efectos en la salud. Rápidamente ganó popularidad, no solo en Reino Unido sino también en otras partes del mundo, a medida que más personas incluían entre sus propósitos de año nuevo adquirir hábitos más saludables.

No beber durante un mes entero es una oportunidad para que las personas reflexionen sobre su relación con el alcohol y cómo este afecta su salud y bienestar. Reino Unido es uno de los países con el consumo más alto de alcohol per cápita, con 10 litros al año. Sin embargo, aunque los patrones de consumo son diferentes, el consumo es más bajo que el de España, donde se alcanzan los 10,5 litros al año. 

La pregunta es qué efectos podemos esperar de este periodo de abstinencia en nuestra salud.

No hay cantidad de alcohol saludable

El consumo moderado de alcohol, definido habitualmente como hasta una copa (de vino o cerveza) al día para las mujeres y hasta dos al día para los hombres, es a menudo percibido como aceptable o incluso beneficioso para la salud. Sin embargo, este consumo moderado puede tener consecuencias negativas para la salud. 

Durante algún tiempo se pensó que el consumo moderado de alcohol no solo no era dañino sino que podía tener efectos protectores. Sin embargo, los últimos estudios están desmintiendo esta creencia. Un estudio clave, publicado en la prestigiosa revista médica The Lancet, concluyó hace unos pocos años que, en realidad, no hay niveles saludables de consumo de alcohol. Esta revisión desmentía estudios anteriores en los que se apreciaba una modesta relación entre el consumo moderado de alcohol y una menor mortalidad que en realidad no estaba ahí.

Estos hallazgos fueron corroborados por estudios posteriores, entre otros, uno realizado en Reino Unido que comprobó que incluso los niveles moderados de consumo de alcohol (menos de 14 bebidas por semana) hacían disminuir tanto la materia gris como la materia blanca en el cerebro. El alcohol es tóxico especialmente para el cerebro, ya que atraviesa fácilmente la barrera hematoencefálica que protege el cerebro de posibles toxinas en la sangre. 

El alcohol en exceso es peligroso porque el hígado, que es el encargado de descomponerlo, no da abasto cuando tomamos demasiada cantidad. Uno de los productos intermedios del metabolismo del alcohol es el acetaldehído, una sustancia cancerígena muy peligrosa, que causa daños en el ADN y que explica por qué el alcohol produce directamente alrededor del 4% de los casos de cáncer

Además, el alcohol puede hacer que ganemos peso. No por las calorías que contiene, que no se convierten directamente en grasa, sino porque hace que ganemos grasa indirectamente. Mientras el hígado está ocupado metabolizando el alcohol, deja de procesar tanto los carbohidratos como las grasas, que se acumulan en el propio hígado (hígado graso) y la glucosa se queda en la sangre. Este se suele consumir acompañado de grasa y azúcar, agravando el problema.

Durante un tiempo se pensó que el consumo moderado de alcohol no era dañino y que podía tener efectos protectores. Estudios recientes lo desmienten, como uno publicado en The Lancet, que concluyó que, en realidad, no hay niveles saludables de consumo

Por qué dejar de beber en enero

Dejar de consumir alcohol durante un mes puede tener efectos positivos en nuestro bienestar que se empiezan a notar ya desde los primeros días, especialmente para aquellas personas que beben con frecuencia. Esto es lo que puedes esperar de un enero seco:

  • Primera semana: el alcohol afecta negativamente a la calidad del sueño, por lo que muchas personas experimentan un sueño más profundo y reparador casi inmediatamente después de dejar el alcohol. Además el alcohol es diurético, por lo que dejar de consumirlo puede mejorar la hidratación y evita tener que levantarse en mitad de la noche a orinar.
  • Segunda semana: a medida que el sueño mejora, es común sentirse con más energía y con mayor capacidad de concentración durante el día. El hígado empieza a recuperarse de los efectos del alcohol, reduciendo la inflamación y la acumulación de grasa.
  • Tercera semana: las mejoras en la hidratación y el descenso de los niveles de tóxicos y radicales libres puede tener como consecuencia una piel más clara y saludable. También es probable que se empiece a notar una bajada de peso.
  • Cuarta semana: la función del sistema inmunitario puede comenzar a mejorar, dado que el alcohol puede suprimir y debilitar la respuesta inmune. También pueden notarse mejoras en el estado de ánimo y reducciones en los niveles de ansiedad.

Todos estos efectos positivos experimentados durante ese mes desaparecerán rápidamente si volvemos a un hábito de consumo frecuente de alcohol. Entonces, ¿para qué abstenerse? La respuesta es sencilla: durante ese mes estamos dando un respiro a nuestro organismo, especialmente si previamente había habido un consumo elevado de alcohol, acentuado durante las fiestas. Estaremos dando la oportunidad de que bajen los niveles de estrés oxidativo e inflamación y, al mejorar la calidad del sueño, estamos también proporcionando unas pequeñas vacaciones a un sistema estresado. 

El síndrome de abstinencia del alcohol

La mayoría de las personas que se abstienen de beber durante un mes no desarrollan síndrome de abstinencia. Sin embargo, quienes beben con regularidad (a diario o casi a diario) y son fisiológicamente dependientes del alcohol, sí que pueden padecerlo. En España, según datos del Ministerio de Sanidad, un 5,2% de la población de 15 a 64 años presenta un consumo de riesgo de alcohol. Se calcula que de las personas que padecen un trastorno por consumo de alcohol, aproximadamente la mitad desarrolla un síndrome de abstinencia cuando reducen la cantidad o dejan de beber. De estos, la mayoría experimenta síntomas leves, mientras que uno de cada cinco podría tener síntomas graves. 

Los síntomas leves del síndrome de abstinencia en las personas con trastorno por consumo del alcohol suelen aparecer entre seis y doce horas después de la última bebida y pueden incluir temblores, ansiedad, insomnio, palpitaciones, dolores de cabeza, malestar estomacal y sudoración. Los síntomas más graves pueden incluir desorientación, alucinaciones y convulsiones. El famoso delirium tremens se da en menos de un 5% de los alcohólicos.

Cuanto más tiempo lleve una persona bebiendo con regularidad y cuanto mayor sea la cantidad que beba, mayores serán las probabilidades de desarrollar síntomas asociados a la abstinencia. Los trastornos psiquiátricos, a menudo asociados al alcoholismo, pueden aumentar los riesgos, así como el consumo de otras sustancias, como cannabis, tabaco, opiáceos, benzodiacepinas y otras.

Cuanto más tiempo lleve una persona bebiendo con regularidad y cuanto mayor sea la cantidad que beba, mayores serán las probabilidades de desarrollar síntomas asociados a la abstinencia

No es un remedio, es un comienzo

Hay que dejar claro que un mes sin alcohol no compensa todo el daño para la salud del resto del año. El enero seco tampoco elimina el riesgo de padecer enfermedades a largo plazo, pero sí lo reduce. Es decir, de forma indiscutible, es mejor beber once meses al año que doce, pero la diferencia puede ser mínima al final del año. 

Pasar enero sin beber puede darnos una oportunidad para reflexionar sobre la relación personal con el alcohol, lo que puede llevar a cambios positivos a largo plazo, hábitos más saludables y una reducción en el riesgo de problemas como enfermedades hepáticas, cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.

*Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

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