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¿Hasta cuándo?

Las vicesecretaria de Organización del PP, Ana Beltrán, y la secretaria general del PP de Madrid, Ana Camíns, estampan su firma en la campaña de recogida de firmas del partido contra los indultos. En Madrid, 1 de junio de 2021.

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Para cualquier partido que tenga la pretensión de ser un partido de gobierno en España, Catalunya es importante. Independientemente de que dicho partido tenga posibilidad o no de ser reconocido como tal también en Catalunya.

Es obvio que la importancia de Catalunya es distinta cuando el partido de gobierno de España es también reconocido como tal en Catalunya o no lo es. En el primer caso, la contribución de los electores catalanes a la investidura del candidato a la presidencia del Gobierno es decisiva. Sin un muy buen resultado en Catalunya en las elecciones generales, no hay investidura posible. Esa ha sido la posición del PSOE/PSC desde la entrada en vigor de la Constitución.

Para el PP, por el contrario, la contribución de los electores catalanes no es decisiva, pero no es irrelevante. Tener representación electoral en todas las provincias es casi una condición necesaria para que el candidato de un partido pueda ser investido presidente del Gobierno. Basta repasar los resultados electorales desde 1979 hasta 2011 y contrastarlos con los de 2015 hasta 2019 para comprobarlo. El PP no necesita Catalunya como la necesita el PSOE, pero también la necesita. Por debajo de un determinado umbral en Catalunya, el PP no puede ser el partido de Gobierno de España.

Catalunya es importante para cualquier partido de gobierno, además, desde otra perspectiva: la de la gobernabilidad del Estado. Para gobernar España en democracia hay que tener una respuesta al problema de la integración de Catalunya en el Estado. Un respuesta que resulte aceptable en Catalunya y en el resto del Estado. Garantizar el autogobierno de Catalunya es condición sine qua non para poder gobernar España democráticamente. Este fue el núcleo del discurso de Manuel Azaña cuando en 1932 se debatió en sede parlamentaria el Proyecto de Estatuto de Autonomía de Catalunya. Su mensaje sigue estando vigente.

La confluencia de ambas perspectivas es lo que lleva buscando Pedro Sánchez desde que llegó a la presidencia del Gobierno tras la moción de censura. Y en esa confluencia los indultos a los ex-miembros del Govern y de la Mesa del Parlament son decisivos. El secretario general del PSOE no puede ser presidente del Gobierno de España sin tener un apoyo importante del electorado catalán y sin disponer de un proyecto de integración de Catalunya en España, que deje atrás la malhadada STC 31/2010.

Está por ver si lo conseguirá o no. Pero de que lo consiga no depende solamente su futuro como presidente del Gobierno, sino la propia supervivencia del Estado constituido en 1978.

La impresión que tengo es que el PP no entiende que tiene que tener una presencia en Catalunya que no sea puramente testimonial y que tiene que tener una respuesta para la integración de Catalunya en el Estado.

El PP tuvo una oportunidad inmejorable para haber diseñado y puesto en aplicación una estrategia en esa doble dirección en 2011. En las elecciones autonómicas catalanas de otoño de 2010, se produjo una victoria muy clara de CiU, 62 escaños, y un también muy buen resultado del PP, 18 escaños, mientras que se produjo una caída enorme de PSC/PSOE y ERC, que perdieron 20 escaños entre los dos. PP y CiU sumaban 80 escaños. PSC y ERC 38, menos de la mitad. En las elecciones municipales de mayo de 2011 CiU desplazó por primera vez al PSC/PSOE como primer partido en Catalunya, acompañada de otro muy buen resultado del PP. En las elecciones generales de noviembre de 2011 el PP obtendría una mayoría de 186 escaños y CiU adelantaría por primera vez al PSC/PSOE en Catalunya.

Mejores condiciones para negociar entre PP y CiU una “interpretación” de la STC 31/2010, que permitiera un encaje de Catalunya en el Estado aceptado de manera general, son imposibles de imaginar. El PSOE con seguridad no hubiera impugnado ningún acuerdo que se hubiera alcanzado entre PP y CiU. ERC había quedado hecha añicos y no disponía de escaños suficientes para interponer recurso de ningún tipo ante el TC.

Al PP, sin embargo, ni siquiera se le ocurrió que la garantía de autogobierno de Catalunya era indispensable para que Mariano Rajoy pudiera gobernar España. No se hizo nada y se dejó que el tema se pudriera hasta hacerlo inmanejable.

El resultado está a la vista. El PP ha casi desaparecido como partido en Catalunya. Como consecuencia de ello, ha perdido el monopolio de la representación política de la derecha en el conjunto del Estado. Y sigue sin ninguna propuesta en positivo para la integración de Catalunya en el Estado. Vuelve a la recogida de firmas y a la manifestación en la Plaza de Colón.

¿Entenderá alguna vez la derecha española que los nacionalismos catalán y vasco son parte de la Constitución Material de España, que no puede ser gobernada democráticamente sin su concurso?

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