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El brasileño Gabriel Mascaró rompe fronteras entre lo masculino y lo femenino en “Neón bull”

El brasileño Gabriel Mascaró rompe fronteras entre lo masculino y lo femenino en "Neón bull"

EFE

Gijón —

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El director brasileño Gabriel Mascaró ha roto las fronteras entre lo masculino y lo femenino en su segundo largometraje, “Neón bull”, que compite en la sección oficial del Festival Internacional de Cine de Gijón.

Mascaró ha utilizado el paisaje rural del noreste de Brasil y el espectáculo tradicional de las “Vaquejadas”, en el que dos jinetes a caballo deben derribar una res aferrándola por el rabo, para mostrar unos personajes que en la intimidad no son lo que el convencionalismo social espera de ellos.

El director ha explicado hoy en el certamen gijonés que ha querido “quebrar el paradigma según el cual el noreste de Brasil está habitado por hombres rudos, trabajadores valientes y mujeres santas” y exhibir un “paisaje humano de personas normales”.

Protagonizada por Juliano Cazarré, en el papel de Iremar, un joven que sueña ser diseñador de alta costura mientras desarrolla el sucio trabajo de limpiar y preparar las reses, la película ha sido galardonada en el Festival de Venecia con el premio especial del jurado de la sección Horizontes.

Nacido en Recife en 1983, el cineasta ha utilizado el desarrollo económico que se ha registrado en los últimos años en la zona rural del noreste como desencadenante de la posibilidad de que los pobladores “puedan soñar su futuro” sin tener que emigrar.

Así, Iremar ve factible convertirse en diseñador de ropa por la instalación de la industria textil en un territorio hasta no hace mucho tiempo deprimido, según ha explicado Mascaró.

El joven convive con su compañero de toriles, Zé, interpretado por Carlos Pessoa; y con Galega (Maeve Jinkings), conductora del camión que les sirve de vivienda y bailarina conceptual madre de una niña.

La troupe que viaja de pueblo en pueblo al ritmo de la programación de los espectáculos forma una “familia” que está lejos de ser la que se considera “tipo”, según ha indicado el director.

Con escenas crudas y explícitas y una fotografía, obra de Diego García, capaz de dar volumen a las gotas de sudor, la película ha sido elogiada por la crítica que asiste al Festival de Gijón.

Tambien se ha presentado hoy el filme “Aferim”, último largometraje del director rumano Radu Jude, un historia de aventuras ambientada en 1835 y que compite en la sección oficial.

La película narra la relación del aguacil Constantín (Teodor Corban) con su hijo Lonita (Mihai Comanoiu), mientras persiguen a caballo a un esclavo gitano huido tras mantener una relación sentimental con la mujer del amo.

Jude hace un retrato en blanco y negro de la Rumanía del siglo XIX con la idea de que “el pasado no está muerto” en una narración que puede considerarse como un “western balcánico”, según lo ha calificado la organización del festival.

“El comisario y su hijo son una pareja tragicómica que remata cada estación de su viaje con un proverbio, con una enseñanza, lo que empuja la película hacia lo grotesco”, según el Critico Adrian Sánchez.

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